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Despertar en la IV república

Las malas relecciones

M

éxico no ha tenido suerte en el tema de las relecciones presidenciales. Su experiencia histórica ha sido tan negativa que las ha prohibido, y esperamos que sigan así para siempre.

En cuanto nos organizamos como república empezamos a abusar de la relección presidencial. Santa Anna se religió 11 veces (seis en otra versión) y el país quedó mutilado y al borde del colapso. Santa Anna tuvo energía para asumir una semimonarquía ridícula. Al final de cuentas y de varios exilios murió anciano y con delirio de grandeza. Los héroes liberales, Lerdo y Juárez intentaron relegirse y provocaron las rebeliones de Porfirio Díaz, quien se arrepintió de haber clamado por la No Relección y organizó siete relecciones. En la última en 1910, la gente que admiraba sus logros no pudo tolerar que siguiera en la silla presidencial más allá de los 80 años. Díaz ordenó un fraude electoral y, en respuesta, bandas milenarias armadas se levantaron en su contra. Fue un excelente administrador, pero pésimo reformador social y terminóen el exilio.

Después del desastre de Díaz, otros quisieron imitarle: Álvaro Obregón lo logró, pero fue asesinado antes de la toma de posesión. Más cerca de nuestros días Miguel Alemán, Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari. No prosperaron sus planes porque la no relección es una tremenda válvula de escape que permite al menos la renovación de los cuadros superiores de la administración pública y el mismo sistema bloqueó las intenciones.

Nuestra experiencia histórica nos ha dado la suficiente sabiduría para oponernos a la relección. Supongamos que el presidente actual, o cualquiera, tiene una magnífica ejecutoria, hace crecer a la economía, reduce la pobreza, equilibra a la sociedad y tiene otros logros admirables, pero por alguna razón el jefe de Estado se siente indispensable y en lugar de dejar la silla, se relige. La primera repetición, quizás cuente con gran apoyo, pero varias veces provocará que la gente se harte y se oponga. El mandatario que pudo haberse retirado como un demócrata y conservar intactos sus prestigios, podría prepararse con su partido para otra ronda electoral y México tendría la oportunidad de escoger entre al menos dos opciones. Entre nosotros los mexicanos el destino de los releccionistas ha sido muy triste.

Colaboró Mario Antonio Domínguez