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Predomina la gran afición del cavallino rampante
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▲ El monegasco Charles Leclerc (en la imagen en los pits) encendió las esperanzas de los seguidores de Ferrari al haber salido desde la pole position.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de octubre de 2019, p. 3

El rojo de la escudería Ferrari predominaba desde los alrededores y sobre todo en las atiborradas tribunas del autódromo Hermanos Rodríguez, donde los de camisetas, chamarras y gorras del cavallino rampante convivían entre grupos pequeños o acompañantes partidarios de los campeones Mercedes y los potentes Aston Martin Red Bull.

Los escarlatas, preferidos de todos los estratos sociales mexicanos sobre las otras dos poderosas escuderías de la Fórmula 1, se manifestaron en todo momento en el Gran Premio de México. Desde hora temprana y durante toda la mañana en la línea 9 del Metro con dirección a Pantitlán, los vagones transitaban repletos de rojos, con todos los aromas y tipos de lociones.

En el autódromo capitalino eran recibidos en las zonas comerciales y hasta una especie de stand, donde los asistentes podían fotografiarse al volante de un vehículo Mercedes blindado en el máximo nivel, especie de tanque de guerra, propiedad de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Y en las gradas, los mayoritarios fanáticos rojos manifestaron su apoyo al alemán Sebastian Vettel y al monegasco Charles Leclerc, en la misma medida que rechiflaban al virtual seis veces campeón, Lewis Hamilton, al mando de su Flecha Plateada, sobre todo cuando el británico recibió el trofeo en lo alto del podio de manos del titular de la Secretaría de Turismo, Miguel Torruco.

Para Checo Pérez, todos los aplausos desde antes de iniciada la carrera, representada para el mundo con todo el folclor, con alebrijes, música, mariachi, los conquistadores tacos, churros y mezcal en el paddock.

Fermín, la calaca vestida de charro que ondeaba la bandera mexicana como representante de la mejor fiesta, el lema del personaje al que siempre le gusta ganar, y que paseaba por todos lados, incluso fue miembro del equipo de Checo en los pits durante la carrera. Se fotografiaba con el que se lo pidiera, lo mismo que la nueva mascota del Gran Premio mexicano, Mario Achi.

En las tribunas también enmascarados con piñatas, sombreros de charro y banderas mexicanas festejaban el desfile de pilotos, en el que Checo Pérez recibió la consabida ovación del público a lo largo del circuito, la mayor en el multicolor y apasionado Foro Sol, el principal ingrediente del éxito mundial del Gran Premio de México.

La algarabía por el Gran Circo en el Hermanos Rodríguez, que estuvo a punto de cancelarse para los siguientes años, y ahora firmado para tres más, era mayor esta vez que las ocasiones anteriores.

El desfile de pilotos dio paso a la Guelaguetza, el tema cultural con el que los organizadores lanzaron este Gran Premio a la proyección mundial hacia más de 400 millones de personas.

Con los emplumados bailando, las marmotas, los sanqueros, los músicos, los juguetes tradicionales reproducidos en papel gigante, el Himno Nacional entonado por un coro de niñas tehuanas, el paso de los aviones de la Fuerza Aérea, y ante el asombro de los 138 mil 435 aficionados (récord de 345 mil 694 a lo largo de los tres días), se realizó el quinto Gran Premio de la tercera etapa en México, el número 20 en el país.