Opinión
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La Jornada: 35 años
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oy hace 35 años La Jornada salió por primera vez a la circulación. En aquel ya lejano 1984 un grupo de periodistas, académicos, artistas y activistas sociales y políticos se propuso y logró organizar un periódico independiente que recogiera las versiones y las voces del México que no existía para una masa mediática plegada casi sin excepciones al discurso oficial: sindicatos y organizaciones campesinas independientes, opositores al gobierno, comunidades y grupos indígenas, ambientalistas y defensores de derechos humanos, colectivos de mujeres y de la diversidad sexual y movimientos estudiantiles, entre otros, no solían ser sujetos dignos de mención para los diarios, radiodifusoras y televisoras de la época, como no fuera para difamarlos y tergiversar sus causas y sus denuncias.

La Jornada se proponía, además, contribuir a la democratización efectiva del país, a la defensa de la soberanía nacional, a la conservación de mecanismos de justicia social –que ya empezaban a ser demolidos bajo el avance aún discreto del dogma neoliberal–, al principio de rendición de cuentas de las autoridades y al establecimiento de un verdadero estado de derecho que permitiera dejar atrás miserias institucionales como las tristemente célebres facultades metaconstitucionales de la Presidencia.

Tal ideario habría de impulsarse mediante un ejercicio periodístico fiel a la verdad, responsable, mesurado e independiente y alejado del sensacionalismo y el amarillismo.

Como era de esperar, semejante proyecto informativo fue recibido con animadversión por los sectores políticos y sociales que empezaban a conformarse como una oligarquía y como una red de enriquecimiento dudoso, encubrimiento y complicidad.

Desde su nacimiento La Jornada fue, en consecuencia, objeto de un trato discriminatorio y excluyente por los anunciantes –tanto los del sector público como los de la iniciativa privada– y de un golpeteo con propósitos de descrédito desde otros espacios mediáticos. Al obstáculo formidable de la pobreza fundacional se agregó, pues, la hostilidad de los poderes políticos y económicos.

Si el diario logró salir adelante, consolidarse y convertirse en un punto de referencia insoslayable del acontecer nacional e internacional, fue gracias a la simpatía de los lectores que hicieron suyo el proyecto, ya fuera comprando modestos paquetes de acciones o adquiriendo el periódico, y a la solidaridad inestimable y decisiva de artistas que donaron obras para contribuir a sufragar los gastos de La Jornada; sería imposible nombrarlos a todos en este espacio, pero dos nombres emblemáticos los representan y resumen: Rufino Tamayo y Francisco Toledo, los grandes de la plástica oaxaqueña, mexicana e internacional, ambos ya fallecidos.

Los escenarios contemporáneos son muy diferentes a los de 1984. En lo político, lo geoestratégico, lo cultural, lo económico, lo social, lo tecnológico y lo periodístico, el mundo y el país han experimentado, para bien y para mal, cambios enormes que sería imposible resumir aquí.

En el curso de esas transformaciones esta empresa informativa se ha mantenido fiel a su línea editorial fundacional –la visión del mundo y el trabajo cotidiano que se orienta por ella y que la plasma– durante 12 mil 626 ediciones, y esa es su riqueza y su recurso principal para seguir haciendo frente a las nuevas realidades.