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Singular protesta en Moscú en repudio a la sentencia insultante contra un actor por participar en marchas
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▲ Cientos de personas formaron ayer una larga fila afuera de la oficina de la presidencia rusa, para participar en plantones individuales, los cuales no requieren permiso para llevarse a cabo y consisten en pararse en silencio durante unos minutos sosteniendo un cartel con alguna demanda, en este caso, la libertad de Pavel Ustinov.Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 19 de septiembre de 2019, p. 32

Moscú. Cientos de personas se formaron en una larga fila para participar este miércoles en plantones individuales –los cuales no requieren permiso para llevarse a cabo y consisten en que un inconforme se para en silencio durante unos minutos sosteniendo un cartel con una demanda–, junto a la sede de la Oficina de la Presidencia rusa aquí para exigir la libertad de Pavel Ustinov, joven actor condenado a tres años y medio de cárcel por lesionar el hombro de un efectivo de la Guardia Nacional durante su detención en una de las manifestaciones de protesta no autorizadas del pasado verano.

Cuando se hizo obvio que no había fundamento legal para sostener la acusación de que, el 27 de julio anterior, se produjeron en Moscú disturbios masivos, con lo cual se vino abajo la posibilidad de efectuar un ejemplar macroproceso contra la oposición, las autoridades no dieron marcha atrás en su intención de castigar de manera aleatoria a un puñado de descontentos.

Por ese motivo sólo cambiaron los cargos a los detenidos: siete de ellos, en rápidos juicios de simple trámite, ya recibieron condenas de varios años de cárcel y otros ocho (unos en prisión preventiva y otros bajo arresto domiciliario) esperan su turno para ser juzgados.

Ustinov se convirtió en símbolo de todos ellos. Quisieron hacer de él uno de esos chivos expiatorios y lograron, toda proporción guardada, un nuevo Ivan Golunov, el reportero injustamente acusado de distribuir drogas que provocó un amplio movimiento de solidaridad que, finalmente, se coronó con su exoneración.

Porque el caso de Ustinov es, según quienes alzan la voz para defenderlo, de una injusticia insultante.

El juez se negó a ver varios videos, que en cambio circulan con profusión en las redes sociales, en los que se aprecia desde diferentes ángulos que cuatro policías, al azar, detienen y golpean a Ustinov, quien platicaba con un amigo junto a la entrada de una estación del Metro, sin oponer resistencia alguna.

Incluso Andrei Turchak, dirigente del partido oficialista Rusia Unida, quien reconoce haber visto los videos, considera que la detención de Ustinov se trató de una flagrante arbitrariedad y espera que el joven quede en libertad tras su recurso de apelación el 23 de septiembre siguiente.

La campaña por la libertad de Ustinov, sin embargo, se ha extendido en favor de revisar los casos de los otros condenados –Yevgueni Kovalenko, Ivan Podkapayev, Danil Beglets, Kiril Zhukov, Konstantin Kotov y Vladislav Sinitsa–, encarcelados por graves delitos como lanzar un vaso de plástico a un policía que estaba golpeando a otro inconforme.

Empezaron pidiendo poner fin a la represión los colegas de Ustinov, en varios teatros al término de sus representaciones, y siguieron con la misma demanda personalidades del mudo de la cultura, la ciencia, los espectáculos y la prensa en mensajes de video grabados que inundan el segmento ruso de las redes sociales.

La ola de rechazo alcanzó ámbitos insospechados: circulan ya una carta abierta suscrita por cientos de maestros y otra que lleva la firma, hasta el momento, de 78 sacerdotes de la Iglesia ortodoxa rusa.

Los maestros, en síntesis, sostienen: enseñamos a los niños a respetar las Constitución y luego resulta que, al hacerse un poco mayores, son detenidos sin motivo, golpeados por los que deberían de defenderlos y condenados a muchos años de reclusión por citar en una cartulina uno de los artículos esenciales de la Carta Magna: su derecho a reunirse y expresar su opinión.

Los sacerdotes, por su parte, dejan constancia de su preocupación por las condenas que parecen obedecer más a un intento de amedrentar a los ciudadanos que a una resolución justa en relación con un culpable.

Y concluyen: Asustando es imposible crear una sociedad de personas libres.