Opinión
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44 festival de cine de Toronto
Amor de madre
I

gnoro si sea una tendencia mundial, o una mera coincidencia en mi elección de películas, pero varias de ellas en el festival han tratado el tema de la maternidad desde diferentes perspectivas.

Sin duda, la más extrema es la singular Ema, del chileno Pablo Larraín, cuya protagonista epónima (Mariana di Girolamo, una revelación) es una bailarina con una agenda imprevisible que incluye dar en adopción a su hijo pirómano, divorciarse de su esposo (Gael García Bernal), a su vez coreógrafo de su grupo de baile, seducir a su abogada de divorcio y, al mismo tiempo, a su marido bombero, a quien ella ha conocido porque Ema también le da rienda suelta a su piromanía con un lanzallamas en diversos puntos de Valparaíso.

Si eso suena disparatado, es mérito de Larraín el darle a todo un sentido, pues se trata de un nuevo orden familiar, en medio de diversos números musicales que el cineasta filma con solvencia, así como momentos de franco erotismo. Entre varias escenas memorables, habría que hacerle un monumento a la apasionada catilinaria pronunciada por García Bernal en contra del reguetón, la música que su mujer baila con su grupo en la calle.

Una madre más convencional, en comparación, es la heroína de la británica A Bump Along the Way ( Un tope en el camino), una señora cuarentona (Bronagh Galla-gher) que queda embarazada tras un acostón y decide tener al bebé, para indignación de su hija adolescente (Lola Petticrew). Dirigida por la debutante Shelly Love con ese tipo de simpatía natural que parece ser exclusiva de los irlandeses, se trata de una feel-good movie que se gana a pulso sus buenos sentimientos, pues tanto madre como hija pasarán por un trance de maduración del cual ambas saldrán reafirmadas y reconciliadas.

La que no se mide en su amor maternal es la protagonista de My Zoe, de la directora y actriz francesa Julie Delpy. La niña titular (Sophia Ally) es la hija de una inmunóloga (Delpy, claro), que tiene conflictos con su ex marido (Richard Armitage) de quien se ha divorciado en malos términos. Un día Zoe sufre un grave accidente cerebral y eso desata un torneo de reclamos, recriminaciones y culpas. Hasta allí, la película se defiende como un drama médico sumado a otro testimonio más sobre la crisis de la pareja. Sin embargo, en un giro tan inesperado como reprobable, la madre decide tomar medidas extremas para resucitar a la niña, que serían más aceptables si tratara de enterrarla en el Cementerio maldito (Kölsche y WIdmeyer, 2019). La película pierde su curso y no se recupera jamás.

Algo parece haber sucedido en el cambio de mandos del TIFF, pues la nueva administración da señas de querer vender más boletos y sacrificar las funciones para la prensa e industria, sobre todo en el pasado fin de semana. Asimismo, se ha vuelto más difícil conseguir los boletos de cortesía para las funciones públicas. De cinco que solicité sólo conseguí uno, cosa que no sucedía antes. ¡ O tempora, o mores!

Twitter: @walyder