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Puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios (CXII)

U

n pequeño accidente…

“Emprendimos viaje hacia el pintoresco lugar, cuando nos atrasamos por el camino y llegamos rendidos, tras 26 horas consecutivas al volante; a las 6 de la mañana llegamos a nuestro destino. Gozaba pensando en las ocho horas que dormiría antes de la corrida, cuando me advirtieron que el espectáculo comenzaba a las 10 de la mañana, porque a mediodía gran parte del público tenía que salir a ordeñar sus vacas.

El festejo fue divertidísimo. Los tres mil espectadores dieron tantos alaridos, que más bien parecían ser 10 mil. En años sucesivos volví a ese rinconcito taurino de América.

***

“Por si alguien desconoce algunas de las maravillas que posee México, contaré, en breves palabras, que visitamos en el estado de Sonora la propiedad de míster Mayers, un ranchero estadunidense, dueño por 99 años de una hacienda que tenía las dimensiones de Bélgica.

“Quería este buen señor que rejoneara exclusivamente en caballos criados por él y cuando Ruy le hizo ver la dificultad de una ‘cosa’ como aquella, pues de cada 100 caballos, torea uno, míster Mayers contestó:

“‘Puede que lo consigamos. Yeguas de vientre, tengo 10 mil’.

“En la bella hacienda vimos una escena maravillosa. Al caer la tarde, centenares de caballos salvajes, sus crines y cascos leves como plumas bajaban en grandes rebaños de las cercanas sierras. Venían en busca del agua de una lagunita y una vez que habían bebido, relinchando y corbateando, partían nuevamente, envueltos en nubes de polvo, hacia sus dominios.

El grandioso espectáculo me recordó lo ocurrido cuando el gobierno de Estados Unidos le preguntó a un célebre ganadero de Chihuahua si les podía vender 25 mil cabezas de ganado, a lo que el señor Terrazas les contestó: ¿de qué color las quiere?

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“En los tiempos que corrían entonces, el mundillo taurino mexicano se veía iluminado por astros de indiscutible valor. Por esas fechas comenzaban a triunfar Luis Procuna, Ángel Inzunza y el desafortunado Félix Guzmán, desafiando a los consagrados novilleros Chicuelín, Guerrita, Estrada y Vizcaino. Luchaba, así mismo, por vencer mi compatriota Montini.

“Eran tiempos del pleito hispano mexicano. Época en que Silverio bordaba en oro faenas de ensueño. Arruza despuntaba y Armillita, con su fresca sonrisa, llenaba de ciencia y alegría las arenas, haciendo gala de su genial sencillez. Solórzano, señor de un señorial capote, sentaba cátedra sobre el tema del temple y El Soldado, toreando como los clásicos, era un ejemplo de tenacidad. No faltaban los valientes como Gregorio; los artistas; como Ortiz; los grandes banderilleros como Juan Armilla. Y, entretanto, teníamos a Lorenzo Garza, ligando naturales con facilidad increíble y despreciando, con idéntica facilidad, la opinión del público que le aplaudía.

“Yo no me propongo –escribió la gran Diosa rubia del toreo– al evocar estos nombres dar una idea, ni siquiera remota, del completo ambiente de toros de esos días. Para esto sería necesario escribir un libro, otro libro. Escogí apenas unos nombres, como podía haber elegido otros, para dar vida a los carteles que, en aquel entonces, me rodeaban.”

***

“Un día, y no sé de fuente segura cuál fue, dejé de ser niña. Noté que vibraba más intensamente cara al arte y sentía emoción con detalles que antes quizá pasaban inadvertidos. Reparaba en el drama en cuanto éste surgía y hasta mi noción del ridículo era más exigente y temida. Además, me di cuenta de que no siempre era dueña de mis emociones; descubrí que un inesperado doblar de campanas me podía dar escalofrío y el silencio de un altar o las frases de un poema me impresionaban. La lluvia tenía el poder de herirme y la belleza de una tempestad de nieve me daba mucho que meditar.

Siendo así, resulta natural pensar que mis reacciones infantiles frente a la Fiesta también cambiaran con el tiempo y maduraran dándome la flor de la emoción, cuyo perfume recuerdo como si fuera hoy. Y es comprensible que ahora, al revivir tiempos pasados, recuerde con viva emoción lo que entonces llegó a significar para mi un día de toros.

(Continuará)

(AAB)