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Ciudad perdida

Ideologías partidistas y luchas intestinas

L

a posibilidad real de que Morena se convierta, por fin, en un partido político que sume la fuerza popular que significa Andrés Manuel López Obrador y que no tenga frente a sí a una oposición que le compita ha creado un ambiente de nerviosismo que parece encontrar en la creación de nuevos institutos políticos la respuesta que constituya la alternativa electoral que dé la batalla frente a la fuerza del partido ganador de la elección pasada.

En este espacio hemos repetido que el país requiere de un partido de derecha que sin tapujos lance un proyecto de acuerdo con su postura ideológica, pero por el momento ese organismo no existe. En la elección pasada, y si nos apuran diríamos que desde antes, la unión del PAN y del PRD hizo suponer que por ahí vendría un arreglo que los hermanara, que ya se tenía una idea de que habría una nueva formación electoral de derecha y que reivindicaría los pasos del neoliberalismo por el que optaron las dirigencias de esos partidos.

Quien suponga entonces que el neoliberalismo sólo ha dañado a las capas sociales más débiles de la sociedad podría estar en un grave error. Paul Berry Clarke, en su ser ciudadano advierte que la acción política ha dejado, en definitiva, de considerarse como un bien en sí mismo para pasar a ser un medio al servicio de otro fin, y los partidos políticos en nuestro país borraron sus diferencias ideológicas para complementar sus intereses económicos.

Hoy les queda claro que hay que retornar al camino de la ideología para poder crear, cuando menos, un discurso (narrativa le dicen hoy) que les permita ser creíbles y que los ubique al otro lado de la esfera del poder actual, aunque para eso tengan que aceptar que su quehacer no estará al lado de la llamada izquierda, sino en una derecha bien definida.

Por lo pronto, Morena, que en breve intentará convertirse en partido, pasa hoy por una lucha intestina que supone que las cosas no serán tan tersas como alguien suponía. Dentro de muy poco tendrán que enfrentarse a la disyuntiva de seguir siendo un frente con las individualidades de cada tribu a salvo o sentar las bases para iniciar la vida de una organización política partidista que se organice con base en la creación de alas de fuerza que converjan en un poder político único.

Eso, en la Presidencia de la República no sería muy bien visto. Los partidos políticos no son, ni con mucho, del mayor interés de la Presidencia, pero que Morena, ante la ausencia de un organismo opositor serio se convierta en el partido que reclame, proponga y argumente, no parece ser el ideal.

Antes de que termine este año habrá un nuevo rostro en la vida política de México. Ya veremos si la derecha decide convertirse en la verdadera oposición o si el campo de batalla estará ocupado por una sola fuerza que sea oposición y apoyo al mismo tiempo. La historia de México ya da cuenta de un fenómeno parecido, ¿se acuerda usted?

De pasadita

Hay errores que pueden solventarse, que con un poco de intención de servicio se logran componer, y esto parece que por fin se ha entendido en el Congreso de la Ciudad de México, donde se anuncian cambios en varias áreas de gobierno del órgano legislativo.

Las carencias no son pocas, desde el fracaso en las tareas de comunicación hasta los controles políticos que deberían tener bajo tutela las comisiones legislativas que trabajan para hacer transitar de mejor manera los instrumentos legales que para el gobierno actual son necesarios con el fin de dar un nuevo rostro a esta ciudad. Nada mal estaría esa limpia, de ser cierta, pero a decir verdad, ¿quién sabe?

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