Opinión
Ver día anteriorLunes 26 de agosto de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Entre prolongar y apoyar

H

ay una diferencia notable entre prolongar agonías y estados vegetativos o inconscientes –alargar, hacer durar sin sentido– y apoyar unos mínimos de calidad de vida –asistir, auxiliar con sentido–; sin embargo, esta obviedad se les dificulta distinguirla a los legisladores… de Francia, pues donde quiera se cuecen habas en favor de los poderes establecidos y de los intereses creados. Poderes civiles, religiosos e incluso académicos están de acuerdo en que con la muerte no se juega, salvo cuando se impone defender a la patria o informar a la sociedad de las recientes acciones de la delincuencia bien armada, en tanto intereses creados y reforzados consignan la inmensa cantidad de armas que entra de forma ilegal sin que haya modo de impedirlo.

En México ya invocamos el derecho irrenunciable a tener una muerte digna, consignado en la primera Constitución de la Ciudad de México y en los cambios aprobados por el Senado al artículo IV constitucional, que en alucinado arrebato justiciero garantiza además cuidados paliativos y acceso a los medicamentos requeridos. Al margen de las buenas intenciones y de enésimas modificaciones, es urgente federalizar la Ley de Voluntad Anticipada –derecho del enfermo, terminal o no, a rechazar que se prolongue su estado con medicamentos y tratamientos– y homologar el costo de las notarías por suscribirse al programa de Voluntad Anticipada, pues hoy se cobra según el criterio, región y humor de cada notario.

Si bien senadores progresistas se apresuraron a aclarar –¿por órdenes de quién?– que esas modificaciones de ninguna manera significan la satanizada eutanasia o muerte por inducción u omisión, sino sólo garantizar que no haya sufrimiento para el enfermo terminal. Es decir, se preocupan por el sufrimiento en abstracto, no por la voluntad del paciente, a merced de varias compasiones equivocadas.

Mencioné a Francia, tan racional, tan partidaria de las verdades evidentes y enemiga de las imposiciones, tan escéptica ante los dogmas y dispuesta a los goces, porque apenas en junio pasado el Tribunal Superior de ese país autorizó que Vincent Lambert, de 42 años, tuviera una muerte digna o, mejor dicho, descansara tras 10 años de parálisis total por un accidente. Pronto y mucho deberá trabajar la Secretaría de Salud sobre voluntad anticipada y muerte digna para que las buenas intenciones se traduzcan en acciones.