Opinión
Ver día anteriorDomingo 4 de agosto de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Vacaciones
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a Ciudad de México es el mejor lugar para vacacionar, aunque uno viva aquí. Son tantos los atractivos que ofrece que es imposible en la vida cotidiana alcanzar a ver todas las exposiciones, obras de teatro, conciertos, espectáculos, restaurantes, cantinas y mil cosas más.

Invito a los capitalinos a que se vuelvan turistas por unos días. De preferencia alójense en algún lindo hostal, hotel o casa de airbnb en el Centro Histórico. Hay actividades para varias jornadas.

Pueden comenzar por la Alameda, que en sus alrededores tiene seis museos: Mural Diego Rivera, del Pulque, Franz Mayer, Nacional de la Estampa, Arte Popular y el del Palacio de Bellas Artes.

En cuestión de restaurantes y cantinas no se queda atrás: el Cardenal, en el Hotel Hilton; el sin nombre, en Luis Moya 31; El Hórreo, que sobrevive de la prehistoria en Doctor Mora 11; a su lado está Barrio Alameda, con opciones actuales, el del Palacio de Bellas Artes y el Barrio Chino.

Cantinas: en la calle Independencia hay varias: la tradicional Tío Pepe, en el número 26, y la moderna Salón 16, en la esquina con Dolores. En esta última hay sabrosa comida.

Junto al restaurante sin nombre está El Bósforo, con muy buena música y los mejores mezcales.

Por supuesto hay muchas opciones más de ambos establecimientos, pero parte de la diversión es hacer sus propios descubrimientos personales.

Ahora vámonos a la cultura: en próximas crónicas voy hablar de exposiciones que vale la pena ver, pero hoy nos vamos a concentrar en dos magníficas que presenta Bellas Artes.

Francisco Icaza nació en 1930 y su vida artística se desarrolló a mediados del siglo XX, cuando surgieron nuevas corrientes artísticas en nuestro país. Fundó y participó en varios movimientos importantes, como el Salón Independiente y Los Interioristas.

La exposición Me quiero ir al mar muestra 145 obras que nos dan una ilustrativa visión de la trayectoria de Icaza, al presentar al público piezas desconocidas o pocas veces expuestas.

Artista complejo y fascinante, viajero incansable y lector voraz de autores como Albert Camus, Jean Paul Sartre y Friedrich Nietzsche. Estos autores influyeron en su manera de narrar y representar el mundo con una perspectiva personal y crear un mundo poético.

Entre los pintores expresionistas que lo inspiraron en su primera época sobresalen José Clemente Orozco y James Ensor.

La otra exposición es México/ Escenas, de Rodrigo Moya, uno de nuestros grandes fotógrafos que a lo largo de más de seis décadas, con gran sensibilidad y talento, ha plasmado la vida de nuestro país en maravillosas imágenes.

Podemos apreciar 112 fotografías que constituyen valiosos testimonios de arquitectura, vida cotidiana y artística durante los años 50 y 60 del siglo XX. La muestra está distribuida en tres secciones que se presentan en dos salas de la planta baja.

Hay dos grandes temáticas recurrentes en la obra fotográfica de Moya: la ciudad y la escena cultural de su época. Dice el artista: Mi trabajo palpita con las personas, lo que es totalmente cierto en todos los sentidos. Además del dominio de la técnica, en la obra de Moya hay amor por su ciudad y por los personajes a quienes captura con su lente, sean de fama o gente común del pueblo o el barrio.

Los que vivimos la urbe de fines de los 50 y los 60 nos conmovemos con imágenes de esa época, en que la ciudad conservaba lo que ahora vemos como un cierto aire provinciano.

Una imagen que ya es icónica es la de dos mujeres en medio de una tolvanera, ataviadas con la elegante vestimenta que se usaba para salir: tacones, abrigo y sombrerito, ambas cubren medio rostro con un pañuelo, de fondo aparece garboso El Caballito y un automóvil de la época. Por cierto esas terribles tolvaneras se acabaron con el lago Nabor Carrillo, en el lago de Texcoco.

La comida de hoy es en el Café del Palacio con las sabrosuras que prepara su dueño Luis Bello. El gazpacho es excepcional y seguro ya tiene sus célebres chiles en nogada.