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Educación: asignaturas pendientes
E

n un artículo anterior me referí a la importancia que tiene para la educación, el que los maestros estudien y conozcan el funcionamiento del cerebro en torno a sus mecanismos de aprendizaje de manera que ellos puedan incidir positivamente en la formación de sus estudiantes. En esta ocasión, me propongo hablar de otras deficiencias y oportunidades actuales de mejora para nuestro sistema educativo, en torno al desarrollo y utilización de laboratorios virtuales que instalados en las computadoras con que cuentan actualmente las escuelas secundarias, así como las de educación media superior pueden mejorar sensiblemente sus niveles de desempeño escolar. No se trata de un asunto menor, para juzgar su importancia es suficiente saber que la educación constituye el proceso de comunicación más importante de la especie humana, mediante el cual cada generación le comunica a la siguiente los conocimientos y valores recibidos de sus ancestros, incrementados con sus propios descubrimientos y desarrollos, por lo que cada avance tecnológico relacionado con las comunicaciones ha tenido un impacto significativo en la educación, tal como sucedió con la imprenta que dio inicio al renacimiento y a la creación de las escuelas modernas y a establecer la educación como uno de los derechos humanos fundamentales.

La invención de la radio, de la televisión y del cine durante la primera mitad del siglo XX, tuvieron también un impacto sustantivo en la educación; se ha dicho ya que una imagen puede aportar más información que mil palabras, ello permitió en esas décadas que la educación avanzara de una manera extraordinaria permitiendo entre otras cosas que la educación llegara a los lugares más apartados de nuestro país, mediante los sistemas de telesecundarias y telebachilleratos. De la misma manera, la invención de las computadoras y con ellas la aparición del Internet en las pasadas décadas del siglo XX, dieron lugar a un nuevo paradigma en las comunicaciones humanas que está impactando a la educación y habrá de seguirlo haciendo en las próximas décadas, con instrumentos y recursos que al inicio del siglo XXI sólo aparecían en las historias de ciencia ficción, aunque algunos de estos se estaban ya diseñando y construyendo en diversos centros de investigación en varios países del mundo, incluyendo al nuestro. Me refiero a los llamados simuladores de vuelo y eran utilizados para entrenar a los futuros pilotos, que luego de tomar cursos teóricos de aerodinámica, aeronáutica y telecomunicaciones, utilizaban estos simuladores antes de controlar aeroplanos reales, con lo cual no sólo se reducían los riesgos de tener accidentes, sino también los costos de tales entrenamientos en la medida que el costo de los simuladores era significativamente menor al de los aeroplanos, además de no requerir la existencia de aeropuertos reales con torres de control y la infraestructura necesaria para tales entrenamientos.

Si bien en lo personal no he tenido la experiencia de pilotear un avión real, si dediqué algún tiempo para aprender a volar (en 2003) con un simulador comercial desarrollado por Microsoft, que me permitió hacerlo incluso con diferentes aeroplanos incluyendo desde avionetas hasta jets de pasajeros, todo ello con un costo menor a los 50 dólares. La experiencia me impactó profundamente, no tanto por las aventuras que viví, volando con aquella computadora, sino por las posibilidades que ofrecían la simulación, por lo que pronto me decidí a construir mis propios simuladores con un grupo de colaboradores, para tener luego experiencias maravillosas y observar el impacto que tenía en los niños y jóvenes que los utilizaban, llevándome a imaginar que con tales desarrollos sería posible establecer un nuevo modelo educativo que pudiese tener un gran impacto en el sistema educativo nacional.

No es mi propósito hablar aquí del proyecto Galileo al que dediqué entonces todos mis esfuerzos, sino a describir lo que hoy en día es posible hacer utilizando laboratorios virtuales para facilitar el estudio de la ciencia, desde la física y la química, la biología y la ecología, permitiendo visualizar y estudiar fenómenos que en la vida real pueden requerir meses, (como sería el caso de un simulador del crecimiento de las plantas) o decenas de años (para otro que permitiese observar el movimiento de los planetas alrededor del sol) o incluso de miles de años para estudiar la evolución de las especies, tal como lo imaginó en su tiempo Darwin. Pero no sólo se trata de reducir el tiempo a periodos muy cortos, pues al igual que los simuladores de vuelo es posible simular también fenómenos de movimiento en planos inclinados, de procesos químicos con moléculas complejas, o de las trayectorias de vehículos y sondas espaciales para recorrer el sistema solar, experimentos todos que en la vida real requieren de laboratorios, vehículos e instrumentos cuyos costos son de cientos de miles o incluso de millones de dólares y que podrían producirse para ser utilizados en las computadoras instaladas en las escuelas públicas con costos similares a los de un libro de texto.

En el modelo educativo propuesto por el gobierno anterior, como parte de su reforma educativa se puede leer recomendaciones para que los maestros y estudiantes hicieran uso de las herramientas digitales existentes, sin hacer referencia alguna de que éstas pudiesen o debiesen ser desarrolladas en nuestro país, pensando seguramente que tales posibilidades son ajenas al nuestro. Afortunadamente nada de esto se dio cuando era necesario crear los contenidos de nuestros propios libros, pero resulta vergonzoso pensar que somos incapaces de realizar estos nuevos desarrollos que la tecnología hace posible.

*Director General del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa