Opinión
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Ciudad perdida

El país de la impunidad

E

l atentado en la plaza comercial Artz ha dejado tras de sí una serie de preguntas que nos cuestionan sobre lo vulnerable que puede ser el sistema de control de migración y la ineficiencia con la que puede sobrevivir un aparato de inteligencia que tendría que saber a ciencia cierta quiénes pisan el territorio nacional.

Y es que, como ya lo hemos dicho, por todos los rincones de los gobiernos pasados existe, cuando menos, la sospecha terrible de la corrupción. Debemos decirlo de otra forma: la mano del gobierno, del control por medio de la ley, dejó de existir. Gobernó entonces el convencimiento por medio del interés económico, de la compraventa de voluntades.

Hablamos de esto con referencia a lo ocurrido en Artz porque no es posible explicarnos la presencia de Benjamin Yeshurun Sutchi –uno de los dos israelíes asesinados en la plaza– si no es desde la perspectiva de la corrupción, ya que este sujeto, considerado de alta peligrosidad en Israel, ya había estado en México, salió luego de ser atrapado por la policía mexicana y regresó, sin mayor problema, al paraíso de la impunidad.

La historia del israelita en nuestro país, que ya ha sido publicada en las páginas de esta sección, nos cuenta cómo en 2005 fue entregado por las autoridades mexicanas al gobierno de Israel, que envió un avión para trasladar al peligroso delincuente a su país de origen.

No tenemos información del pedido de extradición ni de los trámites que por ley debieron cumplirse para tal efecto, pero es de suponerse que los datos del criminal debieron quedar en los archivos de las policías mexicanas que habían recibido de la Interpol la ficha roja que identificaba a Sutchi como un delincuente de alta peligrosidad.

Israel había pedido que se detuviera al delincuente, quien, se dijo en aquel tiempo, sería condenado a cadena perpetua. Salió de México en 2005 y regresó a nuestro país el 26 de marzo de 2103 en un vuelo de United que aterrizó en la terminal III del aeropuerto de Cancún, amparado con el pasaporte 12467015.

La primera vez –no se sabe cuándo ingresó al país– las autoridades mexicanas fueron advertidas de su presencia, y luego de un año, más menos, fue detenido. Desde su ingreso –con documentos falsos– y hasta ahora han pasado 19 años y no se sabe cómo fue que salió de Israel y cómo es que no se advirtió a México –en caso de que no se hubiera hecho– del posible retorno del delincuente, sobre todo si se sabía que el hombre, como ahora se ha informado, tenía familiares viviendo en el país.

¿Que qué hacía el israelita en México? Eso tampoco está muy claro, como no está también que tenía bien identificado a nuestro país como donde casi todo se podía hacer mediante un fajo de dinero, el paraíso de la impunidad.

Más temprano que tarde el gobierno mexicano deberá identificar de algún modo y sin criminalizar a las diferentes migraciones que llegan al país. A los males que padecemos ahora se añaden las formas de delinquir de los criminales que salen de sus países porque son buscados por la autoridad debido a los ilícitos que han cometido, y se refugian en un México, ahora nos damos cuenta, que borró su memoria y ahogó sus leyes en el mar de la corrupción.

¿Cuántos delincuentes de alta peligrosidad provenientes de otros países se encargan de negocios criminales en México? Es necesario iniciar, desde ya, la investigación, que seguramente arrojará datos sorprendentes.

México no puede seguir siendo el paraíso de la impunidad.

De pasadita

Uno de los estudiosos de la política más importante del mundo: Boaventura de Sousa Santos, está de visita en nuestro país. Hoy habrá de presentar en el Centro Cultural Elena Garro su libro Izquierdas del mundo, uníos, que como todos sus escritos plantea horizontes de cambio bajo las condiciones que imponen momentos muy oscuros para la democracia en el mundo. El acto se iniciará a las 18:30. Asistir es tarea obligada.

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