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Los neocons, México y la cuenca del Caribe
D

esde que las tropas del Pentágono tuvieron que retirarse de Siria y Donald Trump aceleró las políticas de cambio de régimen en Venezuela y la cuenca del Caribe, se ha venido revalorizando la llamada doctrina Rumsfeld-Cebrowski, cuyo objetivo sería destruir las estructuras institucionales de los países de la región, mediante la generación de un caos constructivo que erosione los vínculos sociales en los que se sustenta el Estado-nación, sin importar que sean amigos o adversarios políticos de Estados Unidos y para impedir que haya gobiernos soberanos que puedan decidir sobre los recursos energéticos existentes en sus territorios.

Según Thierry Meyssan, la primera parte de ese plan fue sembrar el caos en el Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente –con las guerras en Afganistán, Irak, Líbano, Libia, Siria, Yemen− y la segunda fase debe hacer lo mismo en la cuenca del Caribe, mediante la destrucción de una veintena de países insulares o con costas en ese mar, exceptuando a la militarista Colombia, convertida en socia global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y México, integrado de manera subordinada al espacio geopolítico de América del Norte.

Los antecedentes de dicha doctrina se remontan al 11 de septiembre de 2001. A raíz de los atentados terroristas contra las torres gemelas de Nueva York, el entonces secretario de Defensa estadunidense, Donald Rumsfeld −integrante del Estado profundo, un poder clandestino paralelo al de la Casa Blanca−, reactivó la Oficina de Transformación de la Fuerza (Office of Force Transformation) creada por Bill Clinton y designó al vicealmirante Arthur Cebrowski para dirigirla. Cebrowksi redimensionó la guerra centrada en redes ( network-centricwarfare) elaborada por el Pentágono tras la insurrección campesina indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, y restructuró la estrategia de espectro completo ( full spectrumdominance) con la era de la información, para así lograr una hegemonía en el campo de lo social, lingüístico, cognitivo, informativo y físico.

El estratega geopolítico del Departamento de Defensa y asistente de Cebrowski, Thomas P. M. Barnett, impartió el nuevo modelo al alto mando militar en 2003, resumiéndolo en un nuevo mapamundi que dividió al orbe entre países a los que denominó núcleo funcional (los estados estables o el G8 y sus aliados) y otros (el resto del mundo) a los que ubicó en la brecha de no integrados, considerados como simples tanques de recursos naturales y sujetos a la destrucción de sus estructuras estatales y al control militar de EU.

Las naciones de ese segundo grupo ya no fueron vistas como independientes y soberanas, y había que hacerlas retroceder a la era del caos −a la época en que el hombre era el lobo del hombre− mediante campañas de desestabilización y guerras regionales híbridas o difusas, interminables y recurrentes, donde el caos neosocialdarwinista alcanza proporciones tan espantosas que nadie piensa ya en resistir, sino sólo en sobrevivir; zonas donde, como dice T. Meyssan, las corporaciones multinacionales pueden extraer (despojar a los pueblos) las materias primas que necesitan sin rendir cuentas a nadie. Verbigracia, Afganistán, Irak, Libia, Yemen en el Medio Oriente ampliado. O los conflictos en curso en la cuenca del Caribe, con epicentro en Venezuela, Cuba y Nicaragua, donde el imperio ha encontrado fuerte resistencia gubernamental y popular, con la actual emergencia migratoria en el sur-sureste de México y el triángulo del norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras).

Por otra parte, si se sigue el curso de los conflictos regionales y las guerras difusas de 2003 al presente (Túnez, Libia, Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita, Bahréin, Yemen, Turquía, Afganistán, Venezuela), se verá que todos se encuentran dentro de las zonas no integradas del mapa de Barnett y, sorprendentemente, también dentro de la franja petrolera del planeta.

La estrategia del caos de los neoconservadores de la administración Bush Jr (Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld, Fukuyama, Huntington, Cebrowksi y Bolton) fue concebida en la Universidad de Chicago por el filósofo Leo Strauss (1899-1973), quien reintrodujo esa noción como herramienta de dominación de una élite escogida para someter a masas incultas con base en la jerarquía natural.

En la actualidad, arrinconado por el fiscal Robert Mueller y la trama rusa −y para evitar ser acusado de alta traición−, Trump tuvo que negociar su supervivencia política con el Estado profundo, y los halcones de la CIA y el Pentágono lo obligaron a aplicar la doctrina Rumsfeld-Cebrowskidel grupúsculo de neocons enquistados alrededor del American Jewish Committee.

Fue así que John Bolton, hoy consejero de seguridad nacional, y Mike Pompeo, ex director de la CIA y actual secretario de Estado, con apoyo de Elliot Abrams, convicto del caso Irán -contras, reactivaron el proyecto del Pentágono para la destrucción de los estados en los países de la cuenca del Caribe, en particular, Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lógica, en que de manera encubierta parecen querer envolver al gobierno reformista nacional-popular de Andrés Manuel López Obrador, si no se disciplina a los dictados de la clase capitalista trasnacional.