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Nosotros ya no somos los mismos

Elección interna del PRI // El primer debate

/ La distribución de la riqueza en México

/ Terapia intensiva para recuperarse

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▲ El PRI se prepara para renovar en agosto su dirigencia. En esta foto del 6 de mayo pasado, un aspecto del Consejo Político Nacional en sesión extraordinaria.Foto Luis Castillo
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l 11 de agosto se llevarán a cabo las elecciones en las que los priístas escogerán a quienes consideren más idóneos para dirigir la organización política de la que surgieron, durante 13 sexenios, los mexicanos a los que se les encomendó la conducción de la vida pública nacional.

El Invencible, se le llamaba al PRI (en cualquiera de sus tres denominaciones), en aquellos tiempos cuando: ¡Qué tricolor era mi valle! (película de John Ford, ganadora de cinco Óscares en 1941). Eran los días en los que la Tierra prometida, ya se vislumbraba en lontananza. Las vacas de la prosperidad nacional eran como los actuales miembros de la Policía Federal: todas con sobrepeso. (México avanzaba a una velocidad de 6 por ciento en su PIB). Ni comparación con las famélicas mediciones de la actualidad, en la que nos aniquilan la bulimia y la anorexia.

Cuando la cúpula nacional del PNR/PRM/PRI, convocaba a asamblea nacional, paraelegir/designar a una nueva dirección partidaria o hacer cambios a sus estatutos, los miles de líderes que representaban a sus millonarias bases (me refiero a la enorme cantidad de miembros que integraban su membresía, no a que los afiliados fueran los millonarios que, por supuesto, los había (pero entonces todos cabían en el presídium). Ni para cuando soñar en la jauja actual en la que el progreso mexicano asombra al concierto de las naciones, y con razón. Si piensan que exagero vean estos datos que de chiripa, husmeando en los apuntes que mi hija Ana usa para dar sus clases en Economía de la UNAM, encontré. Seguramente son de Oxfam o del trabajo de Alfred Piketty a quien en Europa suelen llamar el Gerardo Esquivel francés. Diría que me cayeron de perlas, pero ahora es más entendible si el símil lo hago con una ligera actualización: me cayeron como unas cuantas acciones de Libertad. Servicios Financieros).

Datos: para el día de las elecciones federales pasadas, en México casi la mitad de su población (53. 3 millones de habitantes) estaba ubicada en el amplio estrato denominado: pobreza. ¡Pero, aleluya! A cambio de esta hórrida cifra se nos brindaba un consuelo: 10 por ciento de ciudadanos legalmente reconocidos como mexicanos tenía en sus manos 64 por ciento de México, país al que llamamos: nuestra (?) patria y, acogótense: cuatro personas, tansólo cuatro cuatro seres humanos concentran dentro de su patrimonio 9 por ciento del producto interno bruto; es decir, la suma del trabajo realizado en las peores condiciones por millones de almas (para usar el lenguaje de los nuevos priístas). Diagnóstico fatal: la pobreza no ha disminuido pero, a cambio, la desigualdad se ha acrecentado.

Mi finalidad era llamar la atención a los aspirantes a dirigentes priístas a echarse un clavadito en la realidad y dejar, por su bien, los salvavidas con los que por instinto de conservación se autocomplacen con explicaciones que no tienen credibilidad ni en los jardines de niños de los seguidores del inolvidable padre Maciel.

Pero me adelanté tres capítulos porque una adicta tricolor, Marissa Miramontes, me llamó para preguntarme si asistiría el 17 de julio al debate de los candidatos a dirigir el PRI.

La intención en esta columneta era recordar a los priístas contemporáneos, a los de la nueva hornada, no a los sobrevivientes, no a los hacedores del PRI, lo que dicen los documentos básicos del partido al que afirman pertenecer. Luego, sobre esa base, tratar de elaborar propuestas reales, no mágicas, ni ilusas, ni tontamente demagógicas sobre las condiciones reales, objetivas, que tiene el PRI, actor fundamental del México de nuestros días, de (luego de una terapia intensiva), recuperar lo que el viento se llevó.

Pensé que los debates serían, sin lugar a dudas, el momento de la definición entre diversas opciones.

Tenía la esperanza de que alguna, con pleno conocimiento y reconocimiento del pasado (inmediato, sobre todo), fuera no una ridícula opción de aquellos años, sino una propuesta inteligente de los años por venir. Ya no estoy nada seguro. Pienso que puede darse el caso de no uno sino dos perdedores y, por consiguiente, acotarse, disminuirse el espacio político nacional. Con resignación dejaré que pase el primer encuentro y luego, con justo coraje, expresaré todos mis peros.

Twitter: @ortiztejeda