Opinión
Ver día anteriorDomingo 7 de julio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un primer balance
A

ndrés Manuel López Obrador sigue gozando del apoyo mayoritario pues el pueblo mexicano no quiere volver al régimen de la oligarquía y del PRI-PAN-PRD y sus secuaces, pero ya no despierta las mismas esperanzas que antes y en ciertos sectores asoma incluso la decepción.

¿Cómo hacer posibles las reformas que sean beneficiosas para los oprimidos, rechazar la contraofensiva de la oligarquía y sus medios y evitar la desmoralización de muchos que esperaban un Salvador que no vino y, en su despolitización, corren el riesgo de creer que todos son iguales y de caer en la pasividad favoreciendo así a la extremaderecha?

No es posible esperar nada de Morena que es un mero instrumento electoral y comparte la ideología de AMLO, quien pregona como un sacerdote el perdón de los pecados (sobre los cuales la justicia, y no él, debería decidir), habla de instaurar una República Amorosa donde los oprimidos amen a sus opresores y sostiene que hay que eliminar la corrupción, no el sistema capitalista (como si la explotación y el despojo capitalistas no llevasen a la violencia, el robo, la corrupción y la guerra). ¿Cómo educar y politizar un organismo como Morena que se basa en el acatamiento de las órdenes que le llueven desde el Olimpo y que no tiene vida interna, ni discusión ni democracia ni capacidad de decisión.

Quienes creen en AMLO, lo hicieron antes en el PRI y después en el PRD de Cárdenas, Muñoz Ledo y en el de AMLO y por último, el de los chuchos. No son inamovibles. Pero tienen fe, que es lo opuesto de la razón. No hay que creer; hay que pensar críticamente, con objetividad e independencia. Eso se aprende y, por consiguiente es posible ayudarles a evolucionar políticamente, a aumentar su seguridad y su autoestima y a elevar su conciencia confrontándoles con la realidad y demostrándoles que hay una alternativa al capitalismo. Pero la gente que cree en AMLO teme –legítimamente– en el caso de un nuevo cambio político perder el progreso que logró sacando al PRI-PAN-PRD y compañía del gobierno y no quiere que sus críticas sean utilizadas por la oligarquía tradicional para volver al pasado. Esos millones de trabajadores no darán un salto al vacío.

Por eso es necesario trabajar junto a ellos ayudándoles a organizarse, a decidir, a comprender qué es el capitalismo y la complejidad de la tarea que emprenden.

El protagonista del cambio no es AMLO ni Morena. Quien tiene capacidad creativa es el pueblo mismo que se insubordinó en Chiapas en el 94, impidió con su lucha la construcción del aeropuerto en Atenco, construyó municipios autónomos, formó policías comunitarias y grupos de autodefensa y resiste en el Istmo. No hay Salvadores ni Mesías: los trabajadores por sí mismos destruirán el yugo de la opresión imperialista y se sacudirán de encima las bien nutridas chinches y garrapatas capitalistas. El Estado es capitalista y es uno de los instrumentos de la dominación de gran capital. La independencia de los oprimidos del Estado de sus opresores es una de las condiciones básicas del cambio social.

Cuando la Constitución habla de municipios libres está hablando de autonomía y autorganización. Pueblo por pueblo, comunidad por comunidad, colonia por colonia la población trabajadora puede ver cuáles son los recursos y necesidades locales y decidir qué hacer así como las prioridades (vivienda, trabajo, sanidad, agua y cloacas, reforestación, seguridad, escuela, creación de cooperativas de producción o de consumo, crédito comunitario). En cada caso es posible aliarse con los maestros, los trabajadores de la sanidad, estudiantes de arquitectura o de ingeniería.

El trabajo en común por objetivos establecidos por consenso en asambleas reforzará la unión y la confianza en sí mismos de los pobladores pobres, que hoy esperan soluciones del Estado capitalista. La creación de una red de municipios autónomos y autogestionarios permitiría crear una federación de libres comunas constantemente en intercomunicación y discusión de experiencias.

AMLO y Morena persiguen la utopía del capitalismo bueno y decente que no existió ni existirá jamás porque quienes viven de la explotación de los trabajadores son depredadores. Además quieren reformar al capitalismo en una grave crisis mundial, en tiempos de Trump y cediendo al chantaje de éste. No hay que esperar de ellos aunque es necesario presionar a Morena y al gobierno para que cumplan lo prometido o dejen de lado políticas reaccionarias y funestas. Hay que difundir y generalizar las experiencias autonómicas y autogestionarias que se están realizando en todo el país para impulsar la autorganización de los explotados.

En la acción en defensa de los pueblos y sus recursos amenazados por la ofensiva capitalista (Tren Maya, Huexca, Istmo), contra la sumisión al imperialismo y por todas las necesidades y los derechos de los trabajadores, indígenas o no, de México, es necesario unificar todas las luchas en un movimiento político-social independiente que encabece la lucha tras un programa anticapitalista.