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El bosque de vuelta
E

l pueblo ñatho (otomí) de Huitzizilapan hizo pública una exigencia histórica: la petición de devolución de su territorio boscoso tras el vencimiento el pasado 29 de mayo de un decreto expropiatorio que el ex presidente Enrique Peña Nieto lanzó en 2014 contra 6-93-87 hectáreas del bosque de la comunidad.

Este hecho es una victoria indígena inédita contra los resabios del derrotado poder priísta.

La autopista, concesionada en 2007 por el gobierno del estado de México a Grupo Higa, contratista favorito del sexenio pasado, representaba a la vez corrupción oficial, el financiamiento de campañas del partido en el poder y la violación de los derechos de los pueblos originarios de la montaña ubicada entre México y Toluca.

Durante cinco años, esta comunidad, como muchas otras del Bosque Otomí-Mexica, resistió los embates de la policía, intentonas de despojo de sus bienes comunes y territorio, y la imposición de la vía de cuota de cuatro carriles destinada por utilidad pública a la rápida circulación de personas y mercancías entre el aeropuerto de Toluca y zonas ricas como Interlomas y Santa Fe.

Ismael Santana, comunero de Huitzizilapan, dijo en conferencia de prensa el 18 de junio: nos quieren desaparecer. El decreto borraba y desaparecía totalmente a los pueblos que habitan entre los dos grandes centros urbanos y quienes son los principales defensores del medio ambiente. De esta manera, la intención del poder priísta con la autopista era cruzar, vencer y colonizar el bosque para luego aprovecharlo.

Mediante amparos, movilización y difusión, los pueblos otomíes se convirtieron en referente de lucha durante el sexenio peñista; así, reintrodujeron el contraste del desarrollo de la megápolis y su expansión. Los pueblos viralizaron imágenes de hogares destruidos, árboles talados, montes fracturados. Hoy, todavía, el canto de jilgueros compite con el ruido de la maquinaria y las futuras ganancias del superviviente Grupo Higa frente a los hongos, la leña, los quelites y el ocoshal que los habitantes recogen en época de lluvias.

Ndëthe, el nombre más antiguo de Huitzizilapan, que significa pueblo grande, comenzó en 2014 la reorganización de su estructura comunal para enfrentar los embates. Primero, las mujeres de la comunidad se levantaron en contra de una tala disfrazada de aprovechamiento forestal. Semanas después, enfrentaron a más de mil granaderos en asambleas destinadas a desincorporar a sus instituciones comunales y pasarlas a manos del municipio. Para resistir, Huitzizilapan se hizo fuerte hacia adentro y se unió al Congreso Nacional Indígena.

Hoy, de acuerdo con el artículo 9 de la Ley de Expropiación, y con el propio decreto presidencial vencido, las tierras deberían volver a manos de sus dueños originales.

Ndëthe-Huitzizilapan emprendió el pasado 17 de junio una Solicitud de devolución del territorio ante el Fideicomiso Fondo Nacional de Fomento Ejidal, cuyo titular es Samuel Peña Garza, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, a cargo de Román Meyer. Interpuesto por su autoridad por usos y costumbres, comités internos del agua y otras instancias comunitarias, el recurso legal insta a la creación de un proceso sui generis que nos pueda devolver lo que nunca se nos solicitó.

La apuesta es ambiciosa, y está fincada en un reto al Estado mismo. Puede abrir una grieta y un antecedente ante comunidades que logren frenar en el tiempo leyes o decretos injustos. También abre una petición al nuevo gobierno en tiempos de transición: Obrador nos tiene que devolver lo que Peña nos quitó, dijo el otomí Efrén Santana en conferencia. Y es que, al igual que el NAICM, la vía Toluca-Naucalpan representa lo peor del antiguo régimen, además de que, sospechan los comuneros, es la punta de flecha para otros despojos como parques de golf, extracción de agua, desarrollos inmobiliarios. Devolver sus tierras sería para el obradorismo desmarcarse radicalmente del peñismo.

Además, a un mes de la contingencia ambiental en las metrópolis de México y Toluca, las cuales flanquean esta montaña, el mensaje de Huitzizilapan adquiere una importancia hasta mundial. La propia viabilidad ambiental de las dos ciudades está en juego si continúa esta autopista, la cual aumentaría drásticamente las emisiones de contaminantes y devastaría una de las únicas fuentes comunes de bienes ambientales en el centro del país.

Abundio Rivera, representante por usos y costumbres de la comunidad, dice: los indígenas somos quienes mejor sabemos cuidar el medio ambiente. Apoyar la exigencia de devolución del bosque a Huitzizilapan y la cancelación de la vía, herencia de Peña Nieto, aportaría un antecedente igual de importante que la victoria de Atenco y los pueblos del Lago de Texcoco para revertir de manera práctica las crisis ambientales que vivimos.

* Cronista