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Argentina: Fernández y Fernández
I

nsólitamente, la que era supuesta candidata a presidente se presentó para la vicepresidencia y eligió como candidato a la presidencia a un hombre que rompió con ella renunciando a la secretaría de la Presidencia de la República para no pelearse con el grupo Clarín, cuyos intereses defiende, ni con los hacendados, soyeros y exportadores a quienes el kirchnerismo, en una de sus medidas más acertadas, quería hacer pagar impuestos a la exportación.

Dado el nivel político de los observadores argentinos no faltan los que, dando la espalda a los trabajadores y al interés del país, creen genial esta maniobra pues descartan la posibilidad misma de una alternativa anticapitalista que canalice la enorme y continua protesta popular.

En Argentina, desde los años 30, el sector importador-exportador y financiero proimperialista –representado ahora por el gobierno de Mauricio Macri (MM), la Sociedad Rural Argentina (SRA) y la Unión Industrial Argentina (UIA)– está entrelazado con las empresas trasnacionales y con el capital financiero internacional. Frente a esa oligarquía y a partir de los 50 con la creación de la Confederación General Empresarial (CGE), militan algunas grandes empresas nacionales y un grupo de pequeñas y medianas empresas que no pueden competir con las trasnacionales, sufren con las políticas neoliberales y buscan ayudas del Estado. La desproporción en peso económico y en poder de ambos grupos es tremenda y el primero lleva la voz cantante y compensa su impopularidad con el apoyo de la Casa Blanca.

Entre CFK y MM hay coincidencias de fondo pues sostienen que no existen ya las clases mientras defienden al capitalismo. Además aplican una política extractivista y exportadora de materias primas y comparten las políticas neoliberales. Pero, aunque en eso son iguales, no son idénticos porque difieren en los plazos y modos de aplicación de los planes de ajuste (léase superexplotación para mantener alta la tasa de ganancia capitalista).

De ahí su conflicto permanente y el triunfo en la política argentina de lo grotesco y del cinismo más descarado que se refleja en el hecho de que el primer gobierno popular y antioligárquico –el de Hipólito Yrigoyen– fusiló masivamente a los peones de la Patagonia y en la Semana Trágica de 1918 asesinó a miles de obreros industriales. O en el carácter esperpéntico de quien, como Perón se proclamaba Primer Trabajador mientras transformaba los sindicatos, hasta entonces independientes y pluralistas, en un cuerpo estatal integrado en el peronismo, reprimía las huelgas y las prohibía en su Constitución de 1949.

Groucho Marx decía estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros y Enrique de Navarra, protestante, para ser rey de Francia se hizo católico y dijo París bien vale una misa. Ese oportunismo cínico y pragmático es la base principal de la maniobra de CFK. Ésta, simplemente, aplicó una regla del judo: descolocar al adversario.

En efecto, MM para mantener su electorado necesita agitar el espantajo de la corrupción del gobierno de CFK, a quien su propio candidato a presidente, Alberto Fernández, exige todos los días que explique cómo multiplicó por 900 su fortuna en su periodo presidencial.

Ahora, cuando el candidato opositor es un hombre de Clarín y de las grandes empresas y tiene lazos con la oligarquía la desaparición brusca del fantoche a quien combatir saca a luz las divisiones internas en el macrismo, pone en primer plano los desastres económicos provocados por el gobierno de los empresarios proimperialistas y aviva la conciencia de que la deuda argentina es impagable, sobre todo cuando los precios de la soya son bajos y Trump perturba la economía de China, principal compradora de ese forraje.

Al mismo tiempo, la derecha peronista, que hizo posible en el Congreso la aprobación de las peores leyes, ya no necesita a MM para seguir medrando porque podría hacerlo con el Alberto de los Fernández que debe recurrir a los paquidermos.

Hoy el Cámpora al gobierno, Perón al poder es irrepetible ya que ni Alberto es el honesto pero leal Tío Campora y una vez presidente querrá serlo en serio, ni CFK tiene el apoyo que tenía Perón. Por el contrario, si no se presentó como candidata a presidente es porque conoce su grado de impopularidad y sabe que su arrogancia y la corrupción regalaron a la oligarquía miles de votos de la clase media y de los trabajadores.

De aquí a octubre hay margen para muchas cosas, desde un autogolpe del gobierno hasta la solución Lula con un fallo inconstitucional de algún juez corrupto que condene a CFK y le quite sus derechos políticos dejando a la derecha peronista el control de la campaña. Si así no fuere, para echar a Macri, quienes protestan y hacen huelgas votarán agarrándose de un clavo ardiente por la fórmula Fernández y Fernández en un salto a lo desconocido.