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La culpa que devora es el fondo de la nueva novela de Ray Loriga
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▲ Loriga, Premio Alfaguara 2017, en entrevista con La Jornada.Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de mayo de 2019, p. 5

La culpa, como invasión de termitas, te carcome, devora por dentro, explica el escritor Ray Loriga (Madrid, 1967), como ocurre en su novela más reciente, Sábado, domingo. Es una especie de desazón que no te puedes explicar y te va minando lentamente, describe en entrevista el autor, con motivo del libro, publicado por Alfaguara.

Todo el mundo tiene un recuerdo oscuro, una medusa tenebrosa que, en perfecta simetría, mancha el futuro de su existencia. Son líneas de uno de los episodios del narrador, que se inicia en 1998 y regresa en 2013. Es una novela con misterio; es una pequeña investigación criminal que hace uno solo con la cabeza, en una historia contada en dos días de la semana, separada por veintitantos años de distancia.

En la habitación de hotel, en uno de los tres extenuantes días dedicados a encuentros con la prensa, habla con la mirada oculta por los lentes oscuros, la vista panorámica hacia el Castillo de Chapultepec, envuelto en el gris abrumador de la contingencia ambiental.

A veces uno carga culpas magnificadas, aunque sean pequeñas cosas, no hablemos de asesinatos o violaciones, pero sí de no haber estado a la altura ética que uno se exige. Uno tiende a condenarse, explica.

También en un hotel, pero de esos llenos de ácaros en una calle en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se inspiró Loriga para las páginas finales de Sábado, domingo, una especie de coda o cola. Las luces neón sobre una pequeña torre de una construcción extraña, con un ambiente siniestro, muy David Lynch, aparecen en el capítulo final Hotel Tuxpan. La capital mexicana ha sido revisitada por Loriga desde hace 26 años.

Siempre he pensado que el cine es muy deudor de la literatura, el cine es un arte muy joven, casi todos sus mecanismos y herramientas de trabajo tiene como referente inmediato a la novela, pues su trabajo se ha dividido entre ser escritor y guionista de cine. En el séptimo arte ha colaborado con Pedro Almódovar y Carlos Saura; ha dirigido un par de películas también.

La hechura de esta novela estaba muy avanzada antes de ganar el Premio Alfagura de novela en 2017, con Rendición. En la gira de promoción literaria cargó con el manuscrito en el ordenador, hasta que ya desenfadado de vuelta en casa terminó con la revisión. La vorágine del premio no cambió el tono.

“No sentí ninguna presión o vértigo. No tuve un horror vacui o cambiaron las expectativas”, relata. El verdadero desafío fue no mezclar las dos voces del mismo narrador en edades diferentes, la de ese señor cercano a mi edad, y el pulso de aquel muchacho. Me daba miedo que no me encajase, como quien se pone la ropa que guarda tu madre en un armario de cuando eras joven, te la pones y ya no entran o no te pegan (gustan) los colores. Pero enseguida me fluyó muy natural.

Los tiempos coinciden en la autobiografía, pues el autor y el narrador comparten la adolescencia en Madrid en los años 80 del siglo pasado, así como el medio siglo de vida en el presente. Lo demás, son caminos distantes. Les presté cosas mías, lo puse en un contexto que yo conocía, en dónde crecí, mi ropa, el club de tenis donde aprendí a jugar mal, canciones. No diré cuáles son reales y cuáles inventadas.