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Desde otras ciudades

La pequeña ciudad de lujo, escala obligada antes de subir la cima más alta del planeta

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▲ El entrenamiento de los escaladores y sus guías sherpas es esencial, muchos lo hacen desde Katmandú.Foto Ap
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l campo base del Everest se transforma cada año en una pequeña ciudad en la que se puede encontrar de todo: una panadería, duchas calientes o verdura fresca. Un remanso de confort a 5 mil 364 metros de altura en medio de montañas hostiles y heladas.

Más de 2 mil 500 yaks y varios helicópteros son necesarios para hacer llegar todo el equipo de este vivac de tiendas levantado frente al glaciar de Khumbu.

Casi mil 500 personas pueblan la ciudad más elevada del planeta, entre alpinistas, cargadores, guías y médicos. “Lo primero que pregunta la gente al llegar es dónde está el WiFi. Luego, dónde están las duchas de agua caliente”, cuenta Russell Brice, propietario del operador Himalayan Experience, que tiene fama de contar con el mejor campamento de la montaña.

La rudeza y la camaradería montañesa del campo base, donde todo alpinista que aspire a llegar a coronar el Everest pasa casi dos meses para acostumbrar su cuerpo a la altitud extrema, han dado paso a una minúscula metrópolis gentrificada.

El Internet inalámbrico ha sustituido a los caros teléfonos satelitales que en su día ya remplazaron a los mensajeros a pie. Y las duchas calientes con base en energía solar están a la orden del día.

Los helicópteros efectúan un enlace diario de ida y vuelta con la civilización, aportan provisiones frescas y transportan clientes. Los deportistas más adinerados incluso pueden disfrutar de unos días en un hotel de lujo de Katmandú antes de volver a la montaña para iniciar el ascenso.

Para Russell Brice esas pequeñas comodidades son esenciales para mantener el físico y la moral de los alpinistas que se disponen a escalar a una altura casi equivalente a la altitud de crucero de un avión de línea: cómo se siente la gente influye en su rendimiento en la montaña, señaló.

El campo base se estructura como una aglomeración de varios campamentos-barrios. Cada agencia de alpinismo cuenta con su propio vivac.

En el campamento de Alpine Ascents el desayuno incluye café turco, pues las máquinas de capuccino no funcionan a esa altitud, indica su director, Gordon Janow. En la zona de Seven Summit Treks, una panadería despide un apetitoso olor a bollería caliente.

En Adventure Consultants, el cocinero James Perry prepara el desayuno en una tienda con dos placas de cocción a gas y un horno que funciona cuando quiere como único equipo.

Cocinamos muchos platos sencillos. A la gente parece que le gusta la comida simple. Estar aquí tan lejos de las ciudades y de la vida normal hace que todo el mundo esté feliz con una ensalada básica y verduras frescas, explica.

Afp