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¿La Fiesta en paz?

Con el trapío, Texcoco recupera la emoción // Se despidieron los Alevoso de Mendoza con un baño a cargo de Joaquín Gallo

“E

l arte del toreo radica en el peligro que el toro tenga. Si al toreo se le quita este gran peligro… el arte de torear no existe; será otra clase de arte, pero la belleza, la grandiosidad del toreo, reside en que el torero perciba la impresión, aunque él se sobreponga, de que aquello no es broma, que con rozarle le hiere; entonces es cuando el torero vive y, por lo tanto, puede producir los momentos más álgidos del arte.”

Lo anterior no lo dijo un crítico avinagrado o un historiador nostálgico, sino una gran figura del toreo como lo fue el maestro de Borox, Domingo Ortega, en una memorable conferencia dictada en el Ateneo de Madrid el 29 de marzo de 1950. Pero si algo ha caracterizado a los taurinos de las recientes décadas es la sordera y la autocomplacencia, reduciendo la verdad del toreo a complicidades y negocitos, de espaldas a la mejor tradición y a una afición cuya paciencia se agota.

Otro aficionado menos agudo ha dicho que “no siempre los que más torean son los mejores ni los que menos torean son los peores. El sistema (sic) determinó quién debía torear y quién no, y algunos consiguieron ser los mejores. Pero todos hacen la historia del toreo”. Bien, pero el dichoso sistema taurino, tan poderoso como ineficaz para el fortalecimiento de la fiesta, siempre ha tenido nombres y apellidos, tanto en España como en Francia, México y Sudamérica.

Por ello emocionó a los asistentes que en la tarde inaugural de la Feria Internacional del Caballo Texcoco 2019 se anunciara una señora corrida de Brito, hierro propiedad del ganadero Patricio Slim desde hace tres décadas, no para figurines importados, desde luego, sino para toreros modestos con hambre de ser y ganas de torear lo que salga por toriles, aunque no sea de la ilusión, como Jorge López y Sergio Cerezos, que dieron vuelta, y Salvador López, Carlos Fuentes, Juan Rodolfo Islas, Ángel Espinosa Platerito y Rodrigo Cepeda El Breco, que en el segundo par de banderillas sufrió una seria cornada que interesó la vena safena.

El sistema taurino, es decir, empresas, apoderados y ganaderos de prestigio, decidió que el toro joven y bobo, de preferencia repetidor, sea para los figurines que torean 50 corridas al año, en tanto que el toro con edad, trapío, sentido y el gran peligro del que habla Domingo Ortega, se destine a matadores de escaso o nulo rodaje, mientras los jilgueritos de ese nefasto sistema culpan a los antitaurinos e invitan al público a asistir a esa predecible e inequitativa oferta de espectáculo.

Al día siguiente, domingo 31, los Alevoso de Mendoza dijeron adiós a su reciente y jugosa campaña mexicana haciendo otra de las suyas al escoger toros y disponer el orden de la lidia. Afortunadamente, el joven rejoneador Joaquín Gallo les pegó un soberano baño al cortarle las orejas a un bravo toro de regalo de Montecristo, siendo el triunfador del festejo. Pero con el sistema que nos cargamos, a ver cuándo le dan juego los figurines importados. Hoy en la tierra de Silverio parten plaza José Mauricio, Sergio Flores y Gonzalo Caballero, con un encierro de Gómez Valle.

Rocío Ortas, además de magnífica bailaora, promueve con entusiasmo las artes plásticas relacionadas con la fiesta brava. En días pasados su Colectivo Arte Taurino presentó en el Candela Grill, del matador Alejandro Tarín, una exposición de la joven pintora Marusia Katia, de amplio porvenir, y a su magnífico grupo Flamenco con Solera. Bienvenida esa fresca imaginación de la que carecen los metidos a promotores.