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Ver día anteriorDomingo 24 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Evolución energética mundial: la quinta
U

na atenta lectora me solicita ser preciso al analizar la eficiencia de transformación de motores, equipos y plantas. Indica que si bien un motor a gasolina posee una eficiencia de 25 por ciento, tiene pérdidas en la transmisión (caja y diferencial) y en las llantas. Además, para evaluar bien su eficiencia global habría que agregar las pérdidas de transporte de combustible, mayores que en la transmisión de electricidad.

En el caso de las bombas (en su mayoría eléctricas) es necesario vencer las pérdidas de carga de tuberías y accesorios. Un motor eléctrico tiene mayor eficiencia que cualquier otro. Y menciona –correctamente– que la eficiencia de un motor a diésel anda por 38 por ciento.

Pero emite más óxidos nítricos y otras sustancias dañinas, además de las mismas pérdidas en transmisión y en llantas. Recuerda que el transporte que menos CO2 genera es el tren, con la mitad de emisiones que los camiones o tráileres. Indica la necesidad de no confundir el término centro de carga (instalaciones y equipos que permiten que un usuario final reciba el suministro eléctrico, señala la Ley de la Industria Eléctrica) con los termomagnéticos que controlan la instalación de un edificio, un piso de un edificio, una casa habitación, por ejemplo. Y diferenciarlo de las subestaciones.

Complementa su comentario al indicar que una planta de ciclo combinado supera 60 por ciento de eficiencia, por las economías de escala y por la recuperación de calor. Por ello, es la manera más eficiente de convertir energía. Además, deja las emisiones de CO2 en el lugar de la planta no en la ciudad que usa la electricidad, emisiones que –como en el caso de la Ciudad de México– pueden ser difíciles de remover por las montañas circundantes.

Insiste, asimismo, en que la combinación de aerogeneradores y celdas solares suele mitigar la intermitencia. De igual menera, que no deben olvidarse las hidroeléctricas (a veces muy dañinas para el ambiente, subraya) ni las geotérmicas. Tampoco la maremotriz.

Es posible –sugiere– el trabajo en los hogares, con evidente ahorro de transporte y de sus efectos dañinos. Me recomienda ser siempre más preciso en mis comentarios. Se agradecen las observaciones.

Y hoy retomo la participación de la electricidad en el consumo final. En ese contexto deberemos analizar, de la manera más precisa y justa posible, el papel de las energías limpias, esencialmente las renovables. Veamos datos de los mágicos países nórdicos, los de la cruz escandinava, en los Balances mundiales (2018) de la Agencia Internacional de Energía.

En Dinamarca, la electricidad da 21 por ciento del consumo final de energía. Setenta y uno por ciento proviene de renovables. Se respaldan con carboeléctricas.

En Finlandia casi satisface 30 por ciento de la energía final. Las renovables dan la mitad y las nucleares las respaldan. En Islandia la electricidad da la mitad de la final y 90 por ciento es de renovables. Se respaldan con hidroelectricidad y un poco de térmicas convencionales.

En Noruega la electricidad también satisface la mitad de la final. Noventa y ocho por ciento proviene de hidroelectricidad. La misma hidro respalda. Y un poco de carbón e hidrocarburos.

En Suecia la tercera parte de la energía final se satisface con electricidad. Sesenta por ciento es de renovables. Respalda la nuclear. Hay similitudes y diferencias importantes. Profundizaremos en ellas y un poco en la energía atómica. Sin duda.