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Lang Lang desplegó un lienzo de armonías ante Las meninas

El pianista celebró los 200 años del Museo del Prado con un recital singular

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▲ El pianista durante el homenaje al recinto.Foto Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 24 de marzo de 2019, p. 3

Madrid. Como pasos que resuenan en el lienzo, como sueños que evocan a la luz y al color, el pianista chino Lang Lang deletreó con sus manos un cálido homenaje al bicentenario del Museo del Prado. Y lo hizo ofreciendo un singular recital, en el que él, solo con su piano, se postró ante la sala donde están los cuadros más célebres de Diego Velázquez para conjurar frente a Las meninas a la música y al arte, al trazo enigmático y fulgurante del pintor con los silencios y las pautas armoniosas del sonido musical.

Había silencio en un museo en el que el ruido de los pasos de los miles de visitantes diarios es el sonido de fondo y constante.

Eran las 10 de la noche. La pinacoteca ya estaba cerrada y en una de las salas más visitadas, precisamente donde está una de las obras que es una especie de símbolo del Prado Las meninas estaba impoluto y brillante un piano negro de la marca Steinway, perfectamente afinado y listo para ser utilizado en cada uno de sus rincones.

Lang Lang, quien a pesar de tener tan sólo 36 años, es desde hace al menos una década una referencia del piano, convertido desde niño en un virtuoso del instrumento y también celebrado y admirado por su histrionismo y por su capacidad de comunicar a las grandes masas la belleza y trascendencia de su oficio.

El pianista aprovechó para dar un breve recorrido por alguna de las salas, acompañado por un pequeño séquito, para, a las 10 en punto, entrar a la popularmente conocida como “la sala de Las meninas”. Y constatar que ahí estaban su piano y algunas de las obras maestras de la historia del arte europeo.

El músico chino había visitado con anterioridad en tres ocasiones la pinacoteca y, como es obvio, nunca había tocado en sus salas. Pero como el bicentenario del Museo del Prado es un acontecimiento cultural, en esta ocasión se decidió abrir sus espacios para actos multidisciplinarios, para acercar el arte que guarda en sus paredes a otros espacios, a otros lenguajes, a otros públicos.

Lang Lang se sentó, cerró los ojos y, acariciando suavemente las teclas, interpretó primero Para Elisa, de Beethoven; el preludio Op. 28, No. 15 Gota de lluvia, de Chopin, y después El vals de Amelie, de Yann Tiersen. Y como se encontraba inspirado y elevado, regaló un vis, que fueron dos piezas populares, una de su compatriota Hu-Wei Huang, y otra del compositor español Enrique Granados.

Tras el pequeño recital, Lang Lang explicó a los pocos medios que estaban ahí, entre ellos La Jornada, que es un gran honor tocar por primera vez en estas paredes, que guardan algunas de las más bellas y famosas pinturas. La última vez que visité este salón, hace tres años, había cientos de personas, y hoy he sentido muy cerca de mi corazón a Velázquez, su luz, su color y también a sus personajes. Homenaje que además fue seguido por casi 50 mil personas en todo el mundo desde las redes sociales del museo.

Después de desplegar con su piano un lienzo de cadencias armoniosas y sonido embriagador, Lang Lang se fue caminando, con sus pasos retumbando en una sala que minutos después recuperó su estado natural por las noches, cuando la pinacoteca cierra sus puertas: el silencio. Sólo que en esta ocasión parecía que seguían retumbando en los recovecos más íntimos de los lienzos las notas musicales que brindó como homenaje el pianista virtuoso.