Opinión
Ver día anteriorSábado 23 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ahora me rindo, y eso es todo: Gerónimo
E

n la novela Ahora me rindo y eso es todo, Álvaro Enrigue superpone hechos reales con ficción narrativa creando una formidable pieza literaria para contar la historia de los pueblos apaches a los que la presión de México y Estados Unidos los hace apeñuscarse en las llanuras y cañadas de la Sierra Madre Occidental hasta reducir el territorio de la apachería a la Chiricahua, montaña que constituirá uno de sus últimos reductos. Atrás quedaron los 660 mil kilómetros cuadrados que abarcaron partes de Colorado, Oklahoma, Texas, Arizona, Nuevo México, Sonora, Arizona, Chihuahua y Coahuila, dominio de estos indígenas rebeldes que la Corona Española primero, los mexicanos después y por último los estadunidenses les fueron cercenando.

En tiempo, la novela empieza en la tercera década del siglo XlX del México independiente, atraviesa la Guerra de Estados Unidos contra México 1846-1848 y la posterior transferencia del presidente Santa Anna de otros 77 mil kilómetros cuadrados del territorio perteneciente a Sonora. Termina con la rendición y muerte de Gerónimo en 1909 en Oklahoma.

La trama principal es el secuestro de Camila, criolla chihuahuense de Janos capturada por la banda de Mangas Coloradas quien la transporta hacia la Chiricahua, cordillera de la Sierra Madre Occidental en las fronteras de entonces entre Chihuahua y Sonora. Un deslucido y estrambótico grupo de reclutas irregulares conocidos en el norte como nacionales al mando del teniente José María Zuloaga sale de Janos con la consigna de recuperarla junto al ganado que los apaches también se han llevado; en pos de tal objetivo se introducen en territorio de la apachería rebelde.

La historia recuerda la leyenda de Lola Casanova, criolla también pero sonorense, secuestrada por los seris en 1850 en el camino de Guaymas a Hermosillo comandados por el jefe Coyote Iguana negándose a regresar a la civilización y formando familia con el guerrero seri. Nadie está sugiriendo un plagio de tal leyenda, pero en todo caso la imaginación literaria de Enrigue al situar la saga de Camila en medio de la guerra de mexicanos contra los apaches le da una perspectiva más amplia colocándola en territorio anterior a la invasión de Estados Unidos, lo que después vendría a ser el lado este de Arizona, parte de la Sierra Madre Occidental, colindante con Nuevo México.

En otro plano que corre paralelo a la trama central, el autor sigue el linaje de los guerreros apaches que no se rinden defendiendo su territorio y el acceso al agua, su necesidad de reproducirse en la que el secuestro juega importante papel, sobre todo de mujeres mestizas, angloamericanas y niños. En este plano sigue la huella de Gerónimo reacio a deponer las armas pero rindiéndose al fin frente al ejército estadunidense a pesar de estar cercado por el ejército mexicano. Gerónimo razona que con los gringos lo que queda de su pueblo y él mismo tendrán una oportunidad de seguir viviendo, pues el odio entre mexicanos y apaches parece superior al odio entre apaches y anglosajones aunque éstos acuñan la frase el mejor indio es el que está muerto. En su voluntaria capitulación ante el general George Cook, la elocuencia de Gerónimo con 80 años a cuestas retumba en cañadas y llanuras chiricahuas, antes me movía como el viento, ahora me rindo y eso es todo, frase que Enrigue recupera como título de su libro.

Otra trama extensísima, corresponde al complot de comandantes y generales estadunidenses negados a entregar a Gerónimo al alguacil de Tucson con fama de asesino, tal y como lo deseaba el presidente Grover Cleveland en campaña de relección. En medio de la saga de Camila y el teniente Zuloaga, el lector duda si habrá solución para este plano superpuesto pero la astucia literaria del autor la hace posible, aunque no deja de ser engorroso.

Por último, aunque no menos importante están las voces de los hijos y el pensamiento del novelista que desde este plano narrativo va aclarando pedazos de la historia recuperados por la saga, y su insistencia en mostrar cómo la especie del western termina ocultando la verdad. Pero el texto tiene otro significado ante la ausencia de memoria del lado norteño. El Estado mexicano estuvo en guerra por cerca de un siglo contra los apaches aliándose en la última etapa con las mismas fuerzas estadunidenses de ocupación para combatirlos, mientras la población mexicana al otro lado de la línea fronteriza pasaba al estatus de colonizada. Negados a asimilarse a México o a Estados Unidos decidieron extinguirse. Pero en ese casi siglo ambos, mexicanos y apaches experimentaron acercamientos que terminaban en desencuentros y traiciones de odio y deseos de aniquilamiento.

En medio de nuestro nacimiento como nación nunca tuvimos tiempo ni deseos de entender que ellos eran también mexicanos desde que el presidente Guadalupe Victoria reconoció la nacionalidad mexicana de todos los indígenas de lo que se estaba construyendo como México. Nunca quisimos entender que invadíamos su territorio y nos hacíamos de sus escasos recursos, ni que si estaban en una guerra despiadada fue porque también fuimos despiadados con ellos. Nunca hemos reconocido que constituían una nación y con su desaparición se fue el conocimiento profundo de las llanuras desérticas y de las inmensas cañadas como espacios de sobrevivencia extrema. Tampoco valoramos a sus héroes de cientos de batallas y no hemos sido capaces de honrarlos reconociendo su arrojo y valentía. Paradójicamente es una pieza literaria, construida artísticamente y mezclando ficción con historia la que nos llama a reconocernos en esos episodios vergonzosos de sangre y sufrimiento para tener un rostro que le presente cara a nuestro pasado apache.

Profesor-investigador del Colegio de Sonora