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Economía moral

Teoría neoclásica y neoliberalismo // Un cuento sobre la Teoría Neoclásica de la Producción y la Distribución

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e los conceptos de la Teoría Neoclásica de la Producción, y la Distribución (TNPD) que, según lo argumentado en el cuadro, se derrumbaron después de la 2ª Guerra Mundial, examino en lo que sigue la función de producción (FP) y la justificación de la ganancia por la productividad marginal del capital. ¿La FP expresa una relación tecnológica? ¿Establece las condiciones de producción, el tipo de medios de producción utilizados? No; es formal y vacía. Su único contenido es que (en la llamada región económica) se suponen rendimientos marginales decrecientes –pero positivos– ante adiciones de un solo factor. Con este esquema formal, los economistas proceden a mostrar cómo la maximización de ganancias implica que los precios de los factores deben ser proporcionales a su productividad marginal, o que el precio de cada factor debe ser igual al valor de su producto marginal. Para que esto ocurra, es preciso suponer: competencia perfecta, de modo que las empresas no puedan influir en los precios; sustituibilidad de factores; que la producción y las ventas no toman tiempo, sino que ocurren instantáneamente, y rendimientos constantes a escala. En resumen, suponer un mundo inexistente e imposible.

Analizaré estos supuestos con un cuento. Sea una fábrica de telas que opera 10 horas diarias, con 20 trabajadores y 200 telares; cada trabajador atiende 10 telares durante las 10 horas. Las horas-hombre (HH) diarias son 200; las horas-telar (HT), 2 mil. Nombran administrador a un economista (AE), quien considera el puesto como gran oportunidad para probar la teoría de la productividad marginal. Es un economista moderno que considera los insumos como el flujo de servicios del factor. Supone que la fábrica está en equilibrio y para probarlo elimina un trabajador (10 HH); se queda con 190 HH y (cree que) mantiene las 2 mil HT. La producción de tela decrece en k metros, debido a las interrupciones en la operación de los telares, pues los trabajadores son insuficientes para abastecerlas de hilo. El AE considera el valor de k telas (vk) como el producto marginal perdido (PMP) de las 10 HH, pero encuentra que vk no es igual, sino mayor que el salario de las 10 HH; queda perplejo. Como los telares son alquilados y se pagan los servicios efectivos –los telares se detienen cuando no hay hilo– al consultar la factura de ese día encuentra que es por mil 900 y no 2 mil HT. En los hechos ha reducido todos los insumos y no puede considerar la disminución en el producto como el PMP de las 10 HH disminuidas, sino como el PMP por la disminución combinada de HT, HT e hilo. Decide que al definir así el insumo de telares es imposible variar las proporciones de los factores, contrariando este supuesto clave de la TNPD. El AE decide regresar al concepto antiguo de insumos para el caso de los telares: en términos de existencias. Con este cambio cree que puede ahora considerar a vk como el producto marginal de 10 HH. Pero como es un científico riguroso, decide que la prueba está incompleta. Restituye las 10 HH y elimina 10 telares (100 HT). El producto cae otra vez en un monto igual a k metros. Esto puede ser una coincidencia, piensa, pero se da cuenta que con 10 telares menos, un hombre estuvo sin hacer nada durante 10 horas, por lo que podría también eliminar a ese hombre (10 HH) y el producto no cambiaría. Concluye que de esta forma tampoco se pueden cambiar las proporciones (eficientes) de factores.

Considera las siguientes posibilidades: 1) Salario y alquiler de la máquina son el pago para que los factores estén ahí y, por tanto, no se relacionan con su uso y productividad; 2) las proporciones variables de factores son imposibles, y 3) esta industria es muy especial. Al pensar en el tercer punto, nota dos características de esta industria: 1) los hombres hacen diferentes tareas que las máquinas, y 2) las operaciones de las máquinas son indivisibles. De estos dos puntos se deriva que en condiciones de eficiencia óptima (que sólo puede lograrse para niveles discretos de producción) siempre habrá proporciones fijas. Como las dos primeras posibilidades le parecen muy inconvenientes para la teoría que profesa, decide abandonar la industria y regresar a la universidad. Se pone a leer y llega a la conclusión –muy perturbadora para la teoría– de que no hay industria en la que las máquinas hagan las mismas tareas que los hombres (para condiciones técnicas dadas) y en la que no haya indivisibilidades. También se percata que las máquinas se inventaron para realizar tareas previamente ejecutadas por el hombre (o que podrían serlo) y que, al disponer de maquinaria, la tarea del trabajo directo consiste en vigilar, reparar, operar y dirigir los impulsos de la máquina, o abastecerla con materiales. Que en todos los casos las proporciones fijas parecen la regla de la operación eficiente. El AE sale de su crisis intelectual al enterarse de las teorías más recientes y refinadas que suponen una mercancía para todos los propósitos, llámese jalea, plastilina, mantequilla o juegos de mecano. Decide olvidar los experimentos. La economía no es una ciencia experimental. De ahora en adelante usará la teoría sin intentar probarla, en el entendido que, aunque la teoría se base en supuestos falsos, los resultados significan que la economía se comporta como si los supuestos fuesen verdaderos.

El análisis más amplio y detallado en el que me basé, puede verse en mi artículo Sobre conceptos y medidas de productividad (Comercio Exterior, dic. de 1973).

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