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Lutos y duelos en el país son visibilizados desde la narrativa

En entrevista con La Jornada, el autor Luis Jorge Boone habla de Toda la soledad del centro de la Tierra (Alfaguara), su obra más reciente, que presentó en la Feria de Minería

 
Periódico La Jornada
Miércoles 27 de febrero de 2019, p. 3

Ante la situación de violencia en México, el poeta y escritor Luis Jorge Boone se propuso abordar ‘‘el dolor que somos, la ausencia, el silencio, la duda que se queda” y la pregunta: ¿cómo seguir viviendo después de eso?

El resultado de esas cavilaciones es la novela Toda la soledad del centro de la Tierra, que presentó en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

Desde hace años le han preguntado cuándo escribiría sobre el narco, ‘‘por un prejuicio y un estereotipo estúpido, pues pensaban que si eres del norte ‘vas a escribir lo que te toca’”.

Resolvió nunca narrar el crimen organizado ‘‘porque no me interesa, es una cosa banal y más propia de los reportes informativos”, aclara Boone en entrevista con La Jornada a propósito de su más reciente libro, publicado por Editorial Alfaguara.

‘‘No me interesó mencionarlos en esta novela, ni siquiera darles un nombre. Sabemos de sobra qué son, cómo se mueven, qué desplazamiento y lugar tienen en la sociedad, qué lugar no deberían tener. Ese juicio lo hemos estado haciendo en los últimos 10 años, en los que el país se ha convertido en un lugar de territorios ocupados, dividido, azotado, violentado, que muchas veces normaliza estas conductas.”

Rechazo a la ficción que endiosa a criminales

En cambio, sostiene Luis Jorge Boone (Monclova, Coahuila, 1977), ‘‘quise mencionar a las víctimas, quienes pierden a alguien y tienen que descubrir cómo seguir viviendo, darle un lugar a ese descubrimiento de cómo algo puede dolernos el resto de la vida y seguir a pesar de que sienten que les quitan media existencia”.

Explica: ‘‘Los lutos y duelos que se dan en el país los quise reflejar a través de dos narraciones. Una es la individual del niño, El Chaparro, quien se fuga de su casa y se va enfrentando cuando él cree que el mundo puede mejorar, éste le abre el hocico como para tragárselo. Pero también quise describirlo desde un punto de vista colectivo: cómo estas acciones que vemos en todo el país, en que los grupos criminales arrasan y se apoderan de pueblos, los cierran y los cambian; desaparecen personas y son dueños y señores de la vida de personas. Quise dar voz a las víctimas.

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▲ ‘‘En esta novela no me interesó mencionar a los narcos, ni siquiera darles un nombre. Sabemos de sobra qué son, cómo se mueven, qué desplazamiento y lugar tienen en la sociedad, qué lugar no deberían tener. Ese juicio lo hemos estado haciendo en los pasados 10 años, en los que el país se ha convertido en un lugar de territorios ocupados, dividido, azotado, violentado, que muchas veces normaliza estas conductas”, explica el narrador Luis Jorge Boone (Monclova, 1977), en entrevista con La Jornada.Foto Víctor Benítez/Penguin Random
House Grupo Editorial

‘‘Nunca había sido tan frontal con estas cosas; llega un momento en que la escritura misma, sus necesidades de contar una historia te llevan ahí; cuando lo tienes cerca es que más urgente se hace.”

Desde esa postura rechaza la ficción ‘‘que engrandece o endiosa a ciertos personajes criminales y los hacen deseables o interesantes. Son pasos en falso, callejones sin salida. Son una mentira en el peor sentido de la palabra. Son acercamientos muy manipulados acerca de la realidad y desarrollan una postura política que no contribuye en nada en la construcción de una sociedad y un discurso social”.

El peligro, siempre latente en la vida y los pueblos

Las consideraciones se dan en relación con sus personajes. Arnulfo, quien aspira a tener ‘‘una vida de glamur y violencia y de riqueza. Cuántas veces la narcocultura no se ha vuelto una cosa deseable, una salida de la pobreza, del anonimato, del secuestro social que tiene la pobreza”.

El Chaparro, el hijo menor de una familia. Es la primera vez que explora la visión de un niño, en este caso cómo ve ‘‘el mundo de violencia en el que nace y los efectos en él y en su mundo. Ese camino me gustó para recorrerlo, para que fuera el riel sobre el que se montaba la historia”.

Y los abuelos. Él, despojado de todo ‘‘es el uey que se chinga, pase lo que pase. Es lo que sabe hacer y para lo que vive’’. Ella, quien asume el papel de matriarca y ‘‘de pronto se siente harta de esa carga que no lo pidió, pero tiene que hacer. Son personajes que siempre están buscando cómo hacer lo que deben hacer, cómo ocupar su lugar”.

Luis Jorge Boone concluye: ‘‘Como sociedad hemos dado un paso al frente, al reconocer que estas cosas existen y que el peligro está siempre acechando a la vida, a los pueblos. Estas ficciones nos preparan para pronunciarnos y tomar una decisión. No nada más el gobierno tiene una prueba por delante, la sociedad, los artistas, los líderes de opinión, las personas, los padres, los hijos. Todos tenemos bastantes decisiones qué tomar y no son tan claras”.