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El retorno de Lysenko
E

n el caso del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que por diversos motivos ha atraído la atención pública en las semanas recientes, se intenta fabricar una realidad cuyo objetivo es desplazar la atención hacia un lugar alejado de los temas nodales y del verdadero debate sobre la pretensión de imponer un modelo para el desarrollo de la ciencia y la tecnología en México que atenta contra la libertad de investigación.

Se pretende construir una realidad basada en un maniqueísmo según el cual habría un grupo que busca transferir recursos públicos a empresas privadas y trasnacionales obteniendo beneficios con ello, y otro que viene a salvarnos de lo anterior impulsando una ciencia para enfrentar los graves problemas nacionales en beneficio del pueblo. Esta caricatura puede servir para confundir a algunos. En realidad constituye una cortina de humo que pretende ocultar el verdadero tema de fondo que es la idea en que se sustenta la iniciativa de Ley de Humanidades, Ciencias y Tecnologías que se intenta presentar como de izquierda y revolucionaria, cuando en realidad es conservadora y retardataria.

Al respecto, el jueves 14 de febrero tuvo lugar en El Colegio Nacional una conversación sobre ciencia e ideología en la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), en la que se analizó el caso de Trofim Lysenko (1898-1976), el agrónomo ruso que impuso una visión única sobre lo que debería ser la ciencia, excluyendo –e incluso eliminando– concepciones o prácticas consideradas contrarias a ella. Para Antonio Lazcano Araujo, uno de los coordinadores del acto (junto con José Sarukhán Kermez), este fenómeno fue una tragedia pavorosa que afectó profundamente a la biología y a la investigación científica en general.

En su brillante exposición, Lazcano –quien por cierto es uno de los fundadores de este diario– explicó que Lysenko fue opositor a la genética mendeliana que consideraba al darwinismo (sin entenderlo muy bien) como la única teoría acorde con el materialismo dialéctico y el marxismo leninismo. Su método conocido como vernalización (aprendido de los campesinos) consistía en que el enfriamiento de granos y semillas las adaptaba para el crecimiento y germinación a bajas temperaturas, cuya imposición provocó un desastre sin precedente en la agricultura soviética. Con el apoyo de Stalin llegó a ocupar en 1935 la presidencia de la Academia de Ciencias Agrícolas, desde donde provocó daños irreparables a la biología, incluyendo el encarcelamiento y la muerte de genetistas distinguidos. Esta sesión, en la que participó también el doctor Loren Graham del Instituto Tecnológico de Massachusetts, no tiene desperdicio y puede verse completa en la página web de El Colegio Nacional.

Aunque no es posible extrapolar la experiencia soviética con lo que pasa hoy en México –como aclaró Lazcano–, es inevitable observar algunas semejanzas. En el caso Lysenko hay lecciones importantes sobre las consecuencias de la imposición de un punto de vista único en la ciencia y la persecución o eliminación de los adversarios. En México hay señales ominosas como la renuncia forzada de la genetista Beatriz Xoconostle Cázares a la dirección del Centro de Investigación Científica de Yucatán, y la propia iniciativa presentada ante el pleno del Senado de la República diseñada para combatir, no la diseminación de plantas modificadas genéticamente por el territorio, pues eso forma parte de otras regulaciones, sino para ir a la raíz, es decir, controlar y eventualmente prohibir la investigación, gracias a la cual podemos conocer con certeza las oportunidades y riesgos de los organismos genéticamente modificados.

Aunque ahora resulta que la iniciativa citada está en la orfandad. En la muy interesante entrevista realizada por Laura Poy Solano a la doctora Elena Álvarez-Buylla publicada este domingo en La Jornada, la directora del Conacyt se dice sorprendida porque dicha iniciativa no forma parte de la agenda legislativa del Presidente; lo que puede interpretarse como marcar distancia con una propuesta que ha generado descontento en muy amplios sectores de las comunidades académica y científica del país.

Conviene recordar que al final de su intervención, el 8 de febrero, la senadora Rivera reconoció la participación del Conacyt en la elaboración del proyecto. Como no existe evidencia, por ahora, de la participación directa de la doctora Álvarez-Buylla en la elaboración de la iniciativa de decreto, cabe preguntrarse entonces a quién dentro del Conacyt corresponde el agradecimiento de la senadora por ayudarla en algo que no forma parte de la agenda presidencial en materia legislativa.

Lo que realmente está en el centro es el debate sobre cuál debe ser la política de ciencia en la Cuarta Transformación. Si se trata del retorno de Lysenko, habrá que ver si el presidente Andrés Manuel López Obrador está dispuesto a convertirse en el Stalin que necesitan quienes estigmatizan áreas completas del conocimiento como la biotecnología y pretenden imponer restricciones a la libertad de investigación.