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Pecadores en luna de miel
U

na pareja de osos de peluche fue unida este enero en matrimonio por el alcalde, muy humano, del décimo tercer distrito de París. La ceremonia tuvo lugar en un vasto salón de la alcaldía ante un nutrido público de osos de peluche y algunos afortunados seres de carne y hueso que consiguieron colarse a esta ceremonia.

El alcalde Jerôme Coumet, trajeado para la ocasión y exhibiendo sobre su camisa la banda tricolor correspondiente a su función, pronunció las palabras rituales de este acto para escuchar el consentimiento de los osos al matrimonio. Tanto el novio, Ursus de Gobelins, como la novia, Natacha Bièvre, contestaron afirmativamente. Coumet, contagiado por la emoción reinante en la sala, los declaró marido y mujer unidos por los lazos del matrimonio. Sonaron de inmediato los aplausos y los gritos del público pidiendo a los recién casados que se besaran. Los peluches no los hizo esperar y se dieron un amoroso beso, más con la nariz que con la boca, sin ocultar el profundo y romántico amor que siente una por otro y otro por una.

Philippe Labouret, el papá, librero de profesión, quien se encargó de hacer correr las amonestaciones precedentes a la boda, recogió el Livret de famille, donde queda la constancia del matrimonio, con sus nombres y apellidos, lugar y fecha de nacimiento. Livret de famille en cuyas páginas irán inscribiéndose los nombres de sus descendientes. Aunque, en el caso de Ursus y Natacha, el primer espacio consagrado al primer hijo ya es ocupado por el nombre de Golosso, peluche encantador nacido antes del matrimonio.

En efecto, aclara Philippe: los nounours (término utilizado por los niños para designar a sus peluches) habían cometido una falta, habían pecado, y era obligatorio casarlos. Así, los osos de peluche, los cuales miden un metro con 40 centímetros y pesan más de cuatro kilos, asistieron a su matrimonio con su hijito, un osezno de peluche.

Si Coumet, el humano alcalde, se presentó en traje y abanderado, los novios lucieron ropas especiales, propias para la pompa de la ceremonia matrimonial. Ursus apareció en traje de etiqueta de color negro y una corbata roja. Natacha resplandecía en su vestido de seda blanco y un velo de gasa transparente en la cabeza. El padrino, otro comerciante del distrito, ofreció los anillos cincelados con hojas de oro. Los testigos, elegantes, fueron los dos peluches estrellas de un programa de la televisión francesa para acompañar a los niños a dormir. En cuanto a los numerosos asistentes, sentados en las filas de sillas del salón, vestían el estricto traje de peluche café marrón.

Desde luego, a la ceremonia oficial siguió una recepción ofrecida en la alcaldía. Pero, como el matrimonio tuvo un éxito tan inesperado como inolvidable, Labouret y otros amigos del distrito decidieron organizar un banquete de bodas en un prestigioso restaurante del barrio. Banquete donde los comensales participaron con su presencia y con su bolsillo. De comida en cena, las festividades se prolongaron durante varios días con la alegre asistencia de los ahora conocidos como los “nounours des Gobelins”.

A pesar del frío invierno y del calor de las manifestaciones de los chalecos amarillos, las polémicas alrededor del gran debate lanzado por el presidente Macron para tratar de reconciliarse con el electorado, debate del cual son excluidos los chalecos amarillos, en nombre de la seguridad del presidente francés, todas las fiestas alrededor del matrimonio de Ursus y Natacha han sido una caricioterapia o terapia de mimos y apapachos. Caricias que los niños saben dar a sus peluches y recibir de ellos, compañeros de juegos y de sueños.

El mariage pour tous, lema de los manifestantes en favor de la legalidad matrimonial entre personas del mismo sexo, es ahora matrimonio para todos. Una puerta a la terapia de mimos que, como la risa, cura de cualquier mal y hace ver la vida en rosa, incluso a los adultos que podrían dormir con un peluche.