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Las maquiladoras del descontento
L

a huelga que ayer a las dos de la tarde inició en 45 plantas maquiladoras de Matamoros, Tamaulipas, y que venía perfilándose desde el 12 de enero, ante la negativa de varias compañías (especialmente de los ramos eléctrico y automotriz) a acceder a demandas de sus trabajadores, es la más reciente manifestación de un problema recurrente en la línea fronteriza norte de México. Prácticamente desde sus inicios formales –en los años 60 y en el marco del llamado Programa de Industrialización de la Frontera, cuando fueron celebradas como una panacea para combatir el desempleo y fomentar el desarrollo local– las empresas ensambladoras extranjeras asentadas en esa zona de la República inauguraron, con pocas excepciones, una historia de arbitrariedades y abusos que ya lleva más de medio siglo.

Los alrededor de 70 mil operarios (y operarias, porque un porcentaje sustancial de la mano de obra de las maquiladoras está compuesto por mujeres) que hasta ahora se han sumado a la medida de fuerza, levantan tres reclamos básicos: aumento salarial de 20 por ciento, un bono por 32 mil pesos y la disminución de las cuotas sindicales. Detrás, sin embargo, laten reivindicaciones más antiguas y que ya parecen consustanciales a la industria de la maquila: condiciones de trabajo a menudo deplorables, horarios abusivos, incumplimiento de la legislación laboral, exposición a sustancias y ambientes contaminantes, hostigamiento sexual en el caso de las mujeres, y representaciones sindicales que con indeseable frecuencia cuidan más los intereses de los patrones que los de los trabajadores.

De hecho, durante los primeros días de negociación entre los empresarios y los delegados de los trabajadores, gran parte de éstos se quejaron masivamente de no estar debidamente informados sobre la marcha de las conversaciones y llamaron a sus compañeros a desconocer al Sindicato de Obreros y Trabajadores Industriales de la Industria Maquiladora, eligiendo en su lugar representantes por fábrica. En este contexto de inconformidad con las empresas y con los propios comisionados sindicales, los intentos de las autoridades laborales por hacer tiempo y posponer durante 10 días el estallamiento de la huelga (para buscar una solución en ese lapso) no tuvieron éxito, y la parálisis de las empresas se concretó este viernes. El argumento del subsecretario de Trabajo, Alfredo Domínguez, según el cual la medida no beneficiaría a ninguna de las dos partes, resultó más débil que el descontento que en las maquiladoras, no sólo de Tamaulipas sino de toda la franja fronteriza, tiene un carácter permanente.

Lo cierto es que la industria de la maquila, que en algún momento representó un avance para la región fronteriza, porque aun con sus inconvenientes constituía una indispensable fuente de trabajo, actualmente es un territorio donde campea el abuso. Tan es así que ni las disposiciones recientemente promulgadas por el nuevo gobierno, que apuntan a fortalecer el desarrollo económico y social de las entidades de la frontera norte, han encontrado eco entre las patronales de un sector industrial demasiado habituado a operar sin más consideración que su tasa de ganancia.