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El Peladito, el restaurante de una familia triunfadora

En cuatro años han abierto cinco sucursales, y planean la apertura de dos más por año en CDMX

 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de enero de 2019, p. 7

Hay hombres que están destinados a escribir su historia, y a dejar huella. No importa cuántas veces se hayan caído, siempre se levantan. Y triunfan.

Víctor Ferrer es de ellos.

Para el creador de El Peladito (primero un sueño y, ahora, una realidad que logró con su esposa, Alejandra) la vida se resume en una máxima que le escuchó a su padre: si vas a hacer algo, hazlo bien; si no, no lo hagas.

Hoy, a casi cinco años de haber comenzado este proyecto, en un pequeño local en la colonia Obrera de Ciudad de México, con apenas tres empleados (su esposa, él y un hermano), El Peladito tiene en la actualidad cinco sucursales, una carta con más de 60 platillos, especialidades en pescados y mariscos al mejor y único estilo Sinaloa (la mitad, creación del que se define cocinero, más que chef) y 150 empleados que conforman lo que él llama La familia Peladito.

Estirpe que comenzó con una verdad a medias y la ayuda de la Virgen de Guadalupe. ¿Sabes hacer pescado zarandeado?, le preguntaron a Víctor cuando fue a pedir trabajo en un restaurante de Sinaloa. ¡N'ombre, compa, seguro que sé!, respondió. Y sabía, pero sólo en teoría. Víctor había trabajado en un restaurante de Tijuana como cortador de verduras, empanizaba; lo que en cocina llamamos producción, pero su inquietud lo llevó a meterse en la cocina. Tenían varias secciones: de comida caliente, de mariscos, pescados al carbón y aguachiles. Y yo, al terminar mi turno, en vez de irme a mi casa a dormir, me quedaba a aprender.

Sólo de ver, estaba seguro de que sabía preparar, así que no dudó cuando le preguntaron si sabía hacer el zarandeado. Pero ese día tuvo otra ayuda: Yo siempre me encomiendo a la virgencita, me persigno y a darle. Y funcionó: le dieron el trabajo.

Soñar en grande

Víctor Ferrer es de Sinaloa, pero la cocina lo ha llevado lo mismo a Tijuana que a Ciudad de México, a donde llegó hace 17 años con la promesa de que, al hacerse cargo de la cocina de un restaurante de mariscos, le pagarían su sueldo, la renta de un departamento y sus viáticos. ¡Vámonos!, se dijo Víctor quien, no hace falta decirlo, se considera alguien que sueña en grande.

Pero no fue fácil cumplir su sueño. Al llegar a la ciudad trabajó un año y dos meses, esperando que las promesas se cumplieran, pero no hubo nada. Me di cuenta de que no todos tienen palabra y es mejor firmar un papel, recuerda.

Pero la fama de sus platillos (gran parte de su éxito es que inventa sus propias recetas) llegó a oídos de un inversionista, que le encomendó abrir un restaurante, en donde sus aguachiles comenzaron a atraer personalidades de la farándula, de la política, del deporte.

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▲ Hay quienes aseguran que en El Peladito se comen los mejores mariscos estilo Sinaloa en CDMX.Foto Roberto García

Su buena racha terminó de manera fulminante con la muerte del inversionista, ya que la mujer que heredó el restaurante lo llamó sólo para despedirlo.

A la salida de Ferrer del restaurante, éste dejó de funcionar y Víctor enfrentó una mala racha.

Y, de esa mala racha, la gastronomía ganó a uno de los mejores cocineros de pescados y mariscos de Ciudad de México.

Durante esa dura etapa, Víctor dormía mucho para no pensar en comer. Y al despertar le venían a la mente recetas nuevas. Tenía una libretita donde anotaba los platillos que se le ocurrían y así nació la tostada sinaloense, que es la primera que inventé y la que más se vende ahora en El Peladito.

Pero antes de hacer realidad lo que soñaba en aquella época de pobreza, tuvo otro par de tropezones en restaurantes donde, al final, Víctor decidió dar las gracias y emprender su sueño: su propio lugar.

Lo hizo en el momento exacto. Con la ayuda de su ahora su esposa, Alejandra, abrió el primer Peladito, con dinero prestado para el traspaso del local y el esfuerzo de tener que cocinar casi de madrugada, ya que Víctor trabajaba en otro restaurante en CDMX, de modo que tenía que dejar todo listo para que los platillos sólo tuvieran que montarse.

En equipo, él y su esposa, no sólo levantaron el negocio con sazón y pasión, venciendo dificultades diversas, propias de un nueva empresa. Al tiempo, el trabajo rindió frutos con la llegada de un socio que le propuso abrir el segundo Peladito, por la zona de la colonia San José Insurgentes, en la calle Damas. El éxito fue inmediato y le permitió poner en práctica cada vez más platillos nuevos.

Siguió el local del rumbo de Viaducto, otro más en San José Insurgentes, el de Gabriel Mancera y, más recientemente, el de Tezontle, al oriente de la ciudad. Y, desde entonces, después de tanto tropezar y levantarse, El Peladito no hecho sino crecer con el apoyo y la ayuda de muchas personas que se han comprometido con la causa y que ahora forman la familia Peladito. Para el próximo año se abrirán más sucursales bajo la acertada calificación de algunos como los mejores mariscos estilo Sinaloa en CDMX.

Todo bajo la filosofía de su padre de hacer las cosas bien y una enseñanza que aprendió en las cocinas donde ha estado: el secreto está en las manos; yo te puedo dar la receta, pero el amor que le pones a los platillos está en las manos.