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Desabasto en estados huachicoleros // Gasolina: compras de pánico, acicate

A

irados reclamos y compras de pánico generan el desabasto de gasolina en cuando menos seis estados de la República, los cuales, coincidentemente, son los que registran el mayor número de tomas clandestinas, se localizan en la ruta de distribución de combustible robado y forman parte de las zonas ostentosamente controladas por el crimen organizado.

No es casualidad, pues, que las acciones gubernamentales para evitar el robo de combustible (en las terminales de abastecimiento de Petróleos Mexicanos –Pemex– y en los ductos de la misma empresa) tengan un efecto inmediato en el suministro del carburante en esas entidades, lo que a su vez genera compras de pánico en otros estados.

Lo anterior lleva a suponer que buena parte del combustible consumido en las entidades ahora aparentemente desabastecidas proviene de esas dos modalidades, es decir, del robo directo en las instalaciones de Pemex y de las tomas clandestinas.

Al ponerse en marcha acciones contundentes para evitar la comisión de tales ilícitos, obvio es que la oferta del producto ilegal disminuye radicalmente. Por lo mismo, la creciente clientela de gasolina robada ahora se ve en la penosa necesidad de hacer fila en el mercado legal.

De cualquier suerte, el grueso del combustible hurtado no se comercializa a nivel hormiga (de coche en coche, en bidones, etcétera), sino a clientes de alto consumo, como son las propias gasolineras, las empresas de transporte de mercancías y pasajeros, los consorcios privados con enormes flotillas de reparto, y los gobiernos estatales y municipales, por sólo citar algunas posibilidades.

La comercialización ilícita genera enormes ganancias para unos y un muy buen ahorro para otros, y como el negocio del robo de combustible se ha institucionalizado, amén del aumento en el precio de la gasolina, tal práctica cuenta con una creciente clientela. Pero, cerrada la llave, ahora todos tienen que hacer fila, hasta que se regularice la comercialización legal.

La información disponible detalla que en 2018 (hasta octubre) siete estados de la República concentraron 80 por ciento de tomas clandestinas (10 mil 41 de un total de 12 mil 581), y coincidentemente son las entidades que ahora reportan desabasto. Además, en cuatro de ellos se localizan igual número de refinerías de Pemex, donde cargan las pipas que distribuyen combustible robado.

En Hidalgo, una de las entidades afectadas, se localiza la refinería de Tula, además de que en el lapso referido se registraron mil 726 tomas clandestinas. Lo mismo sucede en Guanajuato con la refinería de Salamanca y mil 547 tomas. Tamaulipas, con la Francisco I. Madero, en Ciudad Madero, y mil 84 tomas. Y Veracruz, con la Lázaro Cárdenas (Minatitlán), y mil 338 tomas.

Los tres estados restantes están en la ruta de la distribución de los cuatro anteriores: Jalisco, con mil 263 tomas clandestinas; estado de México, mil 268, y Puebla, mil 815. En los siete hay desabasto… pero de gasolina robada. Y en la histeria provocada, ayer Ciudad de México comenzó a reportar problemas. Por la tarde, algunas estaciones de servicio se encontraban cerradas.

Ahora, todos histéricos, todos urgidos, todos compungidos, pero nadie dijo nada ante el sostenido crecimiento del robo de combustible en los tres sexenios anteriores (Fox, Calderón y Enrique Peña) al de López Obrador. Para dar una idea de qué se trata, tan sólo con Enrique Peña Nieto en Los Pinos, el número de tomas clandestinas se incrementó 923 por ciento, amén de que el atraco pipero gozó de cabal salud.

Las rebanadas del pastel

Presume la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) que en 2018 los trabajadores inscritos en las Afore obtuvieron una plusvalía de 42 mil 234 millones de pesos. ¡Felicidades! Pero, en promedio, el reparto de la ganancia fue de 676.83 pesotes (56.40 pesos por mes) para cada una de las 62 millones 400 mil cuentas registradas. Entonces, a ese paso, ni en un milenio se reúne un monto suficiente para una pensión medianamente digna.

Twitter: @cafevega