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Ruta Sonora

Carlos Velázquez: el rockstar negro de la literatura blanca (1ª parte)

¿P

or qué esta entrevista a un escritor, en un espacio de música? No sólo porque el torreonense Carlos Velázquez vio en 2018 uno de sus mejores años como figura dentro de las letras mexicanas recientes, sino por su cercanía intrínseca con la música, en especial con el rock estridente y con la forma en que maneja su carrera: más como un rockstar que como un escritor solemne de la vieja guardia. Su identidad norteña le dota de una transparencia y honestidad singulares, y su naturalidad para hablar del consumo de estupefacientes (en particular de la cocaína), con el desparpajo similar con que Juan Cirerol canta sobre la ingesta de cristal por ejemplo (para hablar de otro fronterizo insumiso), le ha brindado numerosos lectores jóvenes (su libro La Marrana Negra de la Literatura Rosa; Sexto Piso, 2010, va en la séptima edición).

Disparado a la fama con el abigarrado y surreal libro de relatos de ficción La Biblia Vaquera (Conaculta 2008, ganador del premio nacional de cuento Magdalena Mondragón 2005), en 2018 destacó con La Efeba Salvaje (Sexto Piso) pero sobre todo con El Pericazo Sarniento (Cal y Arena): una serie de crónicas más personales, respecto de su relación con el polvo blanco de marras tras los años, la cual pasa del descubrimiento juvenil a la paranoia, el miedo adulto y la toma de conciencia, pasando por momentos de gran plenitud y aventuras urbanas contemporáneas que dibujan de sesgo retratos varios de la cotidianeidad en las entidades víctimas de la “Guerra contra el Narco”, sin ser moralino ni político. Con un estilo ingenioso, desenfadado y ácido, no hace apología de la droga, no juzga ni se juzga: sólo retrata, como ciudadano mexicano de inicios de siglo XXI en medio de un fuego cruzado de grapas del que sin proponérselo es protagonista, su experiencia individual, sus conflictos y gozos, con el asombro y rush de un adolescente perenne, tal y como pasa con quienes hacen del rock una forma de vida.

En la línea de los fallecidos escritores mexicanos Jesús Gardea y Daniel Sada o del chileno Roberto Bolaño, Velázquez, a pesar del humor que arroja cuando escribe, se considera un autor muy serio: “Entiendo que por lo que he publicado, he sido estereotipado, pero como decía Marky Ramone: una vez que te vuelves una caricatura o un personaje, ya es inevitable volver atrás. Muchos creen que vivo en la fiesta permanente y que todo lo que escribo habla de mí, pero no, hay mucha ficción, y quizá mi trabajo más serio esté en La Efeba Salvaje”, dice mientras bebe cerveza y se disculpa: “perdona si ya estoy algo pedo”.

Sobre el momento en que cayó en la cuenta de que era escritor, dice: “lo puedes aceptar o también lamentar, porque se vuelve una gran fuente de estrés. Yo fui consciente de ello cuando publiqué La Marrana... Ahí vi que, o seguía escribiendo o me dedicaba a vender drogas. Pero ojo, no hay que romantizar la vida del escritor: uno es como todos, hay que pagar la renta, el gas, pero a diferencia de quien se va a descansar tras salir de trabajar a las 7, el pobre pendejo del escritor todavía se tiene que ir a teclear sus obras. Tienes doble trabajo, y es como una obligación inexplicable que te impones, nadie te obliga. Pero si no lo haces, no puedes dormir; es una especie de conciencia retorcida del deber, que te impide disfrutar de otras cosas, porque renuncias hasta a la fiesta, ir al cine, pues dices: ni madres, tengo que ponerme a escribir ese puto libro. Después da muchas recompensas, claro; y la más grande no es monetaria, sino un descanso: al fin pude quitarme esta monserga de encima. Así que si piensas que ser escritor te va a evitar trabajar, vives en una ilusión: vas a trabajar más”, precisa el disciplinado autor de 40 años de edad, que ya prepara otro libro a ser publicado en febrero.

Sobre su relación con el rock y la recurrente aparición del mismo en sus obras, a través de citas de músicos, canciones, o como soundtrack de sus relatos, afirma: “Al empezar en esto me gustaba mucho la palabra, el arte de la escritura, pero la actitud de los escritores me parecía de profunda hueva. Así que elegí tomar de la literatura mi preparación, y del rock mi actitud. Para empezar mi día, tengo que poner unas pinches rolas a todo volumen; no me imagino a Camilo José Cela levantándose y poniendo a los Ramones. Mis motivaciones son otras. ¿Cómo describiría esa actitud? Pues enérgica. Si lees mis cuentos, no hay respiro en 20 páginas, como canciones o discos que no puedes frenar sino hasta el final. Esa energía es algo que no bebo de la literatura; a ésta le debo el estilo, la preparación, el campo semántico pero no ese ímpetu” (continuará). Conciertos.

Twitter: patipenaloza