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El corazón de la música del Congo
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▲ Durante la presentación de Jupiter & Okwess, la noche del 26 de octubre pasado, en la Alhóndiga de Granaditas, en el Festival Cervantino.Foto Valentina Gatti
 
Periódico La Jornada
Sábado 15 de diciembre de 2018, p. a12

La pura gozadera.

Bonjour tout le monde!

Il n’est nul besoin de se

connaitre pour se saluer…

La voz de Júpiter retumba.

Rumba africana.

Directamente desde el Congo, Jupiter & Okwess incendian altavoces, sacuden portamentos, ponen en movimiento asentaderas, torsos, caderas, brazos, piernas.

¡A bailaaaaar todoooos!

El disco que hoy recomendamos se titula Kin Sonic y es de la autoría de Jupiter & Okwess, siendo Jupiter no el quinto planeta del sistema solar ni el dios romano equivalente al Zeus de la mitología griega, sino el políglota, cultísimo Jean-Pierre Bonkondji, quien decidió adoptar el nombre de Jupiter para poner en movimiento los planetas en forma de extremidades y tronco de todo humano que escuche esta música irresistible, impele al movimiento de manera instantánea.

Mein Congo ist wunderbar, canta Jupiter y enseguida cambia del idioma alemán hacia el francés y algunas palabras en inglés y por eso el track inicial de este disco se llama Hello, a manera de introito, umbral y bienvenida, en varios idiomas.

Ritual. Celebran un ritual. Los músicos del grupo Okwess (palabra que significa comida, en lengua kibunda) semejan racimo estatuario al mismo tiempo en movimiento, sus miradas están puestas en la nada, en el cosmos, de hecho, el bajista, Yende Malamba, toca con los ojos cerrados y su atuendo: boina roja militar, pantalones de camuflaje de batalla, su aspecto fiero, hiératico, pareciera amenazante, pero en realidad esa apariencia forma parte del encanto de esta banda fenomenal que el Disquero disfrutó en vivo en el Festival Internacional Cervantino, en octubre pasado, cuando Jupiter & Okwess, como dicen los cronistas amantes del lugar común y las frases hechas, ‘‘incendiaron la Alhóndiga de Granaditas” (je), el 26 de octubre, en la ciudad de Guanajuato.

Dos noches antes fueron los abrelatas (teloneros) del concierto que ofreció el mítico agrupamiento Gorilaz en el Palacio de los Deportes y por eso el baterista, Montana Kinunu, se presentó en Guanajuato con una máscara de lucha libre, en el estilo implantado por el grupo Gorilaz en marzo pasado, cuando sus integrantes tocaron en el Vive Latino enmascarados de esa manera.

El disco que hoy recomendamos (muy apropiado para el baile preposada) se puede escuchar en Spotify, donde también se puede disfrutar Hotel Univers, el primer disco de Jupiter & Okwess, publicado en 2013, y otras músicas del gran Jupiter.

Imposible no mover el portamento cuando suena este disco, saludado con honores por el mítico Jon Pareles, el crítico de discos del New York Times.

Al saludo de introito, Hello, track 1, sigue Musonsu, con energía voltaica inenarrable. La alegría. El optimismo.

Es momento de decir que estos músicos del Congo son combatientes. Su lucha social es clara y muy inteligente, pues critican el status quo, denuncianla corrupción del gobierno, con elegante discreción y galanura, muy a la manera de Shostakovich burlándose en su cara de Stalin. Por eso son queridos por el público y su música aceptada de inmediato.

Además, entre sus principios y objetivos de lucha destaca la exigencia de respeto a las mujeres, la justicia social, la emancipación.

Esa pieza, por ejemplo, Musonsu, es un llamado a la unidad, ‘‘car sans unité nous resterions bien peu de choses” / porque sin unidad conseguiríamos muy poco) y es un estallido, un volcán en erupción, con su pulso radiante, interior, en bajo y batería y un punteo de guitarra efervescente. Nos pone en órbita de inmediato.

Los ritmos tradicionales del Congo se funden con elementos de rock, funk, colores radiantes, sol, vida. La música Mongo, creada por las tribus bantú, proveniente de los bosques ecuatoriales del centro de África, se amalgama con distintas variantes como el soukous, la llamada rumba congolesa, el kwassa kwassa, los ritmos mutwashi, el ritmo zebola, la cantilación bonyoma y las lenguas lingala, tetela, ekonda, mongo y tshiluba.

Alta intensidad, esta música zumba, se eleva, suda, tremola.

Alta incandescencia.

Esa mezcla deliciosa de sencillez con intricaciones rítmicas, estructuras de complejidad contrapuntística, andamiajes en apariencia muy elaborados, resulta en atmósferas de alegría plena, paisajes vibrantes y baile, mucho baile.

Las notas al programa de este disco son en realidad un desplegado, manifiesto, declaración de princios: el librito se desdobla y queda convertido en un poster en cuya parte frontal aparece la portada del disco, creación artística de Robert del Naja, integrante a su vez del grupo Gorilaz.

En el disco participa también como invitado Warren Ellis, violinista del grupo Nick Cave’s Bad Seed.

El anverso de la página/poster, equivalente a los tradicionales booklets, es el set list del disco, donde bajo cada uno de los títulos de las 11 piezas que componen el álbum, esplenden pequeños textos plenos de sencillez, ironía, inocencia y críticas tan directas como la siguiente, que corresponde a la obra titulada Benanga: ‘‘el rey organiza su boda con el dinero del pueblo e invita a todos a comer y beber, pero yo me burlo de su fiesta porque el rey es un ladrón”.

La obra nombrada Le temps passé es una romanza, una parábola, una historia contada alrededor de la fogata en medio del bosque y de la noche: ‘‘los tiempos idos no regresarán jamás, por eso hay que vivir plenamente el instante, para convertirlo en vivencia permanente, para poder caminar serenamente hacia un futuro que consiste simplemente en el instante del presente”.

Está bailada/cantada/cantilada en ritmo motshoka, de la etnia mongo, provincia de Bandundu. Y es trilingüe: francés, kiyansi y lingala.

Vaya, el sistema de vasos comunicantes se extiende hasta territorios de los conceptos del budismo, como en la pieza titulada Pondjo Pondjo: ‘‘no te ates a bienes materiales, son perecederos. Si por el contrario, te atienes a la acción de la energía vital, positiva, vivirás feliz”.

El siguiente track, Ekombe, también cantado en lengua lingala, es otra declaración poética: ‘‘la danza en tanto música muda hace la música invisible y la danza también invisible. Tras la noche de los tiempos, la música y la danza acompañan las ceremonias de los humanos, así que ¡bailemos!”

¡A bailar todoooos!!!

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