Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de diciembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Potentiae
P

otentiae, primer largometraje documental de Javier Toscano, presentado exitosamente en el Festival Internacional de Cine de Morelia el año pasado, sorprendió por su novedoso punto de vista al abordar el tema de las discapacidades físicas y mentales en Ciudad de México. Parte de su originalidad procede de la formación misma del cineasta debutante, a la vez escritor interesado en la filosofía y la arquitectura social y también en proyectos artísticos colectivos relacionados con diversos grupos marginales (personas con VIH, alcohólicos anónimos, neuróticos y sexoadictos). Un reto mayor fue llevar a la pantalla la vida cotidiana de personas discapacitadas (jamás inválidas del todo, simplemente con capacidades diferentes), en el contexto de su vida cotidiana, desde el momento de despertarse hasta el final del día. Su manera de proceder es dejando en completa libertad a los protagonistas, sin ningún comentario externo, sin una mirada vertical de conmiseración o de sensiblería, mostrando simplemente ese acopio de fuerzas, al que alude el título de la cinta, que les permite enfrentar de modo cotidiano el recelo o el desdén de una población urbana acostumbrada a temer lo diferente.

Uno de los personajes lo señala de modo contundente: Todas las personas le temen a la muerte, absolutamente todas. Pero los invidentes vivimos con dos órganos que ya están muertos. Eso incrementa sin duda el instintivo pavor colectivo a una proximidad con seres que con su sola presencia se vuelven recordatorios muy vivos de la fragilidad humana. Y sin embargo, Potentiae muestra una realidad muy distinta. Esas pretendidas almas muertas son en realidad un depósito de vitalidad inagotable, apenas conocido. Sus estrategias de sobrevivencia en ámbitos a menudo incómodos, cuando no adversos, son realmente sorprendentes. Mediante un montaje paralelo, el documental registra la actividad diaria de personas de ambos sexos, algunos parapléjicos, otros invidentes, algunos más con un grado de deficiencia mental, y dos prodigios del ingenio y la invención para sacar el mayor provecho de una condición física en principio discapacitante. Basta ver el caso del hombre que privado de sus dos extremidades superiores y una inferior, se sirve de la pierna restante para desplazarse por la ciudad sobre una patineta y realizar escrupulosamente su trabajo de disc-jockey en fiestas populares. O la forma metódica en que una joven parapléjica organiza su faena diaria, sin ayuda ajena, desde su aseo personal hasta el manejo experto de su silla de ruedas y su traslado en automóvil a su trabajo. Hay varios ejemplos más de esa vitalidad poderosa. Lo interesante es ver cómo estas existencias, en apariencia solitarias y aisladas, crean redes de ayuda mutua, ensambles de apoyo, hasta oponerle a una ciudad indiferente y suspicaz todo un tejido humano paralelo de solidaridad ejemplar.

De modo parecido al de la persona que rehuye el contacto visual con el invidente o la persona parapléjica o el discapacitado mental, ya sea por discreción o por temor instintivo, muchos espectadores de cine rehuyen narrativas que los confronten a esta realidad incómoda. La manera común de sobreponerse a esa molestia es aplaudiendo relatos teñidos de conmiseración humanista o de corrección política que marquen una distancia conveniente entre las personas por autodefinición normales y aquellas que, por fatalidad o accidente, han dejado de serlo. La mirada vertical piadosa se vuelve así la mejor manera de afrontar la desventura ajena. El documental Potentiae sacude esas certidumbres protectoras. En ningún momento alude ni a los manuales de autoayuda ni a una intervención divina para aliviar los sufrimientos. La faena que muestra es, de principio a fin, esencial y poderosamente humana. La cinta está lejos de las buenas intenciones del estadunidense Gus Van Sant en su relato humorístico y aleccionador No te preocupes, no irá lejos (Don’t worry, He won’t get far on foot, 2018), actualmente en cartelera, o de las provocaciones de la cinta noruega El arte del pensamiento negativo (Bard Breien, 2006), donde se derribaba todo intento de conmiseración hacia el discapacitado. Javier Toscano asume bien y supera todavía mejor los riesgos implícitos en un documental de este tipo, ya sea el enfoque didáctico, más propio de un programa de televisión, o la denuncia social a partir de un paternalismo conmovido. Lo suyo es una experiencia artística donde Ciudad de México, en sus calles y en el Metro, vive al ritmo de estos protagonistas anónimos y marginales que ganan aquí visibilidad y ofrecen un testimonio digno y muy intenso de toda su potencia.

Se exhibe en sala 9 de la Cineteca Nacional, a las 14:45 y 18:45 horas, así como en salas comerciales.

Twitter: Carlos.Bonfil1