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Historiadora va tras el mito y la leyenda del percusionista cubano Chano Pozo

Es el más grande que ha dado la isla; tocó con Dizzy Gillespie y fue asesinado en NY

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▲ Chano Pozo en una imagen perteneciente a la colección Gladys Palmera, proporcionada por Rosa Marquetti Torres.
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de diciembre de 2018, p. 5

El 2 de diciembre de 1948 Chano Pozo, el más grande tamborilero que haya dado Cuba, fue asesinado en Nueva York, en el pináculo del éxito, cuando era figura de la banda de Dizzy Gillespie.

Con el transcurrir de los años, el Luciano Pozo González de carne y hueso, aquel chico bravo nacido en el barrio de Los Sitios de La Habana, trasladado al solar El África, ansioso de salir adelante y de la fama, se diluyó con los nubarrones del tiempo.

Mucho se ha escrito sobre el autor de números como el archiconocido Manteca, Blen blen blen, Cubana be, Cubana bop, Parampampín, Tin tin deo y Nagüe. Ahora, la investigadora musical cubana Rosa Marquetti Torres acaba de publicar un nuevo libro, Chano Pozo: la vida (1915-1948), Editorial Oriente.

Dejó un legado en el jazz

En entrevista con La Jornada, Marquetti habla de por qué emprendió una nueva investigación: Chano Pozo es un nombre capital en la música cubana. Su corta vida no le impidió dejar un legado específico, pero también cardinal en la historia del jazz.

El anecdotario sobre Chano es profuso, y su vida un thriller, con ingredientes espectaculares, ha alimentado el mito y la leyenda, continúa. Sin desdeñarlos, la autora del blog Desmemoriados: historia de la música cubana quiso ir tras el mito y la leyenda con una actitud de cuestionamiento para corroborar o desmentirlos, si fuese posible y necesario.

Además, sentía que había zonas de su vida y obra que merecían un estudio más profundo, otras que necesitaban ser documentadas en su veracidad y otras que ni siquiera habían sido exploradas en artículos y trabajos anteriores, por ejemplo, su papel como compositor, que lo fue, sin duda, de temas de mucho éxito en su tiempo.

También la motivaba mucho investigar y conocer las claves de su entendimiento musical y su trabajo con Dizzy Gillespie y los jazzistas estadunidenses con los que interactuó; cómo fue recibido, aceptado o no; y la incursión de Chano en Europa como parte de la banda del trompetista, entre otros aspectos.

Quería, en resumen, “desmontar su imagen en el pedestal de la fama –en el sentido más estrictamente académico y a la vez simplista del término– para revelar las causas por las que ha estado en ese sitial”.

Marquetti reconoce que en comparación con músicos de otros géneros e instrumentos, los percusionistas afrocubanos han sufrido cierto menosprecio en aquello de documentar sus vidas, de engarzar sus aportes al tronco de la historiografía de la música popular cubana. Aunque la percusión ha sido estudiada desde la antropología.

Chano Pozo es el músico cubano que hizo el aporte más trascendental en la historia del jazz: participar en la articulación orgánica de la percusión afrocubana en los formatos de jazz. Esto lo sabe y valora la mayoría de los músicos cubanos y todos los percusionistas en general. Sin embargo, para el cubano medio, Chano es un músico famoso, pero no siempre sabe específicamente en qué consiste su mérito musical, ni valorar justamente el alcance, la trascendencia internacional de su figura y de lo que hizo.

La vida de Chano, marcada por sus orígenes, marginalidad y su condición, así como su perfil aventurero, han hecho que todo tenga un atractivo mayor que sus verdaderos valores como artista. No sólo fue gran tamborilero, sino también un compositor de éxitos de rápida pegada, bailarín y actor performático de incalculables y singulares habilidades.