Opinión
Ver día anteriorDomingo 18 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Baja fidelidad, alta especulación
N

os acercamos a momentos clave de la vida nacional: el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación y el mensaje de toma de posesión por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador. Contra lo que queríamos y esperábamos muchos, la fase final de la transición ha sido todo menos tersa, plagada de altibajos financieros y cambiarios, pérdidas en los índices que juegan en la Bolsa Mexicana de Valores y muchos cálculos no expresados todavía sobre lo que, por ejemplo, significará la cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, para las empresas que habían adelantado inversiones y compromisos.

Lo ocurrido el jueves pasado con las acciones bancarias y su impacto sobre el tipo de cambio peso-dólar reveló tanto la fragilidad económica del país y la imposibilidad de desacoplarse del dominio de la alta finanza como su extrema propensión a resolver sus cortos plazos con cargo a la especulación en gran escala. Tal es el mundo hostil en el que vivimos y en el que tendrá que buscar espacios la promesa de cambio político y económico del nuevo gobierno, su cuarta transformación del régimen que se ha dado por colapsado.

Ese desmayo, sin embargo, no da cuenta de las capacidades de supervivencia de los poderes que lo sostenían, ni de sus potencialidades destructivas en lo financiero, pero también en lo económico y, de continuar sin solución, también en lo político. Una serie agresiva de caídas en el tipo de cambio y el mercado bursátil podría llevar a una ruptura, si se quiere parcial, de los principios y criterios de la economía abierta que han gobernado el flanco económico del ahora calificado de viejo régimen, sobre todo si sobreviene un descenso productivo, un congelamiento de proyectos de inversión y, como consecuencia fatal, una recesión en toda forma.

Nada halagüeño el panorama para el despertar de un nuevo mandato que promete la renovación de la política y, más allá de ello, de la manera de hacer las cosas por parte de los que mandan. En esas circunstancias, parece muy cuesta arriba proceder de inmediato a la reconstrucción política que aparenta estar debajo de los planes de concentración del poder desde las regiones, con los famosos súper delegados y otras linduras de las que apenas tenemos indicios.

En el PEF habrá primicias o no, pero lo que hoy impera es una extraña incertidumbre sobre su monto y asignaciones. La austeridad, mal entendida y peor aplicada, no puede sino generar mayor especulación dentro y fuera del sector público y, la lealtad a la que apela el presidente electo, no puede sino flaquear.

El llamado respetuoso y sencillo hecho por el Consejo Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre la necesidad de un gasto público seguro y sensato para las universidades públicas, debe tomarse en cuenta. El llamamiento termina así: una sociedad con bienestar requiere de la seguridad de una educación pública, amplia y de calidad.

El silencio y la opacidad que hasta ahora reinan en los corredores de Hacienda, hablan de un coloquio de aprendices de brujo, sometidos a los viejos ritos y consejas que hasta aquí nos trajeron, luego de 30 años de experimento con el libre mercado y la jibarización del Estado. La lealtad republicana merece otro trato.