Opinión
Ver día anteriorJueves 15 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nueva cultura patronal
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ace días un amigo me comentó que tuvo un sueño en el que a partir del primero de diciembre, ya como presidente Andrés Manuel López Obrador, las cámaras empresariales, de banqueros, financieros y comerciantes anunciaban en conjunto que todos al unísono se comprometían a cambiar la mentalidad y dejar las ambiciones desmedidas de ganancias, a respetar los derechos laborales y humanos y a colaborar incondicionalmente con el nuevo gobierno. Asimismo, a contribuir a la transformación del país en beneficio de todos los mexicanos y no sólo de unos cuantos, como ha sido durante las tres décadas anteriores, por lo menos.

A esta estrategia se le llamó la nueva cultura patronal, es decir, una forma diferente de hacer negocios basada en la responsabilidad social y un inédito y moderno modelo de desarrollo fincado en la prosperidad compartida. Todos aceptaban que ya era tiempo de definir una mentalidad diferente y aplicar una filosofía de negocios distinta porque Carlos Slim los había convencido de que la pobreza es un freno al desarrollo y combatirla es la mejor inversión.

Los mismos empresarios anunciaron que debían eliminar la arrogancia, negligencia y la irresponsabilidad de clase para dar paso a ese inesperado razonamiento e introducir de inmediato el respeto a los derechos de los trabajadores, de sus empleados, de las comunidades y regiones donde operan, a proteger el medio ambiente, a prevenir condiciones inseguras de trabajo anteponiendo siempre su deseo de servir a los demás y cuidar ante todo la salud y la vida de su personal. Además, preservarían el bienestar de todos, ser solidarios con la sociedad y el país que les ha brindado enormes oportunidades para hacerse ricos e influyentes.

A partir del comienzo del nuevo gobierno los representantes capitalistas se comprometían a caminar de la mano con el grupo político en el poder en los nuevos propósitos de crear la cuarta transformación nacional. A todos esos grandes objetivos mi amigo me comentaba que en las tinieblas de la noche se dibujaba un renovado humanismo que los empresarios llevarían a la práctica en la vida diaria, porque esa era y será la agenda del próximo gobierno.

Con eso confiaban en sorprender positivamente a la población, inculcar esos propósitos empresariales y comenzar a concientizar a la sociedad de que ellos en el fondo son buenos, compartidos y tienen un sincero sentimiento de solidaridad, no sólo con el pueblo de México, sino también para cumplir sus obligaciones con el mandato que la nación mexicana había entregado al presidente López Obrador.

Al mismo tiempo los inversionistas cumplirían con los compromisos establecidos por el Estado mexicano ante organismos internacionales como las Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Organización Internacional del Trabajo. Además, quedarían cubiertas las bases de tratados como el de México, Estados Unidos y Canadá, el Transpacífico y el de Europa que tanto han promovido administraciones recientes.

Todo eso servía para recuperar el respeto y prestigio del gobierno mexicano en el exterior y en el interior, que se ha perdido por los problemas de inseguridad, desigualdad, pobreza, corrupción, injusticia y falta de oportunidades. Así es que finalmente los empresarios cobraban conciencia de que tenían que apoyar y ayudar a México y al nuevo gobierno en forma desinteresada y sincera. Sólo así, dijeron, se podría recuperar el respeto a los derechos humanos y tener un marco legal de justicia y dignidad para los integrantes de la sociedad.

Los empresarios concluían que no podían dejar caer ni contribuir más al hundimiento del país, porque una nación que no respeta el estado de derecho va al fracaso y si eso sucede, todos perderíamos. En su inconsciente surgía una generosa conclusión que conmueve y que al final estimula a todos para seguir en la lucha por promover un mayor bienestar y abrir las puertas de un futuro con mayores esperanzas de progreso, paz y felicidad.

Al despertar, mi amigo el soñador encendió las luces y abrió las cortinas para leer el periódico matutino con un sentido de renovación, estímulo y energía que el sueño le había causado, el cual duró sólo unos instantes, al enfrentarse a un informe internacional que lo hizo regresar a la dura realidad: el Reporte de Competitividad Global 2018 que mide el nivel de protección en derechos civiles, negociación colectiva, derecho a la huelga, asociación libre y democrática y en el acceso a la defensa legal de los derechos adquiridos, que sitúa a México con el menor nivel en el lugar 112 de 115 países, con un porcentaje de cumplimiento de 56.7, sólo arriba de Turquía e igual que Camboya y Egipto; por el contrario, los cinco primeros lugares que ofrecen la mayor protección son Austria, Finlandia, Islandia, República Eslovaca y Suecia.

Ante esa triste y frustrante realidad a mi amigo no le queda más que seguir soñando con la nueva cultura patronal y aumentar su esperanza y expectativa de que México va a cambiar y todos debemos contribuir a transformarlo drásticamente.

Que así sea.