La correspondencia relata el descenso hacia la noche. En febrero de 1869 Carlota es enviada a Laeken, donde comienza la escritura de los centenares de cartas donde se ve la transformación de la sique de la princesa, pierde los límites de identidad, ella desaparece y habla en voz de otros.

Se dirige a Napoleón III, monarca en Francia y al Papa Pío. Abundan los delirios de persecución. El fracaso mexicano es una obsesión. Luego habla a los santos y menciona al demonio, además de dar rienda suelta a las urgencias de la carne con tintes masoquistas. Finalmente la incoherencia.

En las últimas notas quedan algunos párrafos garabateados, apenas legibles, carentes de lógica. Y se apaga la voz.

Los delirios de Carlota se muestran, entonces, como testimonio de los valores de su época. Agrega, escribe para escapar del mundo que le rodea y no hace más que huir de ella misma. Escribe para existir, pero ella no está ya, dice Martha Zamora, antropóloga y autora del libro con las cartas de la emperatriz.

▲ Carlota y Maximiliano en retrato de 1856.Foto Internet

Pasan 58 años, los cuales vivió confinada en el castillo de Bouchout, aislada del mundo y de la razón. Ocurre la primera Guerra Mundial y el sitio es respetado por el Ejército sin que su ocupante se dé por enterada. Carlota muere a los 87 años de edad en Bélgica, en 1927.

Fragmentos:

El diablo ha sido visto aquí con cola de ardilla, si nosotros trepamos en un árbol para después correr y el ejército belga, en forma de liebre, le propongo jalarlo por arriba porque todavía corre.

Espada de Bayard y de Juana de Arco, yo, porque es a causa de eso que el diablo no se hace gemelo mío ni del general Brincourt y que yo pospongo todos los días los asaltos de Inglaterra y de España. Espada de Turenne y de Vauban, Napoleón III, porque será la causa de que tememos Amberes.

Solicito que el Mayor se haga gemelo del perro de mi hermano para que Bélgica no cese todavía o con los conejos de indias para que la lleve a pastar.