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Penultimátum

México y el Cirque du Soleil: contrastes

E

n publicaciones que analizan los éxitos empresariales más destacados, hay referencias elogiosas al Cirque du Soleil, por transformar un espectáculo que viene de la antigüedad y hoy virtualmente ha desaparecido en muchos países, como México.

Lo crearon en 1984 Guy Laliberté y Daniel Gauthier con el apoyo del gobierno de Montreal, Canadá. En un principio artistas callejeros, ambos personajes convirtieron su proyecto en una gran empresa que obtiene cada año ganancias millonarias en dólares.

La fórmula: no utiliza animales pero sintetiza en cada creación ballet, ópera, música, trapecistas, malabaristas y payasos.

Recurre a las tecnologías más avanzadas y a un vestuario colorido y original. Antes de cada proyecto, realizan estudios de mercado para saber qué es lo que las personas desean ver, avasalladas como están por las series para la televisión, las redes sociales y el cine.

A lo que obtiene por la venta de boletos (nada baratos) se suma lo que le pagan grandes empresas para ofrecer en exclusiva los variados productos que consume o adquiere el público que asiste a cada función: desde bebidas y alimentos hasta souvenires.

Hace dos años la Secretaría de Turismo le dio casi 900 millones de pesos al Cirque du Soleil para promocionar la imagen y cultura de México en el extranjero a través de una producción: Luzia. La protesta de diversos actores y colectivos de teatro no se hizo esperar.

Mario Espinosa, Gabriel Pascal, Bruno Bichir, Demián Bichir y Héctor Bonilla, entre otros, denunciaron que lo que se pagó a dicha empresa ‘‘es mayor de lo que se invierte en estímulos a la creación artística en las diferentes disciplinas en nuestro país’’, y cada vez más afectada por los recortes presupuestales.

Si la idea era atraer visitantes, ese dinero hubiera sido suficiente para sembrar proyectos culturales donde no existen. Y urgen.

Por ejemplo, en Cancún y la Riviera Maya. Aquí se genera casi la mitad de las divisas que México obtiene por turismo.