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Prodh nació cuando hablar de derechos humanos en México era casi imposible
 
Periódico La Jornada
Jueves 25 de octubre de 2018, p. 15

En 1988, México acababa de sufrir uno de los fraudes electorales más sonados de su historia, la resaca por los estragos del terremoto de 1985 aún se expresaba, los crímenes cometidos durante la guerra sucia comenzaban a develarse, el amenazante modelo neoliberal daba sus primeros pasos y el autoritarismo del poder cobraba un nuevo brío, que se traduciría en cientos de casos de violencia contra los opositores al régimen. Hace tres décadas, hablar de derechos humanos era casi imposible, menos aún promoverlos; el escrutinio mundial era una utopía.

Un grupo de jesuitas detectó ese contexto y, basados en el trabajo que importantes miembros de la Compañía de Jesús habían realizado en países de Centro y Sudamérica –con guerras internas o dictaduras–, analizaron la situación de violencia que vivía entonces el país y decidieron fundar un organismo que defendiera las garantías fundamentales. Fue así como el 25 de octubre de 1988, con apenas 10 integrantes, nació el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Prodh), hoy uno de los principales referentes en la protección de las garantías fundamentales en México.

Hace 30 años, ni nosotros sabíamos qué eran los derechos humanos, dice en entrevista Jesús Maldonado García, director fundador de esta organización civil. La realidad era otra: a quienes se atrevían a promover estas garantías se les calificaba desde el poder como defensores de delincuentes –señalamiento que aún se les endilga.

El trabajo en esta materia era incipiente, prácticamente nulo. Comenzaban a cobrar relevancia nombres de personajes como Miguel Concha, Rodolfo Stavenhagen y Mariclaire Acosta. Existían apenas el Centro Fray Francisco de Vitoria y la Academia Mexicana de Derechos Humanos. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos nacería hasta 1990.

El Centro Prodh se atrevió entonces a presentar un análisis sobre la realidad que México enfrentaba. Jesuitas acusan de represor al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, titularon algunos medios. Los focos estaban puestos en ellos.

Y sí, su trabajo comenzó a incomodar. Maldonado recibió una llamada. Era el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, quien lo invitó al Palacio de Cobián y de manera muy amable le habló de cómo se consolidaba la democracia en México y otros países. “Salí con una pregunta: ‘¿Qué nos quiso decir?’ Un amigo me dio la respuesta: ‘fue primera llamada’”.

El apoyo irrestricto a las comunidades indígenas y al EZLN tampoco le gustó al poder, recuerda, pero al final define que el trabajo de una organización civil es defender a las personas, en particular a los sectores más vulnerables.

Mario Patrón, actual director del Prodh, señala que si bien hay retos por delante para la organización, el actual equipo no podría trabajar sin memoria histórica.