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Caminata Migrante

A cuentagotas, policía permite el paso

Segunda noche en precario campamento

Los migrantes varados, decididos a moverse hoy hacia el norte

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▲ Pese a las precarias condiciones en que se encuentran, los centroamericanos dicen sentirse seguros.Foto Víctor Camacho
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Periódico La Jornada
Domingo 21 de octubre de 2018, p. 3

Ciudad Hidalgo, Chis., Por segunda noche consecutiva, el puente internacional entre México y Guatemala se extiende como precario campamento de refugiados con miles de personas que pasan el día bajo la resolana y la noche, con amenaza de lluvia. Mientras tanto, los gobiernos involucrados en el éxodo hondureño, un episodio sin precedente en la convulsionada vida de esta línea fronteriza, juegan sus fichas.

México, atrapado entre las amenazas de Donald Trump, quien exige que los países del sur eviten que se acerque a su línea divisoria esta multitud de criminales bien curtidos, y la atención mediática, que el viernes proyectó la imagen de la Policía Federal (PF) cuando lanzaba gases lacrimógenos a una multitud entre la que había cientos de niños, aplicó una estrategia de divide y vencerás, con la fórmula retórica de abrir las puertas para el ingreso ordenado y legal de los migrantes, y de rechazo a quienes usan la violencia.

Desde que amaneció el sábado y se hizo la luz sobre las miserias del puente, con casi 3 mil personas hacinadas, expuestas a la intemperie, con un mínimo de agua y alimentos y sin ninguna higiene, los drones empezaron a sobrevolar para tomar imágenes insólitas de la multitud sobre el río Suchiate. Pero lo que también volaba de una punta a la otra eran los rumores.

El más persistente y perturbador era que las autoridades mexicanas habían ofrecido dejar pasar a los migrantes que accedieran a firmar unos papeles y subirse a sus autobuses con la falsa promesa de no deportarlos. Pero dicen que en esos buses, antes de que uno se dé cuenta, ya están llevando a la gente deportada a Honduras. ¿Será cierto? Los líderes improvisados que siempre surgen y que forman pequeños corrillos y asambleas improvisadas ofrecen distintas respuestas, pero por lo general llegan a una misma conclusión: No firmen nada, mejor nos quedamos aquí. Si es necesario, nos quedamos una noche más.

El peor temor

Lo que más teme esta multitud exhausta es la repatriación: Mire, si a nosotros nos deportan, que nos den por desaparecidos, asegura una mujer que viaja al frente de una prole de ocho personas, tres niños pequeños entre ellos. Patricia, de cuatro años, no deja de vomitar desde ayer y se le ve pálida y desganada. Dos enjundiosas bebés –un año y 10 meses, respectivamente– gatean alrededor de su familia y se llevan a la boca la basura que encuentran.

Casi todas mujeres, los migrantes llevan ocho días de camino y más de 24 horas varados en el puente. Vienen de Comayagua donde, aseguran, no hay ni trabajo ni comida ni seguridad. Recuerdan la peor parte del viaje cuando en Ometepeque, Honduras, tuvieron que rodear un cerro caminando cuatro horas adicionales para evitar los retenes. Y los mejores recuerdos del viaje los reservan para los gestos de solidaridad que han recibido por su paso por Guatemala, donde la gente es bien gente. Y se preguntan: ¿Cómo nos van a tratar en México?

Y es que desde la noche anterior, después de la trifulca con la PF –en la que también se vio atrapado el embajador de México en Guatemala, Luis Manuel López Moreno, y su comitiva–, el Instituto Nacional de Migración (INM) empezó a aplicar su política de entradas ordenadas, que consiste en ingresar, registrarse y pasar por el centro de migración para firmar su solicitud de asilo. Se asegura que en ese primer momento ingresaron 250 personas.

A la mañana siguiente, la reja volvió a cerrarse. La policía mexicana instala dos vallas metálicas adicionales y no vuelve a abrirlas hasta la una de la tarde. A esa hora, atrapada desde hace casi 30 horas en un kilómetro de asfalto (lo que mide el puente internacional), la columna humana que integra el éxodo hondureño no deja de clamar a las autoridades mexicanas por el simple permiso de paso. Por segundo día se exaspera y agolpa en la reja blanca que separa a los dos países hasta que aparece una dirigente hondureña que aparentemente es capaz de organizar el caos.

No diga que soy organizadora, porque no lo soy y me pueden meter en la cárcel en Estados Unidos por eso. Somos activistas de la ONG Yo Amo a Honduras, aclara Eva Fernández, que viene de California. Ella ha hecho unas listas y a quienes se apuntan les entrega una pequeña ficha. Es su derecho a acceder a los autobuses y, sin que muchos entiendan las consecuencias, a un trámite para pedir refugio en México, lo que anula en automático su derecho a solicitar asilo en Estados Unidos, como es el propósito de la mayoría.

Han pasado apenas 80 mujeres y niños en pequeños grupos y ya entra la tarde. La puerta, fuertemente custodiada por la PF, en presencia incluso de varios altos mandos regionales, sólo permite el paso a cuentagotas. En un lapso de 20 minutos tres niñas y dos mujeres se han desmayado, a pocos pasos de donde el comisionado de Seguridad Pública, Renato Sales Heredia, ofrece entrevistas a la prensa. Asegura y promete que el gobierno mexicano no va deportar a nadie, que permitirá la entrada a México a todos los que lo soliciten de manera ordenada. Incluso afirma que en Ciudad Hidalgo y Tapachula hay infraestructura suficiente para albergar a los 3 mil o 4 mil desplazados que intentan con este éxodo llegar a la frontera con Estados Unidos.

–México proyectó ayer al mundo una imagen poco favorecedora cuando la PF gaseó a la gente, incluso a niños ¿Qué pasó?

–Todavía no tenemos información suficiente para determinar las causas del incidente. Pero no es el procedimiento que queremos aplicar; vamos a poner el acento en los derechos humanos. Este es un problema de personas, de sus derechos, no de nacionalidades, y a eso le vamos a dar respuesta.

Opción desesperada

La reja se abre pocos segundos y se cierra durante largos minutos. Mientras, a lo largo del puente, gana nuevamente la desesperación y surge una opción promovida por defensores de derechos humanos en la frontera: cruzar por el río. Grandes grupos se van desprendiendo. El Suchiate cobra de pronto una actividad frenética. Los balseros parecen estar preparados y se dan cientos de cruces en pocas horas. Algunos deciden atravesar a nado y, en un parpadeo, está a punto de ocurrir una tragedia cuando un chamaquito empieza a gritar a punto de ahogarse. En segundos es rescatado. Y cuando el calor empieza a ceder, el campamento de refugiados parece haberse trasladado, íntegro, al parque central de Ciudad Hidalgo. La alcaldesa incluso manda instalar una marimba. Se baila en medio del drama.

Nuevas oleadas

Pero así como se vacía el puente, al caer la tarde se vuelve a llenar con nuevas oleadas de hondureños que vienen llegando por otras rutas, en tiempos diferentes. A esa hora ya se habla de un conflicto en la línea divisoria entre Honduras y Guatemala. También de que ha cruzado la frontera guatemalteca otra caravana que viene de El Salvador. Lejos de aminorar, la presión aumenta.

Y continúan los debates intensos en los corrillos del puente: Es mentira, asegura un padre de familia que se resiste a caminar con los suyos hacia los muelles de donde salen las balsas, que no son otra cosa que tablones montados en cámaras de llantas. No nos van a deportar si pasamos legales. Nosotros nos vamos a esperar aquí. Pero los más se deciden, toman sus pocos bártulos, siguen a los activistas y bajan al río para cruzar y dar el salto como indocumentados en México.

Gladyson Ondina es otra matrona hondureña, procedente de Choloma, departamento de Cortés. Viaja con dos hijos autistas y sordos, de 10 y 13 años. Esta noche pernoctan en el parque central. Dormimos en el suelo, pero aquí estamos cómodos, porque al menos sabemos que nadie va a venir a asesinarnos.

Ese contingente de cerca de 2 mil personas inermes está dispuesto a moverse este domingo a primera hora, sin papeles, unido. Una compacta columna humana caminando de Ciudad Hidalgo hacia el norte. Mientras, la PF vela armas. Y el gobierno sostiene que se va a aplicar la ley.