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En 2001 lo alcanzó la bala del 68

Mi padre fue la última víctima de la guerra sucia

Hija de Florencio López Osuna afirma que lo asesinaron

Especial Para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 14 de octubre de 2018, p. 8

Angélica López-Osuna Hernández ha esperado 17 años para hablar sobre algo que le carcome el alma. Está nerviosa, llora y respira profundo antes de elegir las palabras: “Mi padre es la última víctima de la guerra sucia. Lo asesinaron el 20 de diciembre de 2001”.

Es hija de Florencio López Osuna, dirigente del movimiento estudiantil de 1968, a quien encontraron muerto en el Hotel Museo. La versión oficial sostiene que fue muerte por congestión visceral generalizada, pero la realidad es muy distinta, según cuenta su hija en entrevista con La Jornada:

Tenemos todas las pistas de su asesinato. Mi padre murió a la una de la madrugada y a las tres sus asesinos estaban tomando café caliente en el Sanborns a una cuadra del hotel donde lo mataron. ¡Qué frialdad! ¿Cómo nos dimos cuenta de todo? Porque a mi padre le depositaron su sueldo en su tarjeta, una tarjeta que sus asesinos robaron y que se dedicaron a usar después. También están las huellas de tortura que tenía el cuerpo de mi padre: sus testículos muy rojos, los moretones en las clavículas, en el estomago.

Una foto

Angélica tenía 16 años cuando López Osuna reunió a sus siete hijos para informarles de algo importante: “Ha salido una foto publicada en la revista Proceso, es una foto muy fea, yo no salgo bien.

“–¿De qué se trata? –le pregunta Angélica.

“–Son unas fotos inéditas del 2 de octubre.”

Efectivamente. Se trata de un paquete de 35 fotos sobre la matanza de Tlatelolco que me fueron entregadas de forma anónima y las publiqué en la revista Proceso en diciembre de 2001. La foto de aquella portada histórica era una imagen dramática donde aparecía López Osuna con las manos atadas a la espalda, ensangrentado, la boca rota y una expresión de profunda desolación en el rostro.

La publicación de aquel reportaje marcó un antes y un después en la lucha contra la impunidad que aún cubre el crimen de Estado de Tlatelolco. Las fotos mostraban al Batallón Olimpia en plena acción, militares vestidos de civil armados portando un guante blanco, cuya existencia había sido negada sistemáticamente. El proceso judicial contra el ex presidente Luis Echeverría se fortaleció y también el trabajo de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, aunque sin lograr el acceso a la justicia para las víctimas.

La publicación de aquella imagen súbitamente convirtió a López Osuna en un hombre célebre. En diciembre de 2001 ofreció múltiples entrevistas a medios locales y extranjeros, recordando aquella noche aciaga en la que pensó que iba a morir.

Era dirigente de la Escuela Superior del Instituto Politécnico Nacional y fue el primer orador del mitin en Tlatelolco, en nombre del Consejo Nacional de Huelga. Estaba hablando cuando empezaron los disparos, se dio la vuelta y vio el tercer piso lleno de gente, jóvenes como ellos, pero con un guante blanco y una pistola o ametralladora en la mano: Todos a la pared, todos al suelo y al que alce la cabeza se lo lleva la chingada, les gritó uno del Batallón Olimpia. Ahí empezó la represión.

Las fotos publicadas 33 años después convirtieron a López Osuna nuevamente en protagonista. En ese entonces era subdirector de la Vocacional número cinco y dos semanas después de una intensa agenda mediática, el líder del movimiento del 68 apareció muerto en extrañas circunstancias en un hotel. La versión oficial sostuvo que llegó acompañado por una mujer y que en la habitación 310 apareció muerto a causa de una congestión alcohólica. El expediente fue cerrado sin esclarecer nada.

Foto
▲ Angélica López-Osuna muestra la imagen en la que aparece su padre cuando fue detenido el 2 de octubre de 1968.Foto Sanjuana Martínez

Al conmemorarse los 50 años de la matanza de Tlatelolco, Angélica me buscó: Quiero contar la verdad, dijo. Asistió a los recientes actos celebrados y escuchó al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, prometer justicia a las víctimas del 68 que exigieron reabrir la Fiscalía Especial.

Es justo que reabran el caso de mi padre. Todavía tengo una esperanza con este nuevo gobierno, con cualquier otro hubiera sido causa perdida, pero con este no. Hay un interés por esclarecer los hechos del pasado, no pasa sólo por el caso de mi papá, sino por abrir la fiscalía especial que fue desaparecida de forma arbitraria y que se atienda la nueva demanda contra Echeverría.

Añade: “Mi padre es la última víctima visible de la guerra sucia. Muchos creen que acabó en los 70 y no, siguió. Quisiera que el presidente electo tomara en cuenta el caso de mi padre, porque el 68 sigue siendo una herida abierta. La democracia no se asimilará hasta que no empiecen a sanar estas heridas”.

Amenazas

Angélica cuenta que la publicación de las fotos ocultas del 68 le cambió la vida a su padre, particularmente por la notoriedad que cobró después de las decenas de entrevistas que concedió: Mi papá se convirtió de pronto en una figura pública por la prensa nacional e internacional que lo buscaba. Y tuvo muchas invitaciones a comidas y cenas por la coyuntura de la foto.

Dice que un día recibió una llamada de un hombre que le desencajó el rostro. ¡Bájale de huevos, si no quieres que te cargue la chingada!... Fíjate en la foto quién está atrás de ti. Soy yo, dijo la voz anónima.

Angélica no tiene duda: fue una amenaza de muerte que a los pocos días se cumplió. Para quienes creyeron la versión oficial, esto demuestra que a mi padre lo mataron. Fue el Ejército. El informe de la autopsia señalaba que murió por exceso de alcohol, pero no tomaron en cuenta las huellas de la tortura y lo más chistoso es que el procurador Bernardo Bátiz siempre tuvo urgencia por cerrar el caso de mi padre, luego dijo que el caso de López Osuna nunca se reabriría.

Agrega: Nosotros estamos seguros de que fue un asesinato. Nosotros estábamos muy pequeños y mi mamá, muy vulnerable con el dolor encima. En esa llamada de amenaza de muerte a mi papá le dieron santo y seña de la vida de cada uno de sus siete hijos. Nos tenían vigilados y se lo dijeron para que él se diera cuenta de que no era una llamada cualquiera.

Angélica suspira y se le llenan los ojos de lágrimas: La bala del 68 alcanzó finalmente a mi padre. Tiene 33 años, es economista y estudió además la carrera de filosofía y letras. Reconoce que la influencia intelectual e ideológica de su padre ha marcado su vida. Está empeñada en hacer justicia y en seguir armando el rompecabezas: Por su memoria, por sus ideales, por su congruencia. Es un compromiso moral que tengo con mi papá. Somos la nueva generación del 68. Es nuestra herencia.