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Pantalla nómada

Caravaggio: la cine-pintura exquisita

F

ue en agosto de 1986 cuando el cineasta inglés Derek Jarman fue considerado para el prestigioso Premio Turner. Promovido por la Tate Gallery, el galardón celebra al mejor artista visual británico. Por entonces, el realizador, fallecido en 1994, resultó nominado en reconocimiento a la sobresaliente calidad visual de sus películas, se lee en uno de sus diarios.

No son pocos quienes siempre han visto en Jarman al mejor creador visual de su generación. Aquel niño que comenzó a pintar antes de hablar bien, muy pronto se evadió de la realidad opresiva de los internados ingleses a través de la pintura. Hoy, a más de dos décadas de su muerte, prevalece la disyuntiva de ubicarlo como un director de cine con formación pictórica o como un pintor a quien le dio por hacer películas.

En el mismo 1986, Jarman dio a conocer su filme Caravaggio, su proyecto con mayor presupuesto (apenas 450 mil libras). Con siete años de preproducción y 13 tratamientos de guión, es la película que más le costó concretar, luego de múltiples frustraciones. A la vez, se trata de uno de los mejores cruces entre cine y pintura registrados en la historia del cine.

Caravaggio se exhibe este este miércoles 10 de octubre a las 19:30 horas en la Cineteca Nacional, dentro del ciclo La familia Beristáin: 100 años de cine. A los ojos de Jarman, Michelangelo Merisi es visto como homosexual, paria y delincuente, así como el pintor religioso más inspirado de su época. Los hechos biográficos que el cineasta retrata, se relatan a partir de la especulación. Son puro pretexto para formular una interpretación subjetiva, devota y poética sobre el legendario artista italiano.

Entre los aspirantes a integrar el reparto figuraron personalidades como Annie Lennox y Alec Guinness. Al final, el realizador optó por una mezcla entre actores conocidos y desconocidos. En los papeles principales quedaron Nigel Terry (Caravaggio), un entonces desconocido Sean Bean (Ranuccio) y Tilda Swinton (Lena), quien con el tiempo se convertiría en su amiga entrañable.

La película se quedó con el Oso de Plata del festival de Berlín por sus logros visuales, mérito estético en el que tuvo mucho que ver un joven cinefotógrafo mexicano. Por entonces, Gabriel Beristáin recién egresaba de la escuela de cine. Su inquietud experimental le hizo utilizar para este filme un novedoso sistema de video que permitía manipular ampliamente las luces y la sombras, y que al final trasladó a 35 mm por sugerencia de él mismo, ya que Jarman nunca prefirió ese formato.

Christopher Hobbs (diseño de arte), Jarman y Beristáin estudiaron a fondo las pinturas del artista italiano y la orientación de la luz en su estudio. Al final, consiguieron emular en la pantalla el chiaroscuro caravaggesco en asombrosos tableaux vivants de piezas como El Descendimiento, Niño con un cesto de frutas, San Jerónimo escribiendo o La Magdalena penitente.

Sucede que la cortesía a la tradición pictórica universal atraviesa la obra fílmica de Jarman. El St. Sebastian de Guido Reni en Sebastian (1976), la estela impresionista que surca por The angelic conversation (1985), la alusión al paisajismo inglés que evidencia The last of England (1987), el inamovible azul internacional a la Yves Klein en Blue (1993) o el guiño neoclásico a La muerte de Marat de Jacques-Louis David en la propia cinta Caravaggio, son algunos ejemplos.

En su libro Dancing Ledge, Jarman insinúa que Caravaggio fue el Pasolini de su época. Estuvo seguro que el pintor milanés pudo ser un gran cineasta de nuestro tiempo, en la medida en que pensaba que el cine es hoy un medio expresivo fundamental como lo fue anteriormente la pintura.

Este filme resulta el más conocido en México de su obra cinematográfica. El cineasta empareja aquí la agonía del pintor delirante en sus últimos días de vida con la suya propia, como víctima del Sida y que le hizo expresarse en los siguientes años a las puertas de la muerte.

Twitter: @kromafilm