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Medallas de galardonados se han perdido en circunstancias estrambóticas o trágicas
 
Periódico La Jornada
Sábado 29 de septiembre de 2018, p. 5

Oslo. Es más fácil perder un Premio Nobel que ganarlo.

Tomada prestada para impresionar a las noruegas en un bar o disuelta para escapar a los nazis, la preciosa medalla ha sufrido todo tipo de peripecias en la historia más que centenaria de los galardones instituidos en memoria de Alfred Nobel.

Aunque no se puede retirar, haga lo que haga un galardonado, a veces desaparece en circunstancias estrambóticas, trágicas o espectaculares.

Cuando los nazis invadieron Dinamarca en abril de 1940, el Instituto Niels Bohr se preocupó por el destino de las medallas que los científicos alemanes Max von Laue y James Frank, ganadores del Premio Nobel de Física en 1914 y 1925, respectivamente, les habían encomendado para evitar que fueran confiscadas.

‘‘En el imperio de Adolf Hitler, era casi un pecado capital sacar oro del país y como el nombre de Laue estaba grabado en la medalla, si las fuerzas invasoras la hubieran descubierto hubiese tenido consecuencias muy serias para él’’, escribió en 1962 el químico húngaro George de Hevesy, quien por aquel entonces trabajaba en el Instituto.

En lugar de enterrarlas, De Hevesy disolvió las dos medallas de oro de 23 quilates con agua regia, uno de los pocos reactivos capaces de atacar el noble metal.