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El 68 a medio siglo

Acabar la carrera, sueño cumplido

En Lecumberri tuvo el privilegio de recibir clases con los grandes

Por iniciativa del rector Barros Sierra, varios presos continuaron sus estudios

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Para mí las rejas del apando son las rejas de mi vida, del mundo, de la existencia, fue una de las frases que del escritor José Revueltas tras su paso por Lecumberri.Foto Archivo IPN
 
Periódico La Jornada
Jueves 27 de septiembre de 2018, p. 24

Los muros de la prisión no impidieron que se graduaran. Varios jóvenes que participaron en el movimiento estudiantil de 1968 y que fueron encarcelados en El Palacio Negro de Lecumberri, al menos durante dos años, cursaron en las celdas parte de lo que debieron hacer en las aulas universitarias.

Hasta ahí llegaron maestros a apoyarlos con clases, libros y exámenes orales. Esa fue una idea del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Javier Barros Sierra, la cual continuó su sucesor, Pablo González Casanova. Eso permitió a muchos concluir su carrera casi al tiempo que recuperaron su libertad.

Antonio Pérez Sánchez, detenido el 2 de enero de 1969 cuando cursaba los primeros semestres de la carrera de derecho, fue acusado por una decena de delitos, entre comunes y otros más de índole político –sedición y rebelión– que lo mantuvieron preso por más de 25 meses. Para finales de febrero de 1971, fecha en que fue puesto en libertad bajo protesta, le faltaban apenas dos o tres materias para concluir su carrera, lo que hizo poco tiempo después.

La mejor experiencia, además de los profesores que tuvo –narra el mismo Pérez Sánchez– fue lo aprendido en las largas horas de reclusión junto a los maestros José Revueltas, Heberto Castillo, Eli de Gortari, Manuel Marcué Pardiñas y Fausto Trejo, entre muchos otros destacados docentes que estuvieron al lado de la juventud y de su movimiento y quienes pusieron en riesgo no sólo su profesión y libertad, sino también su vida. ¡Imagínate! Para nosotros fue muy aleccionador y una enorme experiencia tenerlos a ellos como maestros durante todo ese tiempo.

El peso de la concientización lo cargó la familia

Integrante del Comité de Huelga de la Facultad de Derecho en 1968, narra que durante su estancia en la prisión, al igual que los familiares y amigos que acudían a visitarlos, también llegaban sus profesores. Fue una extraordinaria idea de los rectores que a muchos de los estudiantes nos ayudó a continuar los estudios y poder graduarnos, dice en entrevista quien ahora también es académico universitario.

Asimismo, hace referencia a una de las cosas que, a su juicio, no se ha difundido mucho en torno a la reclusión que sufrieron los estudiantes que participaron en el movimiento: el sufrimiento que vivieron sus familias, particularmente los padres.

Recuerda que para sus progenitores, Santana Pérez Salinas y María del Carmen Sánchez Fuentes, fue un acontecimiento extraordinariamente duro; resultó muy difícil ver a su hijo en prisión durante más de dos años, pero reconoce que el movimiento estudiantil y la privación de su libertad generó, en sus padres y hermanos, un cambio en la forma de ver la realidad del país. Cambiaron sus opiniones en muchas cosas y asumieron con fuerza una visión crítica de los hechos que ocurrían en México.

En la charla, Pérez Sánchez habla sobre aquel atardecer del 2 de enero de 1969, cuando fue detenido por agentes policiacos junto con Ana Ignacia Rodríguez, La Nacha, otra de las dirigentes estudiantiles de aquella época. La detención ocurrió en la casa de su amiga, en avenida Coyoacán, luego de verse en Ciudad Universitaria.

Explica que al terminar el movimiento y levantar la huelga a principios de diciembre, se planteó que el regreso a clases fuera el 2 de enero. Ingenuos, regresamos a la facultad, señala, para luego decir que muchos otros compañeros que todavía estaban libres optaron por salir del país, pues sabían que la persecución no había terminado. Ese mismo día también detuvieron a Roberta Avendaño, La Tita, destacada líder e integrante del Consejo Nacional de Huelga (CNH).

Pérez Sánchez, a quien entonces le apodaban El Che, fue confundido en la detención con Roberto Escudero, uno de los principales líderes del CNH a quien le tocó entregar las instalaciones de Ciudad Universitaria, casi un mes antes. Después lo acusarían de ser quien izó una bandera rojinegra la noche del 27 de agosto de 1968 en el asta del Zócalo capitalino, al término de una marcha en demanda del cumplimiento al pliego petitorio.

Nos tiraron en el piso de una camioneta unas tres horas, con golpes y amenazas, querían que les dijéramos la dirección de otros compañeros, pero no accedimos. Vendados y maniatados, más de una semana estuvimos en un lugar que nunca supimos dónde era, creemos que era fuera de la ciudad por el ruido de camiones, como si fuera una carretera. Terminamos en Lecumberri, recuerda.

Las mujeres serían enviadas a la cárcel de Santa Martha Acatitla.