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Me interesa la historia viva de la filmografía nacional: Jorge Ayala Blanco

El crítico presentó dos libros editados por el CUEC-UNAM

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▲ El cine de hoy ya no narra: delira y sangra relatos, refirió el también académico en entrevista.Foto Pedro González Castillo
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 1º de septiembre de 2018, p. 8

Medio siglo atrás aún no se inauguraba el Metro de Ciudad de México. Así que para llegar a Iztapalapa había que realizar un pavoroso recorrido para arribar a la imprenta de Editorial Era, donde los primeros ejemplares de La aventura del cine mexicano aguardaban a su autor, el joven ingeniero químico Jorge Ayala Blanco. Ese día, su primogénito, el pintor Rodrigo Ayala Murúa, había enfermado, por lo que su esposa, la escritora Rita Murúa, llevó al bebé a consulta en una clínica del Issste. Por eso no participaron en la movilización estudiantil del 2 de octubre de 1968 ni estuvieron en Tlatelolco.

El único teléfono del edificio de departamentos en que habitaban entonces no paraba de repicar y no tardaron en enterarse de la matanza: Nunca olvidaré una reunión que hice en casa para repartir mis ejemplares de autor entre los amigos escritores, como Gabriel Zaid e Isabel Fraire; muchos no estaban porque los habían deportado. Se platicaba de cuando estuvieron en el Campo Militar 1, de cómo escaparon de Tlatelolco; nunca hablé del libro, sólo recuerdo las anécdotas terribles que nos platicaban, rememora en el salón de juntas del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde ha sido docente por 53 años.

Desde su perspectiva, lo más importante no es el 2 de octubre ni la matanza de Tlatelolco –una de las grandes mistificaciones que se pueden hacer–, sino la movilización. Significa reducir una celebración y un acto de libertad, que arrastró a la población entera. El movimiento estudiantil popular fue diferente a todos los del mundo, porque el pliego petitorio no era académico, sino social y político, contra el régimen priísta represor. Ni siquiera en el Mayo del 68 francés o el alemán, nada. Generó impacto en toda la generación, cambió nuestra mentalidad, nuestra forma de relación con el mundo; descubrimos posibilidades que estaban asfixiadas, opina el crítico de cine que ha publicado cada semana durante 55 años.

Tres años antes, la vida de este ingeniero químico egresado del Instituto Politécnico Nacional había dado un vuelco total: a sus 23 años lo invitaron como jurado del primer concurso de Cine Experimental; además, le ofrecieron ser maestro en el Cuec, pues ya tenía dos años escribiendo crítica de cine en México en la Cultura, del diario Novedades, y en el cineclub de la Escuela de Medicina Rural del Politécnico; finalmente, se le otorgó una beca del Centro Mexicano de Escritores (CEM), por lo que dejó su profesión, que había ejercido un par de años, y comenzó la redacción de su primer libro. O sea, 1965 fue el año axial en mi vida, resume.

En seguida advierte: El impacto del movimiento del 68 sobre el cine mexicano fue total y absolutamente no sólo devastador sino transformador; cambió totalmente la fisionomía y lo que se consideraba como lo posible. No existe, antes del 68, en México, ningún movimiento de cine independiente, sólo lo que se llamó cine experimental.

Abecedario cinéfilo

La influencia cultural del movimiento estudiantil resulta notoria en su obra. La prosa almidonada de su primer libro, propiciada por sus monitores en el CME, Juan Rulfo, Juan José Arreola y Francisco Monterde, comenzó a transformarse y a ser más libre en cuanto al lenguaje, camino que seguiría desde la actualización de su primer libro, La búsqueda del cine mexicano, publicado en 1974, también por Era.

Era mi prosa apolínea, y la siguiente ya era dionisiaca, por supuesto en homenaje a Nietszche, el origen de la tragedia. Este verano, Publicaciones del CUEC editó el décimo cuarto título de la serie, La novedad del cine mexicano, que Ayala Blanco presentó el martes pasado en la Casa Universitaria del Libro.

“El abecedario del cine mexicano en realidad es un libro permanente de actualizaciones y, como hay más cine que vida, no podemos parar. El proyecto es la historia viva del cine mexicano, no me interesa hacer historia muerta”, advierte.

En este libro se publican 100 ensayos inéditos en los que el crítico ganador de la Medalla Toscano, del Premio Fénix, de la Medalla Universidad Nacional y del Guerrero de la Prensa, entre otros, estudia, desde su mirador, qué ofrece de nuevo cada filme, pues tiene la impresión de que en este periodo –son estrenos ocurridos entre 2013 y 2016– las cintas buscan ser novedosas para seducir al espectador.

Así tienes 100 películas; no se trata de juzgarlas ni de recomendarlas, sino de desmontar sus mecanismos; el lector debe ser tan libre como para concluir. Me di cuenta de que valía la pena continuar el proyecto cuando descubrí que todas las películas, buenas, malas o pésimas, ofrecen elementos de análisis.

La delirante actualidad

Cuando el filósofo francés Gilles Deleuze abordó el tema del delirio en Crítica y clínica (Anagrama), distinguió entre aquellos que deliran a través del lenguaje y hacen arte insano al nivel de enfermo mental que hace garabatos, y aquel que hace delirar al lenguaje; es decir, el gran creador que tiene la conciencia para hacer delirar a la obra. Tal es la premisa del segundo libro que dio a conocer, El cine actual, delirios narrativos, también con CUEC-UNAM, décimo en su serie sobre cinematografía internacional. Le parece que el cine hoy día ya no narra, sino que delira y sangra relatos; a nadie le importa una película bien narradita, como ocurría con el Hollywood clásico de los años 40.

Ahora hasta las películas más idiotas de superhéroes deliran, pero es un delirio que no es inteligente, pues sientes el móvil comercial; deliras para llegar a lo mismo, lo que ya es capricho. Pero hay otro cine que implica tomar la película con control absoluto del autor, lleno de invenciones formales en el lenguaje, y esas son las que recojo en el libro.

Este volumen recopila 300 textos sobre los respectivos estrenos en México realizados entre 2013 y 2017, y en él se prohibió terminantemente una cosa: delirar, pues corría el riesgo de convertir al conjunto de ensayos en arte insano.

“El problema era no tener una clasificación de los delirios. Pero para estructurar el libro, empecé a agruparlos por afinidades; encontré 12 tipos tomados de diversas disciplinas, de Guattari vino la idea de la esquizofrenia y la paranoia –todos los thrillers son paranoicos. También tenía yo la idea de crear mundos terribles, distópicos o utópicos, y de pronto me encontré con que tenía una taxinomía del delirio a través del cine; claro, es una propuesta, no la última palabra”.