Opinión
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LXIV Legislatura y la ciencia
E

l primero de septiembre tomarán posesión de sus cargos los diputados y senadores surgidos de las pasadas elecciones. El partido Morena contará con la mayoría de legisladores, tanto a escala federal como en la mayor parte de los Congresos en los estados. Se trata de una composición inédita. Es de esperarse que esta representación mayoritaria acompañe las ideas de transformación planteadas por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su equipo cercano de colaboradores. En el caso de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), la próxima legislatura enfrentará, desde el primer momento, temas de gran trascendencia con efectos sobre el futuro de estas áreas y el país.

Una de las primeras tareas de los legisladores será la integración de comisiones. Es un proceso en el que se observa una distorsión, pues tradicionalmente aparecen divididas en distintas categorías: las de primera y las de segunda o tercera. Hay algunas que son peleadas a muerte por los partidos, como las de Egresos, Hacienda, Gobernación o Puntos Constitucionales; mientras, las otras, a las que se les ha considerado de escasa importancia –entre ellas la de Ciencia y Tecnología– podían cederse a los partidos pequeños.

En la Cámara de Diputados, por ejemplo, durante las dos legislaturas pasadas, la presidencia de esa comisión correspondió al Partido Nueva Alianza. En el Senado, sin embargo, ha ocurrido algo diferente, pues la encabezó el Partido Revolucionario Institucional –cuando era la fuerza mayoritaria– y gracias a una buena labor sirvió de trampolín político a algunos senadores; no obstante, el nivel jerárquico que se asigna a estas instancias es muy semejante en ambas cámaras. Ahora será la primera vez que Morena tendrá la posibilidad de dictar la agenda para CTI en el Congreso de la Unión, si es que le otorga la importancia que realmente tiene. En mi opinión, las comisiones de ciencia son las que deberían disputarse todos los partidos por su importancia para el futuro nacional.

Como sea, otra gran tarea que tienen enfrente diputados y senadores en la próxima legislatura será la aprobación o modificación de los recursos federales para CTI propuestos por el Ejecutivo (se entiende que en la transición, el proyecto de presupuesto lo elaborarán conjuntamente los equipos hacendarios de Enrique Peña Nieto y AMLO). Como expliqué en un artículo anterior (La primera gran transformación. La Jornada, 10/7/2018), el gasto en estas áreas se caracteriza por su dispersión entre diversas secretarías de Estado y otras dependencias, sin que se conozca con precisión su verdadero destino, por lo que la simple modificación de la estructura del gasto, robusteciendo al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), permitiría poner orden y orientar los recursos públicos hacia el avance de la ciencia y al cumplimiento de las metas del gobierno que se iniciará en diciembre.

También habrá que revisar los avances y tareas pendientes que dejó la legislatura anterior, pues hay ahí temas muy relevantes, como el planteado el miércoles pasado por el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, José Luis Morán, durante la reunión realizada en el Instituto Belisario Domínguez del Senado, acerca de la iniciativa de reforma a la ley para facilitar la importación de materiales indispensables para la investigación de frontera de la que dijo: no se puede aplazar más.

Otra importante iniciativa que quedó pendiente es la que reformaría a la Ley de Ciencia y Tecnología, enviada por el presidente Enrique Peña Nieto en abril de este año (en realidad fue concebida desde tiempo atrás por el titular del Conacyt, Enrique Cabrero Mendoza, quien con gran habilidad logró convencer de sus bondades al titular del Ejecutivo). Lo más relevante de esta iniciativa es que rompería con los ciclos sexenales que obstaculizan el avance de la ciencia, y permitiría introducir una visión de largo plazo con proyectos a 20 o 30 años con un arreglo institucional y financiamiento para su óptima realización. Esta propuesta fue aprobada en su momento por las comisiones del Senado después de un periodo de consulta que permitió examinar tanto los respaldos a la propuesta como las inconformidades, y no fue aprobada por el pleno por los vicios señalados de jerarquización que la desplazaron, con el fin de meter en su lugar, en la última sesión, el tema del fuero.

Con independencia de cuáles hayan sido su origen y vicisitudes, esta reforma debe ser examinada seriamente por la próxima legislatura, pues además de que no tiene que ver con disputas ideológicas, permitiría que México pudiera dar el salto y convertirse en dos o tres décadas en una potencia en algunos campos del conocimiento, los cuales podrían estar alineados con los objetivos del desarrollo nacional; algo que es perfectamente compatible con la transformación del país que persigue Morena.