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Ciudad perdida

Tambores de guerra en la ALDF // Las 50 plazas // Líder en picada

H

ace una semana, el martes anterior, para no fallar, en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal se reunieron sus trabajadores para escuchar del líder, Gaudencio Chávez, la historia de la danza de las plazas, ahora en el organismo legislativo, y para que el mismo Gaudencio les afirmara que él, es decir, el sindicato, no reconocería a Ernestina Godoy, diputada por Morena, como la líder del Congreso.

Para quienes lo escucharon, que no fueron todos –bien se cuidó de que a su alrededor la mayoría fueran sus allegados–, la reunión ya había terminado, y muy pocos quedaron en el sitio; no obstante, todos se preguntaban si eso era una declaración de guerra, que pronto se haría pública, en contra de la Comisión de Gobierno, o una baladronada de esas que se tiran los líderes, de las que un breve tiempo después se echan para atrás.

Pero, sea cual fuere la intención, el asunto sí llamó la atención de los que se enteraron, porque hay quienes no quieren meter al sindicato en camisa de 11 varas, aunque el asunto del reparto de plazas se esté haciendo cada vez más difícil de sostener.

La explicación que se ha dado por el momento es que la debacle del PRD dejó a mucha gente sin empleo, y que ahora las plazas se necesitan para colocar a algunos de los que trabajaron en favor de los amarillos, y se quedaron sin nada, así que el plan B consiste en conseguir las plazas necesarias para una parte del ejército que laboró en la campaña de los amarillos.

Gaudencio Chávez explicó que había pedido a la Comisión de Gobierno que se basificara a 25 trabajadores que al parecer cobran por honorarios, pero la comisión decidió que no serían 25, sino 50 los que se irían a la nómina de la ALDF, es decir, mitad para la gente del sindicato, mitad para los amigos de la comisión.

Lo malo es que al parecer las promesas de salarios altos no podía justificarse con los niveles de pago que existen en el organismo. El nivel más alto, nos cuentan, es el 15, y lo que se cobra está por debajo de lo prometido, así que decidieron crear un nivel 30 que pudiera soportar los salarios que se pagarían a esos trabajadores. Asunto resuelto.

Esta historia se suma a la que en el gobierno central protagoniza Miguel Ángel Vásquez, quien controla una serie de plazas, algunas en manos de sus familiares, lejanos y cercanos, y otras, nos cuentan, están bajo un régimen muy parecido al de alquiler. Por lo pronto, Vásquez ha buscado el cobijo de René Bejarano para tratar de salir impune de este asunto, y lo mismo hace Juan Ayala, quien ya no quiere saber nada del PRD y busca cómo protegerse de un muy posible embate de los sindicalizados, que ya se organizan para dar por terminado el liderazgo de su dirigente.

De pasadita

Poco antes de que se iniciara el encuentro entre los integrantes del gobierno que termina y el que llega en Palacio Nacional, que ya ha sido calificado de histórico, llamaba la atención que en el salón contiguo al despacho presidencial, que se ubica en la parte alta de lo que alguna vez se llamó la esquina de la ignominia, las conversaciones iban y regresaban en torno al trabajo que está por venir. Lo de la maestra Elba Esther no estuvo allí, no en el salón donde se reunieron antes de presentarse ante los medios, sino en otro de los salones del Palacio Nacional, que ya empieza a volver a la vida política.

Y como nunca, según nos confiesan, unos y otros hablaban y hablaban, sin prejuicios y sin rencores, de lo que se queda y de lo que se puede hacer. A quien se miraba más preocupado era al ingeniero Javier Jiménez Espriú, por aquello del nuevo aeropuerto, porque a nadie puede mandar a volar, por más que quisiera.