Opinión
Ver día anteriorJueves 16 de agosto de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Arte y tiempo

Kada loko con su karma

M

elodrama clavado de Lorna Ramos, no del todo bien escrito por cierto, Kada loko con su karma tiene, sin embargo, el involuntario mérito (evidente a lo largo de todo el texto, que no tuvo esa intención) de poner al descubierto la falacia de la gran mayoría de programas de superación personal y de consejos, guías y orientaciones de radio y televisión, en los que cualquier analfabeto se adjudica la facultad de decir a otros lo que deben hacer con su vida.

¿Qué preparación científica tienen estos consejeros, qué conducta, qué concepción, ya no digamos práctica, de la ética? Más directa y sencillamente, ¿cómo manejan su propia vida? Estas son interrogantes que los –hay que admitirlo– miles de seguidores de este tipo de programas no se hacen, y es lo que los farsantes aprovechan para lanzar al aire una serie de sandeces que cualquier persona medianamente pensante desecharía de inmediato pero que los obnubilados por esos medios masivos de comunicación no alcanzan a vislumbrar.

Así, tres conductores de un programa de orientación, dos hombres y una mujer, que es la jefa, día a día se reúnen en la cabina radiofónica para, desde su muy particular punto de vista, que muchas veces es divergente, ayudar a resolver los múltiples y variados problemas que los radioescuchas les plantean, pero que, con ligeras variantes, siempre son los mismos, como la madre abandonada, el marido vicioso, la ofrecida de la oficina, el hijo desobediente, la madrecita santa y la lagartona que quiere robar al hijito, y otras cosas. Es decir, problemáticas ramplonas que, por supuesto, ningún consejo radiofónico va a resolver. Los conductores lo saben, pero eso para nada los detiene; ellos siguen con lo suyo, porque de eso ganan y, por la cantidad de anuncios que pasan, seguramente ganan bien.

Paulatinamente, como corresponde a todo melodrama, se van rebelando los interiores de cada uno de los consejeros y del asistente del programa que, naturalmente, es discriminado y abusado por sus jefes por su doble condición de subalterno y de gay (hágame usted el recanijo favor). Nos enteramos así de cosas por demás predecibles; la notoria homosexualidad del subalterno; la drogadicción de uno de los conductores; los remordimientos del otro por haberse portado mal y abandonado a su familia; la fragilidad de la jefa detrás de la máscara de mujer fuerte y triunfadora, y por si lo anterior fuera poco, aparece el ex marido que, por supuesto, es un tarambana que quiere regresar, o sea, un montón de lugares comunes a más no poder, pero que, como dije, tienen la involuntaria virtud de poner sobre la mesa la pobreza, en todo sentido, de estos programas y su forma de aprovecharse de la ignorancia y credulidad de la gente sencilla, que hermana las voces ignotas con el Dios de la esperanza. La farsa se agrava en televisión, donde un formidable mal ejemplo fue el de la inefable Corcholata, que durante algún tiempo dirigido un reality show. ¿Cómo semejante ignara puede decirle a nadie qué hacer?

La puesta en escena de Roberto Ballesteros, quien también actúa, es simple, directa y cumple su cometido; él mismo como actor hace el mejor trabajo que le he visto en mucho tiempo, y como director logra sacarle lo que tienen –que no es mucho– a sus compañeros de actuación, entre quienes está la propia Ramos, que desarrolla un trabajo equivalente a su texto

La obra se presenta los lunes a las 8:30 en el espacio teatral del hotel NH de la Zona Rosa.