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Cambio de régimen
M

ás de un articulista se ha preguntado por qué Andrés Manuel López Obrador (AMLO) habla de una cuarta transformación y no de un cambio de régimen político. El pasado 11 de enero, El ­Universal registró: “Mediante una convocatoria abierta a todo ciudadano, AMLO invitó a los mexicanos, incluidos militantes de otros partidos, ‘a luchar juntos y lograr, por la vía pacífica y legal, un cambio de régimen’”. El 3 de mayo, en entrevista con EFE, Martí Batres se hizo eco de lo dicho por el hoy presidente electo, diciendo que esta elección se trata de un cambio de régimen. Y el 11 de julio Ricardo Monreal publicó este tuit: 10 días después de las elecciones 2018 la sociedad está en calma y llena de esperanza; fue una larga travesía ­para llegar a este punto, pero valió la pena. Y no debe quedar duda: sí habrá un cambio de régimen y [Andrés ­Manuel] sí cumplirá con sus compromisos. Tengamos confianza. Ese cambio va.

A mi entender, una cuarta transformación involucra un más allá del régimen político. No hemos oído un planteamiento sistemático sobre lo que quiere decirse con una u otra formulación, pero también es cierto que AMLO ha dado muchas muestras de poseer su propio sentido de los ­tiempos políticos para marcar agenda o para tomar decisiones. Vale recordar hoy que, como dijo un día hace décadas Eliezer Morales, en política como en la música, los silencios también tienen valor.

Ya existen suficientes enunciados y decisiones para intentar una primera lectura del cambio del régimen político. Por lo pronto, nada menos, se trata de hacer de México un verdadero Estado democrático de derecho. Transitar desde el régimen presidencialista deforme (el poder de los poderes, tundido y maltrecho, pero vigente y con poderes metaconstitucionales), a uno que busca un régimen real de división de poderes y que, además, separa los intereses económicos y mediáticos, de los intereses políticos. El tránsito en palabras de AMLO: “el Ejecutivo no… buscará someter a los otros [poderes]. Cada quien actuará en el ámbito de su competencia y la suma de los trabajos respetuosos e independientes fortalecerá a la República; [así], el Estado Democrático de Derecho transitará del ideal a la realidad”. A nadie escapa la brecha entre el México legal y el real; es necesario solventar esa brecha y reformar institucional y legalmente los tres poderes a efecto de forjar las autonomías efectivas ­necesarias.

Los tres poderes deberán ser evaluados en términos de las instituciones que los integran y las leyes que los rigen, con el propósito de que concurran a un gobierno que garantice democracia, seguridad, derechos humanos, impartición de justicia, extirpando el influyentismo, la deshonestidad, la ineficiencia, la corrupción y la impunidad; y justicia social (sin la monstruosa desigualdad económica y social que padecemos), en términos de la democracia prevista por el artículo tercero constitucional.

El presidente electo ha exhortado a los miembros del Poder Judicial a ­impartir justicia, [a que] no actúen por consigna, y [a] que tengan el arrojo de sentirse libres para aplicar sin cortapisas ni servilismos el principio de que al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie. En el Poder Judicial las lacras y las insuficiencias son muchas e insoportables; es el peor problema de la organización del gobierno; llevará lustros cambiarlo. Requerirá mucha vigilancia de la sociedad, así como la creación de mecanismos legales específicos para combatir la corrupción del Poder Judicial, y destituir a los titulares que no cumplan su función cabalmente. Además, está en curso de debate y de creación la fiscalía general, y las especializadas de anticorrupción y de delitos electorales.

De otra parte, el Ejecutivo se ­fortalece con la creación de la nueva ­Secretaría de Seguridad Pública.

Faltan piezas decisivas integrantes del poder del Estado, como son los segundos y terceros niveles de gobierno, en el ámbito de las tres ramas: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que han de ser revisados para que guarden coherencia con las líneas que definirán a los poderes federales.

Más allá del poder estatal, está el ­po­der en la sociedad civil. Hasta ahí de­be llegar la cuarta transformación, si los anhelos expresados por los más de 30 millones de mexicanos, han de continuar siendo la brújula para el presente y para un largo futuro. Por lo pronto menciono dos ámbitos: la educación y el entramado de los medios de comunicación. En ambos se hace política: ahí se tejen las líneas que estructuran la hegemonía en su ­vertiente de creación de consensos.

Respecto del segundo ámbito, reitero: es urgente evaluar el eficiente modelo de comunicación que engendró espontáneamente la campaña: creación de contenidos en los medios televisivos y escritos, y su difusión y crítica en las (benditas) redes sociales. Es preciso crear medios de Estado, televisión y diarios, gestionados por profesionales, para fortalecer un modelo de comunicación contrapeso de los medios que responden a intereses privados.