Sociedad y Justicia
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Mar de Historias

Vacaciones con Chester

L

a música de un organillo acentúa el ambiente dominical en el parque. Nubes bajas y ligeras motean el cielo azul pálido. Una enfermera empuja la silla de ruedas de una anciana. El vendedor de globos se detiene a mirar a los niños que gritan mientras se deslizan por laberintos y toboganes. Una mujer de párpados plateados le ordena a Max, el canario adivinador, que salga de su jaula y se ponga el sombrero. Los curiosos aplauden.

Sentadas en una banca Rosenda y Áurea ven jugar a sus hijos. La más pequeña, Sarahí, aferrada a las cadenas del columpio le pide a Óscar que la impulse más rápido. Él accede a la petición hasta que su madre lo reprende:

Áurea: Más despacio, hijo. ¿No ves que Sarahí está chiquita y se puede caer?

Rosenda: Qué milagro que Óscar no trajo a Chester. Siempre que viene al parque, lo trae.

Áurea: Lo dejamos en la peluquería. A la una tengo que pasar a recogerlo. Desde que lo adoptamos, cuando empezaron las vacaciones, Chester y Óscar casi no se han separado. Dentro de una semana, cuando regrese a clases, mi hijo quiere que le pida permiso a la miss para llevar a Chester a la escuela.

II

Rosenda celebra la ocurrencia de Óscar y, sin apartar los ojos de los niños, se inclina hacia su amiga y le habla en tono confidencial:

Rosenda: ¿Y cómo reaccionó cuando le dijiste que no llevarán a su mascota de ­vacaciones?

Áurea: No se lo he dicho. No sé cómo.

Rosenda: Óscar ya tiene siete años y es muy inteligente. Si se lo explicas lo ­entenderá.

Áurea: Pero le va a poner mala cara a su abuela y ella, que de por sí anda tan sentilona... El otro día se puso a llorar porque Óscar no quiso darle un beso y en cambio a Chester lo besa a todas horas. Eso, para ella, significa que su nieto la quiere menos que a su mascota.

Rosenda: ¡Ay, qué doña Emma! ¿Cómo se le ocurre una cosa así?

Áurea: Mi suegra adora a Óscar. Como fue su primer nieto está endiosada con él. Si por ella fuera se lo llevaría a vivir a su casa.

Rosenda: ¿Te doy un consejo? Habla con doña Emma. Si como dices adora tanto al niño no querrá verlo sufrir cuando se vaya de vacaciones sin Chester.

Áurea: ¿Estás sugiriéndome que desinvite a mi suegra? ¡Olvídalo! El año pasado fue mi mamá con nosotros a Taxco, ahora le toca a doña Emma acompañarnos a Guanajuato. Está ilusionadísima. Imposible decirle: “Como ya es alérgica a la pelambre de Chester mejor quédese en su casa para que podamos llevárnoslo a él.”

Rosenda: O sea que se volvió alérgica de la noche a la mañana, ¡qué raro! ¿Y cómo lo supo?

Áurea: Porque el otro domingo que fue a la casa dijo que llevaba muchos días con dolor de cabeza y salpullido en las axilas. Le pregunté si había comido mariscos y me dijo que no. Que sus malestares se debían a que Chester estaba soltando mucho pelo.

Rosenda: El perrito lleva con ustedes más de un mes y a doña Emma nunca le había causado problemas estar junto a él ¿por qué ahora sí?

Áurea: No se lo vayas a decir a nadie, pero creo que todo es un invento. Como sabe que a Gonzalo y a mí nos preocupa su salud, inventó lo de la alergia y las jaquecas para que no llevemos a Chester de vacaciones. Bueno, es lo que pienso, pero no tengo pruebas...

Rosenda: Quítate de problemas: deja a Chester conmigo. Óscar aceptará porque sabe que Sarahí se lleva muy bien con su perrito. Te aseguro que la pasará mejor en mi casa que en un albergue canino.

Áurea: Eres muy linda pero no puedo cargarte con más trabajo. Estás embarazada, Sarahí todavía está chiquita, llevas la casa, tienes tu chamba...

Rosenda: Hasta ahorita sí, pero si cambian la oficina a Tampico tendré que renunciar. Me moriría si me fuera con el niño y Manuel se quedara solo. Aquí él tiene trabajo. Imposible pedirle que lo deje y se vaya con nosotros. Y ¿quién nos asegura que allá encontrará empleo?

Áurea: Tú metida en semejante dilema y yo cargándote con mis tonterías: que si mi suegra, que si Chester...

Rosenda: El hecho de que te lo cuide una semana en nada agrava mi situación.

Áurea: El problema es que Óscar por ningún motivo quiere separarse de su perro. Comen y duermen juntos. (Embelesada, mira a su hijo.) Es precioso, pero anda greñudísimo. Antes de que vuelva a la escuela lo llevaré a que le corte el pelo. Sus compañeros le hacen burla porque trae el cabello muy largo, y como lo tiene rizado le dicen que parece niña. ¿Por qué te da tanta risa?

Rosenda: Se me acaba de ocurrir una idea: cuando recojas a Chester en la peluquería quédate allí y pide que de una vez te lo rapen.

Áurea: Pero ¿por qué?

Rosenda: Para que tu suegra ya no diga que la pelambre de Chester le provoca salpullido en las axilas y puedan irse los cinco de vacaciones. Con el calorón que hace en Guanajuato, el cachorro estará feliz sin pelo.

Áurea: Si rapo a Chester estoy segura de que Óscar va a pedirme que le haga lo mismo.

Rosenda: ¡Andará a la moda! Ahora muchos jóvenes se rapan y los niños sólo se dejan un mechón de pelo: con una tira de pelo arriba: parecen mohicanitos. Con los ojos que tiene Óscar se verá divino y sus compañeros dejarán de molestarlo. ¿Qué dices?

Áurea: Que eres genial. (De pie.) Óscar: es hora de ir por Chester. Amiga, dime ¿qué se te antoja que te traiga de Guanajuato?

Rosenda: Nada. Sólo quiero que regreses contenta, cansadita y muy, muy ojerosa.