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TLCAN: ¿todos a paso veloz? // Sólo falta el dueño del balón

T

ras meses de estires y aflojes, de ser víctimas de amenazas y chantajes, de varios intentos de enfrentamiento y de no saber por dónde sale el sol, por fin se pusieron de acuerdo dos de las tres partes integrantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

México y Canadá se pronunciaron a favor de que el tratado mantenga su carácter trilateral y que las negociaciones para modernizarlo concluyan antes de que finalice el año (el sexenio peñanietista para la parte mexicana, aunque entre deseo y realidad hay una enorme distancia).

Buen punto: unidad y fortaleza para sacar adelante al TLCAN, dicen los representantes mexicanos y canadienses (hoy más que nunca compartimos principios y objetivos; hacemos equipo y actuamos como equipo, dice el aprendiz Luis Videgaray, mientras Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, asegura que las renegociaciones están muy avanzadas; dos tercios se han concluido”).

El problema es que ninguno de ellos tiene el peso suficiente para influir en las decisiones y en los tiempos que desde el principio ha marcado el salvaje de la Casa Blanca.

A los representantes de ese par de naciones Trump los ha traído del tingo al tango; les ha dicho que sí para inmediatamente amenazarlos con un riguroso no; los ha chantajeado con acuerdos bilaterales; ha enfrentado a México con Canadá, a Enrique Peña Nieto con Justin Trudeau, con dejar a Estados Unidos fuera del tratado y, en fin, con hacer lo que se le pegue la gana a la hora que se le pegue la gana. Y lo ha hecho.

A casi un año de iniciada la renegociación del acuerdo supuestamente trilateral, el mandatario gringo ha impuesto tiempos, agenda y ruta, y se niega a compartir la batuta y los reflectores, porque, según ha demostrado, él es amo y señor del show, y los demás sus patiños.

Ya se la hizo a Peña Nieto y ahora Trump pretende que López Obrador caiga en el garlito. Ello, porque el salvaje de la Casa Blanca (que se expresa maravillosamente bien del futuro Presidente mexicano) repite que la negociación del TLCAN debe ser rápida o tendré que elegir un camino muy distinto al presente; tomar una ruta diferente al tratado no es de mi preferencia, pero sería mucho más redituable para Estados Unidos y sus contribuyentes.

Desde los tiempos de su campaña electoral Trump ha insultado permanentemente a México y a los mexicanos, pero ahora con la cara más dura que el concreto, el gringo asegura que una relación fuerte conllevará a un México mucho más fuerte y próspero, ¡lo que realmente me hará muy feliz!.

También desde sus tiempos electorales –repetido hasta el cansancio desde que se instaló en la Casa Blanca–, Trump ha dicho que el TLCAN tiene que ser 100 por ciento benéfico para Estados Unidos o lo cancela, lo que indi-ca que para él los menos favorecidos tendrían que ser México y Canadá. ¿Por qué? Porque lo dice él, simplemente.

La única esperanza es el anuncio de López Obrador en el sentido de que en la reanudación de las pláticas del TLCAN su equipo de transición participará como observador, y estará al tanto de todas las negociaciones (La Jornada, Alma Muñoz y Enrique Méndez).

Y la cereza de la jornada teleciana la puso el próximo presidente mexicano, quien recibió a la ministra canadiense de Asuntos Exteriores, Chrystia Freeland, con quien detalló algunos aspectos de la relación bilateral y, desde luego, del multicitado acuerdo comercial.

Entonces, todo listo para aterrizar la modernización del TLCAN. Sólo falta el salvaje de la batuta.

Las rebanadas del pastel

Dice el presidente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos, que el sector productivo tiene la capacidad suficiente para pagar un salario mínimo de 102 pesos por jornada laboral. De concretarse la propuesta patronal, el mini ingreso tendría un alza de 15 por ciento.Pero no hay que emocionarse, que para evitarlo está la Conasami.

Twitter: @cafevega